sábado, 9 de mayo de 2015

Homilía del Sexto Domingo del Tiempo Pascual, ciclo b

DOMINGO VI DEL TIEMPO PASCUAL, 10 de mayo 2015
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-35. 44-48
Sal. 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. R: El Señor revela a las naciones su justicia
Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 4, 7-10
Lectura del santo Evangelio según San Juan 15, 9-17    

            En la cultura dominante podemos palpar una visión atea del mundo. Esta visión atea del mundo funciona como un dispositivo de inhibición de frecuencias que están ideados para impedir la comunicación o dejar 'fuera de cobertura' a Dios de nuestras vidas. Nada favorece la difusión del Evangelio, e incluso aquellos que vamos reptando o gateando -algunos dando algún tímido pasito- hacia Cristo nos sentimos atraídos, seducidos por lo mundano.

            ¡Que sí!, que decimos que nos convence el proyecto de amor que Cristo nos plantea, pero la vista 'se nos nubla' cuando caemos en la cuenta de que uno se encuentra por la calle. ¡Que sí!, que decimos que sentimos gozo espiritual al sentirnos y sabernos perdonados por Dios, pero hay algo dentro de nosotros que nos arde por dentro cuando alguno nos la lía. ¡Que sí!, que decimos que deseamos vivir un tiempo libre sano, pero permitimos ser fuertemente tentados -y algunos hasta acceder a esa tentación- ante los botellones y ese ambiente nocivo. ¡Que sí!, que nos conmueve en el interior contemplar el dolor ocasionado por una desgracia de grandes dimensiones -un terremoto, una epidemia, una guerra donde miles de personas lo están sufriendo-, pero tan pronto como hacemos zapping con el mando a distancia y encontramos otra cosa que nos guste se nos pasa ese sentimiento. ¡Que sí!, me comprometo en educar en la fe a mis hijos, pero en mi vida familiar no se reza, no me muevo con los criterios cristianos, incluso no sé a qué parroquia pertenezco, los domingos los vivo como un pagano sin santificarlos. ¡Que sí!, que en mi parroquia se va a evangelizar y vamos a entrar en la dinámica que tanto insiste el Papa Francisco, pero luego todo se queda 'en papel mojado', las palabras se las lleva el viento, y se hace más de lo mismo. Como se pueden dar cuenta, ese inhibidor de frecuencias está funcionando a las mil maravillas, dejando totalmente 'fuera de cobertura' a Dios de nuestras vidas.

            Sin embargo, menos mal que hay rebeldes que ya se las apañan para no dejarse afectar por ese inhibidor de frecuencia. ¿Y que tienen esos rebeldes de especial para poder esquivar el efecto de ese inhibidor? Tienen a un gran aliado, al Espíritu Santo. Fue el Espíritu Santo el que puso en camino a Pedro a casa de Cornelio. Cornelio no era judío, era pagano, centurión romano. Antes sólo proclamaban el evangelio a los judíos, quedando los paganos al margen. Era como si el ya famoso inhibidor de frecuencias impidiese a los paganos escuchar el Mensaje de Cristo, pero viene el Espíritu Santo y desenchufa de la corriente el aparato que tanto ha estado incordiando. Y claro, al dejar de funcionar los paganos empiezan a escuchar la Palabra y se convierten a Cristo. De tal modo que Cornelio es el primer pagano que es recibido como cristiano por uno de los apóstoles, y esto es ya un hecho sin precedentes. En el momento en que ese pagano, Cornelio, escucha la proclamación del KERIGMA se le iluminan los ojos y adquiere un sentido de plenitud su vida y todos aquellos que le rodean.       

            Además, en la segunda lectura, de la primera carta del Apóstol San Juan ya nos lo repite: «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de Él». Es decir, y aquí nos viene todo un dilema: ¿Se acuerdan ustedes de aquel juego de buscar a Wally todo él escondido en medio de un sin fin de imágenes y objetos? Sí, Wally, ese personaje de ficción vestido siempre con su jersey de rayas horizontales rojo y blanco, gafa, pantalón vaquero y su gorro de lana también de rayas. Pues aquí, deberíamos de hacer un ejercicio algo parecido: Buscar a Jesucristo en mi hogar, con los míos; buscar a Jesucristo en mi actividad profesional; buscar a Jesucristo en mi parroquia; buscar a Jesucristo es mis relaciones personales, etc. Y tal vez les pueda suceder que se den cuenta que en todos o en casi todos los aspectos de nuestra vida y en nuestras relaciones haya un gran ausente: Jesucristo. Porque atención: el hecho de estar en la Iglesia no supone que hayamos aceptado y estemos acogiendo a Cristo en nuestra vida. Porque podemos estar bautizados y estar totalmente sometidos y sumisos a ese inhibidor de frecuencias. Y ojo, de esto no nos salvamos ni los presbíteros. Sin embargo el simple hecho de empezar a echar de menos a Cristo ya es de por sí un fruto del Espíritu Santo.

            Cristo nos lo recuerda: «No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure».

            En la medida en que acojamos al Espíritu de Cristo que viene a nosotros nos iremos convirtiendo en potentes emisores que lancen las ondas del Evangelio allá en donde nos encontremos.

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