2011-12-01 L’Osservatore Romano.
Sin la ayuda de la religión no se construye Europa.
Especialmente en un contexto cada vez más multicultural, donde los valores comunes, si se relativizan, corren el peligro de ser vaciados de contenido y de autoridad. Sobre la base de estas consideraciones llega el llamamiento a sostener el proyecto de una plataforma estable de diálogo entre el Consejo de Europa y los representantes de las religiones, de los grupos no confesionales y de los medios de comunicación. La petición llegó al término del encuentro sobre el «Papel de los medios de comunicación en la promoción del diálogo intercultural, de la tolerancia y de la mutua comprensión: libertad de expresión de los medios de comunicación y respeto de la diversidad cultural y religiosa», organizado en Luxemburgo por el mismo Consejo de Europa. En especial, Anne Brasseur, de la asamblea parlamentaria del mismo organismo, fue quien propuso dar un seguimiento concreto a la recomendación ya puesta bajo la atención del Comité de los ministros del Consejo de Europa.
Se reconoce, por lo tanto, la urgencia de escuchar lo que las comunidades religiosas presentes en el continente tienen que decir con respecto al respeto recíproco y a una convivencia fructífera. Un campo en el que los representantes religiosos, principalmente cristianos, y católicos en particular, hacen alarde de una reconocida experiencia, construida a lo largo de décadas de relaciones ecuménicas y entre los diversos credos. «Hay una nueva atención —explica monseñor Aldo Giordano, observador permanente ante el Consejo de Europa— y una mayor conciencia del papel de las religiones. La perspectiva es correcta, también porque aquí no se trata de sustituir al diálogo interreligioso, que obviamente se mantiene desde hace mucho tiempo en otras sedes, ni se pretende afrontar temas teológicos. Se trata de reconocer que la religión es determinante para la identidad cultural que, en Europa, es una identidad evidentemente cristiana. Por lo demás, precisamente en virtud de esta identidad, naturalmente llevada a la apertura hacia el otro, el continente busca afrontar de manera justa los nuevos desafíos que se le presentan».
Entre estos está el tema de la educación. De quienes operan en el mundo de la comunicación, pero también de quien lee o escucha las noticias. Al organizar el encuentro en Luxemburgo, el Consejo de Europa reconoció que el periodismo tradicional y los nuevos medios de comunicación tienen un papel crucial al favorecer actitudes tolerantes o no con respecto a las diversas comunidades religiosas. Aparentemente es una observación que se da casi por descontado. Pero permite afirmar que las diversidades objetivas y no eliminables que existen entre los credos no se pueden evocar siempre como pretexto para que surjan sentimientos de hostilidad, que a menudo son de otra naturaleza: «Las religiones tienen mucho por decir —observa el padre Duarte Da Cunha, secretario del Consejo de las conferencias episcopales europeas— en la construcción de una comunidad multicultural. Estas son interpeladas por los medios de comunicación para contribuir a dicha construcción. Pero, al mismo tiempo, es preciso que los medios de comunicación adquieran mayor conciencia cuando se refieren a la vida religiosa de las comunidades». Estereotipos y sensacionalismos constituyen el peligro más evidente. Además de la falta de competencia profesional y la ignorancia que, como destacó Anne Brasseur, «es el peor enemigo de la tolerancia».
El extremismo, por desgracia, no es un hecho nuevo en el continente. Hoy —dijo el secretario general del Consejo de Europa, Thorbjørn Jagland, presentando el encuentro en Luxemburgo— «Europa se está polarizando, también por los efectos de la crisis económica. Presenciamos el éxito de partidos que se escudan en estos sentimientos, la discriminación en las relaciones con los rom, el antisemitismo, las actitudes hostiles en las relaciones con los musulmanes. Creo que, por ejemplo, los musulmanes se deben conocer mejor. Se reconoce la gran contribución que el islam ha dado también a la cultura europea pero, al mismo tiempo, el rol del cristianismo en la construcción de la identidad de Europa».
Se trata también de compartir aquellos valores comunes que no se interpretan a partir del derecho positivo en base al contexto histórico y cultural sino que asumen un carácter universal porque son inherentes a la naturaleza humana. Derechos fundamentales que —observa el padre Laurent Mazas, del Consejo Pontificio para la Cultura— «son un patrimonio que Europa ha heredado del cristianismo y que no tienen nada que ver con la evolución jurídica que hoy a veces se pretende acreditar». En el momento de identificar una base común de convivencia, los católicos recuerdan que los valores universales son los que Europa deriva precisamente de su identidad cristiana. Por lo demás, quien quiere construir puentes lo hace precisamente sin atravesar las montañas.
Marco Bellizi
Se reconoce, por lo tanto, la urgencia de escuchar lo que las comunidades religiosas presentes en el continente tienen que decir con respecto al respeto recíproco y a una convivencia fructífera. Un campo en el que los representantes religiosos, principalmente cristianos, y católicos en particular, hacen alarde de una reconocida experiencia, construida a lo largo de décadas de relaciones ecuménicas y entre los diversos credos. «Hay una nueva atención —explica monseñor Aldo Giordano, observador permanente ante el Consejo de Europa— y una mayor conciencia del papel de las religiones. La perspectiva es correcta, también porque aquí no se trata de sustituir al diálogo interreligioso, que obviamente se mantiene desde hace mucho tiempo en otras sedes, ni se pretende afrontar temas teológicos. Se trata de reconocer que la religión es determinante para la identidad cultural que, en Europa, es una identidad evidentemente cristiana. Por lo demás, precisamente en virtud de esta identidad, naturalmente llevada a la apertura hacia el otro, el continente busca afrontar de manera justa los nuevos desafíos que se le presentan».
Entre estos está el tema de la educación. De quienes operan en el mundo de la comunicación, pero también de quien lee o escucha las noticias. Al organizar el encuentro en Luxemburgo, el Consejo de Europa reconoció que el periodismo tradicional y los nuevos medios de comunicación tienen un papel crucial al favorecer actitudes tolerantes o no con respecto a las diversas comunidades religiosas. Aparentemente es una observación que se da casi por descontado. Pero permite afirmar que las diversidades objetivas y no eliminables que existen entre los credos no se pueden evocar siempre como pretexto para que surjan sentimientos de hostilidad, que a menudo son de otra naturaleza: «Las religiones tienen mucho por decir —observa el padre Duarte Da Cunha, secretario del Consejo de las conferencias episcopales europeas— en la construcción de una comunidad multicultural. Estas son interpeladas por los medios de comunicación para contribuir a dicha construcción. Pero, al mismo tiempo, es preciso que los medios de comunicación adquieran mayor conciencia cuando se refieren a la vida religiosa de las comunidades». Estereotipos y sensacionalismos constituyen el peligro más evidente. Además de la falta de competencia profesional y la ignorancia que, como destacó Anne Brasseur, «es el peor enemigo de la tolerancia».
El extremismo, por desgracia, no es un hecho nuevo en el continente. Hoy —dijo el secretario general del Consejo de Europa, Thorbjørn Jagland, presentando el encuentro en Luxemburgo— «Europa se está polarizando, también por los efectos de la crisis económica. Presenciamos el éxito de partidos que se escudan en estos sentimientos, la discriminación en las relaciones con los rom, el antisemitismo, las actitudes hostiles en las relaciones con los musulmanes. Creo que, por ejemplo, los musulmanes se deben conocer mejor. Se reconoce la gran contribución que el islam ha dado también a la cultura europea pero, al mismo tiempo, el rol del cristianismo en la construcción de la identidad de Europa».
Se trata también de compartir aquellos valores comunes que no se interpretan a partir del derecho positivo en base al contexto histórico y cultural sino que asumen un carácter universal porque son inherentes a la naturaleza humana. Derechos fundamentales que —observa el padre Laurent Mazas, del Consejo Pontificio para la Cultura— «son un patrimonio que Europa ha heredado del cristianismo y que no tienen nada que ver con la evolución jurídica que hoy a veces se pretende acreditar». En el momento de identificar una base común de convivencia, los católicos recuerdan que los valores universales son los que Europa deriva precisamente de su identidad cristiana. Por lo demás, quien quiere construir puentes lo hace precisamente sin atravesar las montañas.
Marco Bellizi
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