Homilía del Domingo I de Cuaresma, Ciclo C
Lc 4, 1-13 (Jesús en el desierto con
Satanás)
Al
inicio del tiempo cuaresmal la liturgia nos propone las lecturas sobre las
tentaciones de Jesús. El Señor desea recordarnos del peligro que corremos al desviarnos
del camino al tomar decisiones contrarias a las que nos va indicando la Palabra
de Dios. Todos experimentamos el conflicto interno que Pablo presenta de un
modo dramático al contarnos que «no hago
el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. Y si lo que no quiero, eso es lo que hago,
ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que hay en mí» (cfr. Rm 7, 20).
Todos reconocemos que la Ley de Dios es justa, que es hermosa, que es sabia;
pero luego dentro de nosotros tenemos otras pulsiones que combate contra la ley
de mi razón y me hace esclavo del pecado. Por eso dice San Pablo «quiero hacer el bien, y me encuentro
haciendo el mal (…). ¡Desdichado de mí!» (cfr. Rm 7, 21-24). Sabemos lo que
está bien, pero llegado el momento tomamos decisiones que nos deshumanizan; más
el Señor está conmigo, como un héroe valeroso y me conducirá a la liberación de
mis cadenas del pecado. San Pablo conoce las consecuencias negativas del hombre
viejo o del hombre del pecado, por eso nos recomienda con gran fuerza que «dejaos conducir por el Espíritu, y no os
dejéis arrastrar por las apetencias de la carne (…). Pues si os dejáis conducir
por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (cfr. Gal 5, 16-18). O sea, no
estaréis bajo el dominio del satisfacer el deseo de la carne, de lo mundano;
porque la carne o mundano tiene deseos contrarios al Espíritu. La carne es lo
que nos viene de nuestras propia naturaleza biología; si alguien me hace daño lo
que se me dice es que devuelva el daño que se me ha originado. Sin embargo el
Espíritu da sugerencias opuestas a la carne. Si la carne me dice que me reserve
a mí mismo, que mire por mi propio interés y que busque asegurarme mi propia
comodidad y confort, el espíritu me dirá que comparta mis bienes y que me
entregue a los demás sin reservas para así poder tener la vida plena. Estamos
dentro de un potente conflicto interior entre el Espíritu y la carne.
Jesús
también ha experimentado este conflicto interior y Jesús ha querido que fuese
así porque deseó estar lo más cerca de nosotros. En la carta a los Hebreos se
nos dice «por lo cual debió hacerse en
todo semejante a sus hermanos, para convertirse en sumo sacerdote
misericordioso y fiel ante Dios, para alcanzar el perdón de los pecados del
pueblo. Pues por el hecho de haber sufrido y haber sido probado, está
capacitado para venir en ayuda de aquellos que están sometidos a la prueba»
(cfr. Hb 2, 17-18). Por eso Jesús sabe entender nuestras debilidades ya que él
fue expuesto a la prueba en todo y semejante a nosotros, pero él nunca pecó. Conoce
nuestra fragilidad y no se avergüenza en llamarnos hermanos (cfr. Hb 2, 11). Jesús
sabe lo difícil que puede llegar a ser el ser dócil a la voz del Espíritu.
Después
de ser bautizado Jesús por Juan el Bautista en el río Jordán fue conducido al
desierto donde permaneció durante 40 días, mientras era tentado por el diablo. El
número 40 en la Biblia indica toda una vida; es así que durante toda la vida
Jesús fue tentado por el diablo.
Lucas ha resumido
esta experiencia de la tentación, la cual le ha acompañado toda la vida de Jesús
en tres parábolas o modelos. Recordemos que el bautismo, mientras Jesús era
bautizado y orando, nos dice el evangelista que se oyó una voz que decía “tú
eres mi hijo amado”. El hijo es el que se parece al padre y el Padre se
reconoce en Jesús de Nazaret. Y Jesús en las tentaciones nos demuestra cómo se
comporta el Hijo de Dios, es decir, aquel que siempre se deja conmover de su
identidad que reproduce el rostro del Padre Celestial. Además, el Espíritu se
posó sobre Jesús en la escena del bautismo, dejando en claro que Jesús es el
nido del Espíritu Santo y es el Espíritu quien conduce toda su existencia.
El Maligno nos
sugerirá el dios de este mundo y deseará que tú te asimiles, te parezcas a este
mundo; a lo que Jesús te dará su respuesta a todas las insinuaciones mundanas
que el diablo nos plantea diariamente. El diablo siempre se empeñará en
separarnos y de dividirnos.
La primera
tentación que el maligno hace a Jesús es demasiado actual para nosotros.
«En aquel tiempo,
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue
llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el
diablo.
En todos aquellos días estuvo sin comer y,
al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di
a esta piedra que se convierta en pan».
Jesús le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”».
El Espíritu guió a
Jesús al desierto. El desierto es una imagen bíblica que nos recuerda al éxodo
del pueblo de Israel, del pueblo de
Israel, el cual pasó 40 años, toda una generación en el desierto. El desierto
indica el camino que hizo Jesús en este mundo; indica toda su vida. Jesús
experimentó las necesidades de la vida biológica; ha tenido hambre de pan,
necesidad de un techo para refugiarse, del agua para saciar su sed, necesidad
del vestido para cubrirse y protegerse del frío, necesidad de las relaciones
sociales y de los amigos y familiares, la necesidad de tener una buena salud y
estar en forma, etc. Y Dios pone a su disposición las cosas que sus hijos
necesitan para su sustento; y con su capacidad el hombre se procura, con su
trabajo, la respuesta a satisfacer esta hambre. Y es en esta relación con los
bienes materiales, con el pan material, donde se presenta la tentación.
Dentro del hombre
experimenta un impulso que en la parábola es presentada con la voz del diablo.
Y ¿qué cosa te dice ese impulso o voz del diablo? Te invita a replegarse sobre
esta realidad material y considerar a las cosas materiales como absolutos. De
tal modo que te comprometas por lo material y no te compliques la vida para
nada más. La catequesis del maligno es; busca la salud, la profesión, el éxito,
el dinero, ya que esto es lo único que cuenta y vale realmente y el resto ni te
intereses ni pierdas el tiempo.
La frase de
maligno dicha a Jesús «di a esta piedra que se convierta en pan». Es
decir, lo que el maligno le está diciendo a Jesús que se interese por las
necesidades materiales de la gente; dedica todo tu tiempo a construir este
mundo donde todos estén bien y tus capacidades son suficientes para
conseguirlo. Tus capacidades ponlos al servicio de las necesidades materiales de
los hombres; de tal modo que si haces esto ya habrás realizado tu misión.
Enseña a tus discípulos a empeñarse con estas cosas materiales. Si haces esto,
si buscas el bienestar material de la gente, este mundo te amará (te dedicará
una calle, un puente, una estatua, serás hijo adoptivo del pueblo…), porque la
gente quiere esto y nada más. Este es el razonamiento del maligno. Esta
tentación la experimentamos hoy y estamos llamados a dar la misma respuesta que
dio el Hijo de Dios. El demonio te dice que tú puedes ser como un dios, es
decir, que puedes producir bienes materiales y todo el mundo te querrá, porque
les das lo que ellos desean y anhelan. Este modo de actuar se presenta incluso
en los que se creen creyentes, y sin darse cuenta dan a la vida biológica un
valor absoluto, como si fuera la única vida. Muchas veces las expresiones nos traicionan
y desenmascaran nuestro modo de pensar y actuar, cuando decimos ‘lo importante
es la salud’, la salud es importante, pero lo importante es Dios. O se dice
‘recé para sanarme’; uno no puede utilizar la religión para lo material. O
utilizar la fe cristiana o los movimientos de la Iglesia –siendo incluso
opciones preferenciales en las pastorales diocesanas- para transformar la
sociedad en justa, en solidaria, en una sociedad del encuentro, donde todos nos
cuidemos… pero se descuida la conversión personal y el encuentro con Cristo que
es lo más esencial del cristiano. Todo siempre al servicio de la vida
biológica, ya que es lo único que interesa, como si fuera la única vida. La
tentación es que vivamos para estas cosas materiales y considerarlas como
nuestro dios.
La respuesta de
Jesús a esta tentación del pan es que «no solo de pan vive
el hombre». Jesús no niega que nos debamos de empeñar y
comprometernos con el pan y las necesidades materiales, afectivas, solidarias,
de transformación…que nutre nuestra vida biológica y que es caduca. De hecho el
verbo ‘comer’, φαγετε, es muy empleado, hasta 910 veces en el Antiguo
Testamento. Esto demuestra cuánto se preocupa Dios por nosotros; pero el hombre
no vive sólo del pan material, ya que precisa de un alimento que nutra la vida
del hijo de Dios que está en él, no la vida que perece, la cual es importante,
pero la vida que no perece es aun mucho más importante para la persona. Y esa
vida sobrenatural debe de manifestarse en nosotros y debe de crecer dentro de
nosotros. El Padre del Cielo nos ofrece una vida eterna, una vida que no termina y que tiene su punto de partida en
el aquí y ahora, y que tiene su alimento y es impulsada por la Palabra de Dios
y por la Sabiduría que viene del Cielo. Si uno no alza la mirada al Cielo para
poder descubrir el sentido último de su existencia estará siempre plegado a la realidad
de este mundo y termina retornando al mundo de los primates de donde deriva
nuestra vida biológica. Es una llamada urgente a revisar el modo de cómo nos
relacionamos con los bienes de este mundo. ¿Nos relacionamos con los bienes de
este mundo como creyentes o como paganos que creen solo en la vida material? Es
muy fuerte la tentación que nos lleva a acumular los bienes materiales, por eso
es fundamental alimentarnos de los alimentos que nos viene de lo alto del
Cielo.
«Después, llevándole
a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le
dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y
yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».
Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
El maligno nos
sugiere un modo de relacionarnos con los bienes de este mundo y nos invita a
que los guardemos para nosotros mismos, que no los compartas, acumula los
bienes. Y la respuesta que Jesús da ante este impulso de la carne, como la
llama Pablo, es enseñándonos a dar el justo valor a los bienes de este mundo. Pero
no solamente nos preocupamos por las realidades materiales, sino también nos
interesa bastante el modo de cómo nos relacionamos con todos los que están a
nuestro lado. Es en esta relación con los demás donde el maligno nos da una
sugerencia incorrecta, dañina, perjudicial, totalmente opuesto a lo que nos
sugiere la voz del Espíritu. Este segundo conflicto o tentación es presentado
con una segunda parábola, nos dice que el diablo lo llevó a lo más alto para
que pudiera contemplar a todos los reinos del mundo. A lo que el maligno le
dijo que todos los reinos le entregaría con tal que cumpliera la condición de
adorarlo. El demonio le dice a Jesús que es el Maligno el que domina el mundo y
que manipula a los hombres y ellos lo aceptan.
Lo que el Maligno
nos sugiere es que en tu relación con tus semejantes tú trata de emerger, de
sobresalir, de dominar, someter a los demás para que te sirvan. El demonio le
decía a Jesús que para obtener el objetivo de construir tu reino me tienes que
escuchar: tienes habilidades, eres inteligente y puedes hacer que todos te
presten atención y se inclinen ante ti; de este modo dejarás una huella de tu
paso por este mundo, los libros de historia hablarán de ti. El Maligno le dijo
a Jesús que podía tener todos los reinos de la Tierra pero cumpliendo una
condición: debes adorarme. ¿Qué significa que se ponga de rodillas o que le
adore? Significa que debe obedecer a sus criterios demoniacos, a sus órdenes, a
sus solicitudes y de este modo te enseñaré cómo funcionan las cosas en el mundo,
porque el mundo está en las manos del Maligno y la gente le escucha, ¿no te das
cuenta de cómo se comporta todo el mundo?; entre ellos están en competición
continua, se pisan los unos a los otros, se traicionan mutuamente para trepar
en los cargos, etc. En el libro del Eclesiastés o Qohélet, en el capítulo 4 nos
dice que los hombres todo lo hacen como si fuera una competición y por
competencia. El Maligno nos invita a entrar en esta competición. Compete, gana
y así puedes instaurar tu reino, tu voluntad. He aquí la propuesta engañosa que
el Maligno ha hecho a Jesús, la cual es la misma que nos sigue haciendo a cada
uno de nosotros. Este tipo de personas que han pactado con el Maligno hacen que
su dominio sobre el prójimo sea de opresión. ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? A
este impulso de prevalecer, de dominar en la relación frente a los otros y de
tratarlos como seres inferiores es la de dejarse dominar y servir. Es el
ponerse al servicio de los demás, no dominar, sino servir a los demás.
La respuesta de
Jesús fue «“Al
Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». ¿Qué significa
‘dar culto a Dios’? Dar culto a Dios significa escuchar su Palabra, adherirse a
su propuesta. ¿Y qué propone la Palabra de Dios? La Palabra de Dios nos dice
que está muy bien que quieras ser grande, ahora bien, yo te enseñaré a ser
grande: si quieres ser grande dominando sobre los otros es una falsa grandeza,
es una enfermedad. Si quieres realmente ser grande empieza a servir a tu
prójimo. No eres grande cuando ocupas los primeros puestos o cuando estás en lo
alto para que todo el mundo te vea para que todos te aplaudan. Eres grande
cuando bajas y eliges el último puesto. Eres realmente grande no cuando
recurres a la violencia para dominar a los demás, sino cuando se hace la paz. Tal
y como dice la carta a los filipenses «tened
los mismos sentimientos que Cristo, el cual no retuvo ávidamente
el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando
condición de siervo, haciéndose como uno de tantos. Se humilló y se hizo
obediente hasta la muerte y una muerte en cruz”» (cfr. Flp 2,3-8).
El peligro está en
comportarse de un modo incorrecto con los bienes de este mundo y luego el
peligro de comportarse con los demás de una manera incorrecta.
La tercera
parábola que nos presenta Lucas:
«Entonces lo llevó a
Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios,
tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles
acerca de ti, para que te cuiden”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para
que tu pie no tropiece contra ninguna piedra”». Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
Acabada toda tentación, el demonio se marchó
hasta otra ocasión».
La tercera
tentación está ambientada en el pináculo del Templo. ¿En qué consiste esta
tentación? Desde lo alto del pináculo del Templo se contemplaba toda la
explanada, allí era donde se realizaba la práctica religiosa del pueblo de
Israel. Allí la gente iba a ofrecer sacrificios y holocaustos al Templo; de tal
manera que la gente, a través de la mediación de los sacerdotes, podía obtener
los favores del Señor. Ellos merecían alcanzar el favor, no se daba nada gratis;
allí imploraban las gracias haciendo los votos, ayudando, llevando una vida
conforme a los mandamientos: Si tú obedeces a Dios es entonces cuando Dios
estaría también dispuesto a concederte maravillas y prodigios. Ahora bien, si
transgredes sus mandamientos le va a hacer rabiar y te castigará. Aquí está la
tentación; aceptar estas imágenes de Dios adorado en el Templo. El Maligno dijo
a Jesús que aceptase esta religión, porque a la gente le gusta mucho este dios
al que tienen que aplacar la ira con ofrendas y holocaustos. De tal manera que
si uno le hace la pelota y se porta bien, ese dios le concede todos los
favores.
Era el dios con el
que se instauraba y se establecía una relación comercial con ellos; si ellos
entregaban algo que le pudiera gustar a ese dios, ese dios les iba a premiar
con generosos regalos. El Maligno le decía a Jesús: dado que tú eres un el Hijo
de Dios eres una persona buena y eso hace que Dios te ame, por lo tanto puedes tirarte del pináculo del
Templo, porque con la gente buena como tú, Dios hace milagros y enviará a los
ángeles para salvarte.
La tentación nace
de una interpretación distorsionada de la Palabra de Dios. El Salmo 91 dice que
«No se acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda, porque a sus ángeles ha dado órdenes para
que te guarden en tus caminos. Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra» (cfr. Sal 90). Esta imagen de
Dios, Jesús la refuta porque es diabólica. Distorsiona la identidad de Dios que
es amor incondicional, que sólo hace el bien a todos, sean como sean los
hombres, ya sea bueno o malo, justo o injusto. Con Dios no se comercia, no hay
nada que darle; sólo uno puede recibir gratuitamente. Si te portas bien, si te
adhieres, si te unes, si sigues las indicaciones de Jesús realmente vivirás
como un hombre; sólo podemos darle gracias por la luz que él nos ha entregado,
pero él distribuye gratuitamente sus favores. El Dios que piensas que por
portarte bien te da un premio es un ídolo, es diabólico, es esta la tentación. En
esta tentación están involucrados muchos cristianos que creen en Dios y que
están convencidos de que se tienen que comportarse bien, pero luego piensan que
Dios les debe de proteger más que a los demás, protegerles de una manera
extraordinaria de todo mal cuando le invocan. De hecho, cuando ellos se ven
afectados por las desgracias, enfermedades, desastres –tal y como pasa al resto
de los hombres creyentes y no creyentes- se sienten sorprendidos y traicionados
y abandonados por su Dios. ¿Y ahora qué cosa dicen estas personas? Dicen cosas
tales como ¿para qué sirve la fe?, ¿para qué sirve comportarse bien si el Señor
nos trata como a los demás, como a todos aquellos que se comportan mal? Y
sostienen diciendo que si fuera un Dios intervendría con un prodigio y no
entienden el por qué no lo hace. Y ellos
llegan a la conclusión que ese dios no les protege por la simple razón de que
no existe ya que no ha intervenido para evitarles ese mal, esa enfermedad, esa
catástro, etc. Porque todo esto es un ídolo inventado por el Maligno.
Es la tentación que el pueblo de Israel
atravesó en el desierto, porque cuando les faltaba el agua ellos decían ‘¿el
Señor está con nosotros sí o no?’. Recordemos el capítulo 17 del libro del
Éxodo. Y de este modo ellos dudaban del amor de Dios. Cuando dice que « sus ángeles acerca
de ti, para que te cuiden», no es cierto pero no como el diablo lo
interpreta. En la Biblia los ángeles no tienen nada que ver con Hermes o
Mercurio con alas; ángel en la Biblia es todo aquel que se convierte en
mediador del amor de Dios, de su atención al pobre, de su ternura con los que
tienen una enfermedad o desgracia. Ángel es todo aquel que es mediador de la
bondad de Dios. Dios pone a estos ángeles a nuestro lado y nosotros estamos
invitados a ser ángeles para los demás para hacer presente esta ternura de Dios
en el mundo.
¿Cómo responde
Jesús a esta tentación de adorar a ese dios que era venerado de ese modo
comercial y de trueque en el Templo? Le responde «No tentarás al Señor, tu Dios”». El
que ama se fía de la persona amada y no necesita de ninguna prueba. No tiene el
por qué pedirle una prueba de amor, porque pedir pruebas de amor indica que hay
dudas. Jesús cancela para siempre la relación comercial con Dios porque esto
ofende a Dios. Jesús, cuando fue ajusticiado y crucificado, ¿por qué Dios no
interviene y se pone de parte del justo? ¿Por qué guarda silencio cuando su
Hijo estaba siendo azotado, burlado, con la cruz acuestas y crucificado? ¿Por
qué los malvados deben triunfar sobre el
justo? ¿Por qué Dios no interviene para desenmascarar la falsedad de Anás y de
Caifás? Estas son preguntas que pudieron pasar por la mente de Jesús. Y son
preguntas que todos tenemos ¿por qué han hecho a este responsable de un equipo
o superior en una empresa cuando es un embustero y mentiroso? ¿Por qué la vida
es a menudo injusta y cruel con los débiles y Dios no actúa? En estas preguntas
está la tentación. La tentación es el dudar del amor de Dios. Jesús nos dice
que no pongamos a prueba el amor del Señor. O te fías o no te fías de Dios. Jesús
nunca pidió al Padre una prueba de su amor, nunca dudó de la fidelidad y del
amor de Dios.
Continúa la
palabra diciendo que
«Acabada toda
tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión».
En estas tres
tentaciones se resumen todo lo sucedido en la vida de Jesús. Jesús fue tentado
de todas las maneras posibles: el modo de comportarse con nosotros de un modo
incorrecto con las realidades materiales y de modo incorrecto con los que están
a nuestro lado y con una relación incorrecta con Dios; y él siempre ha salido
victorioso de estas tentaciones.
Nos dice que el
Maligno se marchó hasta otra ocasión. En el evangelio de Lucas, Satanás no
aparece más. Aparece en el capítulo 22 cuando se dice que Satanás había entrado
en Judas para que pactase con con los Sumos Sacerdotes cómo entregarles a
Jesús. Y ante la situación más dura donde Jesús fue tentado, estando clavado en
el madero de la cruz, Jesús responde a esa tentación con las palabras que son
victoriosas: «Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu» (cfr. Lc 23, 46). Así es como en Jesús se presenta la
victoria sobre esta duda sobre el amor de Dios: Dios siempre nos ama de un modo
incondicional.
Jesucristo siempre ha confiado en el amor del Padre; nunca necesitó de pruebas.
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