sábado, 27 de agosto de 2016

Homilía del Domingo XXII del Tiempo Ordinario, ciclo C

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo C                28 de agosto de 2016
            En los grandes acontecimientos sociales los invitados distinguidos por su edad o posición social llegan ordinariamente los últimos. Y como algunos, además de llegar los últimos vienen confusos pues tiene que ocupar los lugares que aún quedan o sea los últimos. Resulta significativo que Jesucristo diga esto a los judíos de su tiempo, sobre todo a los fariseos y entendidos en la Ley, cuando ya en el Antiguo Testamento –en concreto en Proverbios 25, 6-7, - tienen una exhortación a ocupar voluntariamente el lugar más bajo. Entonces ¿por qué no hacen caso a la Palabra de Dios y siguen deseando destacar sobre los demás? Esta cita del libro de los Proverbios nos instruye con estas sabias palabras: «No te atribuyas honor delante del rey y no te coloques en el lugar de los grandes. Pues es mejor que se te diga: «Sube aquí», que verte humillado ante el rey». Jesús critica el comportamiento orgulloso y el orgullo conduce a la caída. Hay una frase que me resultó edificante y la quiero compartir. Una mujer pregunta a un hombre: «¿Qué haces? »- a lo que el hombre le contesta: «Mato a mi orgullo». –La mujer extrañada de la respuesta sigue preguntando: « ¿Y para qué? »- A lo que el hombre le dice: «Para decirte que me haces falta».
            Santa Teresa de Jesús ya nos dice que «la humildad es la verdad». El humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno y lo malo como malo. En la medida en que un hombre es más humilde crece una visión más correcta de la realidad. Además la soberbia y el orgullo lo infectan todo. No le importa dejar en mal lugar a los demás para quedar él bien. Y esto le vale hasta que “se encuentra con la horma de su zapato” y le coloca en su puesto ‘poniéndole todos los puntos sobre las ies’.
            Es interesante esta Palabra, entre otras cosas, por lo actual que es. En cada comienzo de legislatura siempre solemos tener el típico revuelo: el reparto de escaños en el Congreso en España. Lo que parece interesar son los lugares estratégicos donde las cámaras de televisión suele enfocar. Y claro, los escaños del fondo nadie los quiere porque ‘no se les ve’. O de aquellos que haciendo uso del cargo relevante que ostentan saben obtener su propio provecho, sin deparar en las consecuencias que sus malas acciones puedan ocasionar. Muchos no sirven, sino que se sirven del cargo. Conocía a varios señores que se encargaban de adjudicar las diferentes tipos de obras públicas a empresas, y milagrosamente todas las navidades estos señores recibían unas cestas navideñas y unos jamones de pata negra exquisitos. Y sospechosamente cambiaban de coche de una gama alta a otra aún mejor. Estos señores se pensaban que se lo regalaban porque tenían mucha amistad con ellos y porque ellos eran los mejores de todas las personas conocidas. Lo curioso es que tan pronto como dejaron el cargo, los jamones y todo desapareció. Que es tanto como decirles: «Haga el favor de quitarse de ese lugar que no le corresponde y vaya donde realmente usted tiene que estar».
            La gente entendida en economía suelen decir que el valor del dinero, originalmente estaba respaldado por una cantidad de oro. Eso implicaba que los gobiernos tenían que tener reservas de oro bajo custodia porque literalmente cualquier ciudadano podía ir a un banco y reclamar oro por su efectivo. Esto ha ido evolucionando y actualmente el valor del dinero surge a partir del aval y la certificación de la entidad emisora, como el Banco Central. Por lo tanto lo que avala el valor de ese billete o monedas que llevamos encima es la entidad emisora. Si la entidad emisora no lo avalase, no garantizase ese valor, tendríamos un papel o un trozo de metal inservible. Si el Señor me dice «cédele el puesto a éste» me está dejando muy claro que no valgo tanto como yo me pensaba. Uno se tenía por muy valioso, una persona muy necesaria e imprescindible y resulta que Jesucristo, que es precisamente aquel que me avala en mi valor, me manda a ocupar el último puesto.  Ésto es una señal de advertencia escatológica que apunta directamente al banquete celestial.
            Supongamos que hemos leído una novela de intriga policíaca, con asesino y víctimas incluidas. Al leerlo conocemos los personajes, la intriga, el suspense creado, las mentiras que se han ido entrelazando para ocultar la verdad del asesinato, etc. Si esa novela la llevan al cine, jugamos con mucha ventaja, porque conocemos al asesino desde el minuto primero. Nosotros ante los hombres podemos aparentar o escenificar lo que queramos, pero es que el Señor se conoce de sobra la novela de nuestra vida y a Dios no se le puede engañar.
            Sólo aquel que ante Dios renuncia a su propia justicia, ha demostrado ser humilde confiando en el Señor y ha servido como un esclavo para propagar el Evangelio de palabra y obra será el que pueda escuchar aquellas palabras salidas de los labios del Maestro: «Amigo, sube más arriba».




Lecturas: Eclo 3, 17-20.28-29; Sal 67; Heb 12,18-19.22-24a; Lc 14,1.7-14
28 de agosto de 2016

capillaargaray.blogspot.com

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