sábado, 13 de agosto de 2016

Homilía del Domingo XX del Tiempo Ordinario, Ciclo C

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo C             14 agosto 2016
         Hermanos, ¡estamos en guerra! Y estamos en guerra contra Satanás y Cristo nos llama a filas para luchar en primera línea de batalla. Satanás y sus esbirros no nos atacarán con armas de largo alcance, ni con gases venenosos ni con artillería ligera o pesada. Nos atacará intentándonos seducir, para que nuestra voluntad sea doblegada y caigamos rendidos ante sus pies. Satanás no usará su traje auténtico con el tridente y los cuernos y patas de cabra, sino que se vestirá de la manera más seductora, atractiva y cautivadora de todas. La estrategia lo domina muy bien porque es tan ruin y miserable que conoce todas nuestras debilidades y desde ahí ordena su más eficaz de las ofensivas.
         Estamos en guerra y los que somos del bando de Cristo debemos de saber guiar a hombres y mujeres fuertemente secularizados por culpa de las ideologías imperantes. Personas que son como ovejas perdidas sin pastor viven en la ambivalencia, que viven entre preguntas existenciales que ni siquiera quieren formularse, pues saben que la respuesta les puede incomodar. Se actúa de tal modo que ser cristiano se reduce a una serie de momentos puntuales que suelen tener lugar en el templo y ahí se concluye, como una vía de tren que muere en un punto dado. En el fondo se busca la comodidad de estar siempre al lado de la mayoría y no el testimonio valiente que implica nadar contra corriente cuando haga falta.
         No esperemos que los que tengan altos cargos de responsabilidad en las diócesis o en las parroquias vayan a tomar la iniciativa en esta lucha contra Satanás o bien porque carezcan de valentía o bien porque no se crean que Cristo hace nuevas todas las cosas. Nadie es inmune a la apatía y a la frivolidad. Todos, infinidad de veces, debemos de ir al Sagrario a calentar el alma porque el frío reinante en el mundo nos llega a congelar. Porque somos cobardes y tenemos que retomar las fuerzas estando con Cristo. La iniciativa contra el mal lo tenemos que tomar nosotros, no esperamos que los demás tomen la iniciativa, porque seguramente no la tomen. Intensifiquemos nuestra oración, cuidemos los detalles de amor para con el Señor y para con los hermanos, hagamos sacrificios y mortificaciones por amor a Dios y como ayuda a aquellos que lo necesiten, en virtud de la Comunión de los Santos. En palabras de la Carta a los Hebreos: «Corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos nuestros ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús (...)».
         Cuando la televisión nos pone imágenes de ciudades bombardeadas, con edificios ruinosos es cuando caemos en la cuenta de cómo la zarpa de la guerra genera daños importantes e irreversibles. En nuestra guerra contra el pecado no vemos imágenes de desolación pero sí que experimentamos la pérdida del realismo y la pérdida de la humanidad. Hace unos meses UNICEF, para crear consciencia sobre la desigualdad a la que se enfrentan los niños del mundo y cómo eso afecta a su futuro y el de sus familias realizó un experimento social. Una niña de unos seis años iba a aparecer mostrándose perdida y desorientada en una gran zona de terrazas tanto de restaurantes como de cafeterías. En la primera parte de este experimento sociológico a la niña le habían vestido muy elegante, bien aseada, perfumada. Al principio las personas se le acercan y le preguntan si está perdida y le hablan amorosamente. Incluso se sienta a la mesa con los comensales, pero cuando un poco más tarde la misma niña viste distinto, con harapos, con la cara sucia, todos la ignoran. Incluso la empujaban y las mujeres cogían de la mano sus bolsos y algunos llamaban a los camareros para que echasen a esa niña molesta de allí.  Nos damos cuenta de cómo el mal, el pecado gana terreno, vemos sus consecuencias, por eso es fundamental hacer una contraofensiva.
         El profeta Jeremías estaba en esta línea de luchar ‘a brazo partido’ contra el mal. Y el profeta Jeremías desde ese aljibe, desde ese pozo seco, repleto de lodo seguía profetizando con la esperanza de ser oído y así incitar al pueblo a la conversión. Sabía que estar al lado de Dios le iba a acarrear muchos pleitos, muchos problemas y un sin fin de quebraderos de cabeza. Pero sin embargo estaba contento porque seguía al correcto, al Dios de Israel.  
         Sin embargo, en esta guerra contra el pecado debemos de recordar que el principal enemigo lo tenemos dentro: nuestra soberbia, nuestros odios, nuestro particular pecado que nos vicia en todo lo que hacemos, pensamos y amamos. Mi hermano tendrá la habilidad de ‘sacarme de mis casillas’, pero es que mi hermano no es mi contrincante, sino una oportunidad de oro para crecer y madurar en el amor. Mi contrincante es mi pecado que no me permite ver esa oportunidad que Dios me ofrece. Satanás te dice: «tú estas genial, es el otro el que tiene toda la culpa», y de este modo nos engaña.

         Dice el Señor: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!». Sólo al lado de Cristo podremos reponer las fuerzas, calentar con el fuego de su Espíritu Santo nuestras almas para poder así frente en ‘nuestra pelea contra el pecado’.

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