DOMINGO XXI DEL TIEMPO
ORDINARIO CICLO C
Lectura del Profeta Isaías 66, 18-21
Sal 116, 1. 2 R. Id al mundo entero y predicad el
Evangelio
Lectura de la carta a los Hebreos 12, 5-7. 11-13
Lectura del santo evangelio según San Lucas 13,
22-30
Esto de 'la puerta estrecha' no nos
suena muy bien. Cualquier persona normal si tiene dos puertas por donde entrar,
lo normal es que entre por la puerta grande, no entra por la puerta estrecha
que le cuesta más trabajo. Es algo que se entiende como lógico y como lo más
sensato. Uno entra por la puerta grande, donde hay amplitud, no te chocas
contra nada, podemos entrar varios a la vez sin problema. En cambio si vas a
atravesar por una puerta estrecha tienes que tener cuidado en no darte con la
cabeza y no rozarte con las jambas de esa puerta, además te genera una sensación
de agobio, de incomodidad. Uno entra por el Pórtico de la Gloria de la Catedral
de Santiago de Compostela y uno se encuentra bien a gusto porque hay espacio y mucha belleza. Es
que uno entra mejor por puerta amplias y espaciosas.
Pero atención hermanos, esto no nos
lo dice el Señor para fastidiar, como si se tratase de esos dioses paganos que
decían que 'tú necesitas pasar por una serie de pruebas antes de acercarte a
mí'. Los dioses paganos ponían requisitos muy exigentes a los hombres para que
únicamente pudieran estar ante su presencia. Debían de pasar una serie de
pruebas, sacrificios y muchas ofrendas para purificarse y así presentarse ante
esos dioses paganos. Imagínense que para estar ante esos dioses uno tuviera que
pasar por las numerosas pruebas de iniciación para poder entrar en una de esas hermandades
o fraternidades universitarias que nos retratan las películas americanas. Aquí la
imaginación es muy amplia. Claro, pero esta idea de ese tipo de dios es algo
dañino. Porque te va probando tanto y va 'dándote tantas largas', que te va
mostrando que no te quiere. Sólo quiere saber si eres fiel, pero no te quiere. Va
probando tu corazón a fuego, pero no te quiere.
¿Entonces qué quiere decirnos el Señor con
esto de la puerta estrecha? Que todas
las cosas referidas con lo humano requieren esfuerzo. Ya nos lo dice el
libro de los Proverbios: «Todo esfuerzo
tiene recompensa» (Prov 14, 23). Todo esfuerzo da su fruto. En la oración
que rezamos al Espíritu Santo le decimos: «Por
tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito». Cualquier cosa que
quieras en tu vida como valiosa te requerirá esfuerzo. Y esfuerzo a todos los
niveles; afectivo, intelectual y de voluntad. Pensemos en un deportista
profesional, las horas de entrenamiento, el régimen de comidas, la privación de
muchas cosas para poder conseguir la ansiada medalla. O en la pareja de novios,
en la vida matrimonial donde se dan días de sol pero también de buenos nubarrones,
donde se han de 'poner las manos a la obra' y esforzarse para ir dando
respuesta a la voluntad que Dios tiene para ellos. Todo requiere esfuerzo. Esto es la puerta
angosta.
Me viene a la mente una conversación
que tuve con un amigo ya hace tiempo. Él estaba estudiando segundo curso de
derecho civil y me contaba que si le ofrecían ya el título como licenciado, él
no lo iba a aceptar. Porque lo que él buscaba era adentrarse en el estudio para
descubrir la razón de porqué el legislador dictó esa norma, que se consiguió
con ella. Como si cogiera el bisturí y empezara a diseccionar, analizar para
conocerlo en profundidad. Y esto me conmovió porque me dije: 'Esta es una
persona de verdad'. Porque qué fácil es
sentir el barniz de las cosas: sabes un poquito de música, un poquito de
historia, un poquito de aquello y de lo otro. Un poco de barniz de fe: reza un
Padre Nuestro; Un poco de barniz de amor: Tu ama un poco; Un poquito de aquello
y de lo otro. Y terminas siendo una
persona que no ha entregado su vida a nadie. Tienes muchas cosas pero
'pilladas por los pelos', porque no has entrado por la puerta angosta.
La vida es mucho más que lo que
produce en un embarazo. Las mujeres que han sido madres cuando estaban
embarazas se han enterado de poco. Me explico: se han ido enterando del
embarazo por las consecuencias que llevan en sí, los vómitos, te cambia el
talante, te sientes mareada a veces…Pero lo que ocurre dentro del vientre de la
madre es un misterio tan grande que surge por sí solo. Esto no nos vale para la
vida de un cristiano, porque las cosas
de Dios no suceden sin contar conmigo. En el embarazo las cosas 'vienen
dadas a la madre'. La madre siente las consecuencias de ese embarazo. Pero en
las cosas de Dios no funciona automáticamente, implica una colaboración activa
con Dios.
Esta sociedad nuestra está ideada de
tal modo para que uno no se mueva, para que no haga ni el más mínimo esfuerzo y
así estés preso de la atención de lo que te están ofreciendo.
Y en este entrar por 'la puerta
estrecha' los hermanos tienen un cometido muy importante. Los demás tienen el
cometido de ayudarme para que yo permita dejar paso a Dios en mi vida. Por eso
la Carta a los Hebreos nos dice: «Aceptad
la corrección, porque Dios os trata como a hijos». De esta manera el entendimiento, la
afectividad y la voluntad se ponen a colaborar estrechamente con la gracia
divina, entonces Dios ha entrado en ti de una forma nueva y podamos
experimentar lo que con tan bellas palabras nos lo recita San Juan de la Cruz:
«¡Cuán
manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras!
Y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras».
(Llama
de amor viva, canción 4)
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