A todos nos gusta que nos
digan lo que tenemos que hacer para no
sufrir. La mayoría de esos consejos suelen ser bastante poco afortunados. Hace
no mucho, sin yo pretenderlo, escuché en el hospital, de una conversación muy
poco lúcida. Una señora de mediana edad, convaleciente de una intervención
quirúrgica, estaba ‘poniendo verde’ a su
esposo delante de su amiga. Y su amiga, como un mago que se ‘saca de su
chistera la solución mágica’ le dice: « ¿Qué
necesidad tienes de soportar a tu marido?, ¡divórciate de él y así que te deje
en paz!» Para esta paciente hospitalizada, su esposo era su cruz. Y esta mujer, al no aceptar su cruz, se
estaba dejando convencer por la catequesis de Satanás. Satanás le va
adoctrinando e introduciendo su veneno, y
lo curioso es que Satanás ‘te sabe vender muy bien la moto’, y siempre te
ofrece argumentos que además te parecen ser de peso para que le hagas caso a
él. Y como sabe que cuando uno lo está pasando mal desea que dicho trance
doloroso pase lo antes posible ya se encarga de ofrecernos 'de sus cosas' para
engañar el corazón del hombre y no vaya detrás de la Verdad.
Jesucristo no se ha
encarnado para engañarnos ni para hacernos perder el tiempo. Jesucristo ya
sabe, que son muchos los que le abandonan porque su mensaje es duro y exigente,
ahora bien, conduce a la Vida Eterna. Esa cruz dolorosa se ha de tornar en cruz gloriosa. ¿No te has
parado a pensar que quizá en esa situación de dolor, inquietud, malestar... el
Señor te va educando, guiando y fortaleciendo? Uno de los problemas que Dios
tiene contigo -y también conmigo- es que la felicidad que nosotros pedimos es
la que nos imaginamos. Y sucede que la felicidad que Dios nos quiere dar es
mucho mayor y no se puede imaginar. De acuerdo, esa esposa puede 'dar con la
puerta en las narices' a su esposo, simplemente porque no le soporta; esa
esposa puede comportarse del mismo modo cómo él se ha comportado con ella,
haciéndole exactamente lo mismo; y pasado el tiempo esa relación se llega a
enquistar perdiendo una gran oportunidad.
La carta a los Hebreos nos
dice que Cristo «ha sido probado en todo
exactamente como nosotros». Cristo nos comprende y sale a nuestro
auxilio. Posicionarse como cristiano en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia
implica reconocer que tenemos cruces. Que esas cruces las hemos intentado
ocultar, nos hemos 'hecho los despistados' porque no queríamos cargar con ellas
y por eso hemos tenido una serie de
comportamientos y actitudes -que desdicen de nuestra fe- pero que nos han
mantenido entretenidos. Es como si uno tiene un gravísimo problema de salud
y en vez de afrontar ese problema nos dedicamos a estar con morfina para evadir
el dolor. Y esto es 'pan para hoy y hambre para mañana'. Muchos de nuestros
comportamientos inapropiados y de los pecados que cometemos tienen como origen
nuestra cobardía por no reconocer la cruz que tenemos y por no abrazarla con
todas las fuerzas. El Demonio te dice -y me dice- que no tenemos cruces, que lo
que pasa es que Dios quiere que vivamos como si fuésemos menores de edad y que
no hay nada de malo en vivir en las claves del placer estando relajados.
Cristo se acerca a tu lado
y te habla al oído: «¿Quieres heredar la Vida Eterna? ¿quieres ser mi
discípulo?, pues, carga con tu cruz y sígueme». Dios no va a permitir que
achaques tu vida, ni que la vivas sin sentido. Lo que quiere es que te
preguntes sobre tu vida y así le digas: «Mi vida sin tí, Señor, no es vida».
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