sábado, 6 de octubre de 2007

Me fio de Jesucristo porque me ha dado pruebas de su amor...

Hoy la Palabra de Dios nos saca a la palestra el tema de ‘la fe’. Para mucha gente la fe es creer lo que no vemos con nuestros ojos. Sin embargo esta no es una respuesta adecuada para un cristiano. Fe es poner nuestra confianza en alguien del que nos fiamos porque nos ha dado pruebas de su amor. El garante de nuestra fe es Jesús de Nazaret, el Cristo.

No hace mucho un compañero que es profesor de religión en secundaria me contaba que haciendo una encuesta con sus alumnos para conocer en que cosas creían los muchachos y se encontró con una sorpresa. Partiendo de los diversos puntos del Credo, o sea, creo en Dios, que es Padre… etc., les fue poniendo en tres columnas las tres opciones, si creían, si tenían sus dudas o si simplemente no creían. Todo esto de un modo anónimo, para que tuvieran la máxima libertad de expresarse sin temor. Mi compañero se encontró que la mayoría sí creía en Dios Padre, del mismo modo creían en el Hijo, alguno sólo lo concebía como un hombre extraordinario del estilo de los grandes personajes históricos. Ya surgían las dudas con respecto al Espíritu Santo, pero aún así un tanto por ciento elevado creía. Pero donde se dio el desplome casi total fue cuando llegó el apartado de la fe que toca eso de la resurrección de los muertos. Algunos sí que creían que Jesucristo había resucitado pero no tenían tan claro que nosotros también resucitemos. Y otros dudaban sobre la resurrección de Cristo pero creían que sí que habría un más allá después de nuestra muerte. Y me comentaba este compañero profesor de religión que era bastante difícil que entendieran estos muchachos la celebración de la Eucaristía cuando lo que precisamente celebramos es la presencia viva y real de Cristo entre nosotros. ¿Cómo van a celebrar algo de lo que no creen o tienen unas grandes dudas?. Tal vez demos por supuestas cosas que, en realidad no lo están. Es cierto que la fe es un regalo de Dios, pero también es cierto que tenemos la obligación de alimentarla y testimoniarla.

La fe no es un título que adquirimos ni tampoco un producto que podemos comprar en un mercadillo. La fe es algo vivo y a la vez quebradizo, que se muere sino se la alimenta y se quiebra sino se la cuida. Sabemos por experiencia propia que hay altos y bajos en esto de la fe. Y esto es sencillo, porque cualquier circunstancia dolorosa nos hace dudar… pero sobre todo tiene que prevalecer nuestra fidelidad a Jesucristo.

Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él, por lo tanto subió sin compañeros.

Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció.
La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, la luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.

Subiendo por un acantilado, a solo unos pocos metros de la cima, se resbaló y se desplomó por el aire, cayendo a velocidad vertiginosa. El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida.
Pensaba en la cercanía de la muerte, sin embargo, de repente, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña.
En ese momento de quietud, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar: AYÚDAME DIOS MIO!!!.
De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó:

-¿QUE QUIERES QUE HAGA? –a lo que el alpinista atemorizado le contestó:
- Sálvame Dios mío.
Dios le volvió a preguntar -¿REALMENTE CREES QUE YO TE PUEDA SALVAR?.
-Por supuesto Señor. –Dijo el alpinista lleno de miedo.
-ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE...

Hubo un momento de silencio; el hombre se aferró más aún a la cuerda....

Cuenta el equipo de rescate, que encontraron a un alpinista colgando muerto, congelado, agarradas sus manos fuertemente a la cuerda... A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO...

¿Y tú?, que tan aferrado estás a tu cuerda queriéndolo tener todo “atado y bien atado”... ¿Te soltarías?.

No dudes nunca de Dios. Nunca debes decir que Él te ha olvidado o abandonado. No pienses jamás que Él no se ocupa de ti. Recuerda siempre que Él te sostiene de su mano.

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