miércoles, 31 de octubre de 2007

Son ejemplo en el amor y en el testimonio de una fe por la que se muere, pero perdonando a quien mata.

El domingo pasado, en Roma se han beatificado 498 mártires españoles. Estos 498 hermanos nuestros que han sido beatificados no son mártires de un pensamiento ideológico ni político. Ellos son ejemplo en el amor y en el testimonio de una fe por la que se muere, pero perdonando a quien mata.

Una de las virtudes más importantes de la doctrina cristiana es el perdón. Y el perdón, hoy por hoy, se cotiza muy bajo en la bolsa de nuestra sociedad. Excluirlo de nuestra sociedad, quitar del medio el perdón en nuestra sociedad resulta muy rentable para los propagadores del odio; cuando alguien es incapaz de perdonar, está mucho más desvalido porque ese dolor le va desgastando. De este modo las personas se vuelven más receptivas a mensajes como los que nos llegan ahora que tratan de sacar todo el odio, toda la agresividad, todo lo malo que tenemos en nosotros.

Todos los cristianos estamos llamados a ser santos, hay una llamada universal a la santidad. Cada cual desde su propio estado de vida, unos como matrimonio, otros como solteros, otros como sacerdotes o consagrados, otros desde su estado de viudos, cada cual desde donde se encuentre. Y esta vocación a ser santos sí que es posible, no sólo es posible sino que hoy celebramos a todos aquellos que lo han conseguido con la ayuda divina y la Iglesia nos estimula a imitarlos.

Todos nos damos cuenta que seguir las huellas de Jesucristo es algo muy exigente. A Jesucristo no se le puede seguir de cualquier manera. No se a ustedes, pero uno, cuando intenta ser coherente con lo que cree, que pretende ser fiel a la amistad con el Señor, enseguida se da cuenta de la cantidad de veces que la fidelidad brilla por su ausencia. Y uno tiene que volver a acudir al sacramento de la Reconciliación para retomar los pasos en esa amistad íntima con Jesucristo. Nosotros no vamos detrás de una ideología, nosotros vamos detrás de una persona llamada Jesús de Nazaret, el cual es el Hijo de Dios.

Los santos son los que han seguido, de un modo heroico, los pasos del Señor Jesús. Se han desgastado amando y perdonando, trabajando por los demás y disculpando. Son aquellos que ante los enemigos o contrincantes sólo ven a hermanos dignos de ser amados.

Últimamente me está dando miedo la postura radical y militante que están adoptando personas de iglesia, cristianos practicantes, ante o frente cuestiones que ahora están en el candelero social. Tristemente se nos está colando la concepción de que los que piensan de un modo muy diferente a nosotros, de todos aquellos que quieren construir una sociedad sin Dios, son enemigos a los que hemos de atacar de cualquier modo. Eso no es correcto ni cristiano.

Cristo nos dice que recemos por nuestros enemigos, pero lo que no dice es que luchemos contra nuestros enemigos, porque son hermanos nuestros. ¿Dónde queda el aspecto martirial de la Iglesia?, ¿Dónde queda el ejercicio supremo del amor perdonando a aquellos que nos persiguen?.

El cristiano está llamado a alzar la mirada a Dios, a ser creativo en el seguimiento fiel a Nuestro Señor Jesucristo. Ante las diversas posturas que se nos plantean social o políticamente, nosotros estamos invitados a ejercer nuestra creatividad en el arte del amor. Estamos llamados a buscar vías, caminos nuevos que nos ayuden a crecer de tal modo que en situaciones difíciles podamos extraer buenos frutos. Los santos a lo largo de la historia han sido personas creativas. El amor crea situaciones nuevas que nos ayudan a madurar, sin embargo el odio genera división, recelos y nos quedamos raquíticos cristianamente hablando.

He empezado diciendo que estos 498 mártires españoles son ejemplo en el amor y en el testimonio de una fe por la que se muere, pero perdonando a quien mata.

Cristo nos pide que dejemos de pensar con los criterios de este mundo y que empecemos a dejarnos conquistar por los criterios del Evangelio. Donde haya odio, ponga yo amor, donde haya división, ponga yo unión.
Y sobre todo y ante todo: CRISTO EN EL CENTRO DE NUESTRO CORAZÓN. Así sea.

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