sábado, 4 de abril de 2015

Homilía del Domingo de Resurrección, ciclo b


DOMINGO DE RESURRECCIÓN, ciclo b

            Hoy estamos celebrando un acontecimiento que sucedió en la historia y que trascendió la misma historia. Nosotros somos testigos de la resurrección. Ahora bien, ¿qué experiencia tengo yo de la resurrección para argumentar que soy testigo?; ¿Que he visto y qué he oído para afirmar que soy testigo de la resurrección? Y es más, dando una nueva vuelta de tuerca, ¿que supone ser testigo de la resurrección en mi vida cotidiana?

            Hay una película japonesa de un director llamado Akira Kurosawa que nos habla un hombre, un vieja funcionario público que arrastra una vida monótona y gris, sin hacer prácticamente nada. Durante treinta años no se ha preocupado más que de llevar esa vida rutinaria de trabajo. Vive con sus dos hijos sin mujer, porque ella falleció. Vive solamente para sus hijos porque es lo único que tiene. ¿Sabéis que le pasa? Que va al médico y  resulta que le diagnostican un cáncer incurable en el estómago. Se siente deshecho. Va a su casa y, sin encender la luz, se queda sentado en un sillón sumido en sus pensamientos. Es entonces cuando entran sus hijos que van hablando de a ver cuándo se muere su padre para poder heredar todos sus ahorros. De repente se le cae toda su vida. Todo lo que ha hecho no le ha servido de nada porque sus hijos nunca le han querido. Todo lo que ha ahorrado no le sirve ahora porque tienen cáncer y le quedan meses de vida. Todo se le derrumba de pronto. Con la certeza de que el fin de sus días se acerca, surge en él la necesidad de buscarle un sentido a la vida.

            Abrahán obedece y sube al monte. Su hijo, Isaac, le pregunta: «¿Dónde está la víctima para el sacrificio?», a lo que Abrahán le responde: : «Dios proveerá». Imagínense a un pobre viejo que subiría al monte con el corazón destrozado, diciéndose en su interior: : «¿Cómo es posible que Dios me mande esto?, ¿qué me mande Dios sacrificar a mi único y amado hijo?». Abrahán no entiende nada, pero piensa que Dios es poderoso y proveerá. Cuando nos ocurre una desgracia, un hijo que muere, una enfermedad agresiva, numerosas situaciones que generan un dolor muy hondo, si lo afrontamos bien abrazos a Cristo nos llegará a fortalecer notablemente. Es cierto que todos queremos que nos expliquen con precisión lo que nos sucede; queremos que Dios esté a nuestro servicio; a lo que Abrahán responde: «Dios proveerá». ¿Y cómo provee Dios? Dios frente al acontecimiento de muerte, provee un cordero; fijaos que acontecimiento de muerte tiene Abrahán, tener que sacrificar a su hijo. Pero Dios provee con un cordero: EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA LOS PECADOS DEL MUNDO. Jesucristo es ese Cordero que Dios ha provisto para todos tus acontecimientos de muerte. Imagínense el profundo dolor que han ocasionado la matanza yihadista en jueves santo contra los cristianos de Kenia matando a 147 universitarios por ser cristianos. O el avión que fue estrellado por el copiloto contra los Alpes franceses muriendo 150 personas el pasado mes de marzo. ¿Por qué Dios permite todo esto? ¿por qué Dios permite el cáncer de ese ser tan querido? ¿por qué permite que un hijo se nos muera? ¿por qué la muerte y el sufrimiento? Tú exiges que esto se te explique porque no lo entiendes. La cruz es símbolo de muerte. Y la gente dice: ¿Cómo, si Dios es tan bueno, puede llegar a permitir que los niños mueran de hambre o se maten en tantas guerras abiertas? Hermanos, LA CRUZ ESCANDALIZA AL MUNDO.

            La cruz es lo que nos destruye. Las cruces que tú tienes cada día: el trabajo que no te gusta, que no tienes dinero, que no sientes que te reconozcan tu labor, que tienes que vivir con tu suegra, todo lo que te destruye es tu cruz.

            Y frente a esta cruz, ¿cuál es la respuesta de Dios? Hacerla gloriosa y luminosa. Porque Dios siempre provee. Porque el Señor, de la muerte y del mal, saca la vida y el bien. Porque frente a ese acontecimiento de muerte que tú no entiendes el Señor te presenta el hecho de la resurrección.

            Yo he oído decir a padres y madres de familia que tienen ya un hijo en el cielo; yo he visto a una mujer en cuidados paleativos durante más de cuatro meses y tener en su interior más alegría y paz que yo; yo he visto a personas que les tienen que intervenir quirúrgicamente a vida o a muerte y estar con más serenidad en el rostro que el hombre más sano de toda la provincia. Estos hermanos nuestros y tantos más por medio de su cruz descubren que son muy limitados, que ellos no pueden, PERO QUE HAY OTRO QUE LES SALVA, JESUCRISTO RESUCITADO.

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