DOMINGO DE RESURRECCIÓN,
ciclo b
Hoy estamos celebrando un
acontecimiento que sucedió en la historia y que trascendió la misma historia. Nosotros
somos testigos de la resurrección. Ahora bien, ¿qué experiencia tengo yo de la
resurrección para argumentar que soy testigo?; ¿Que he visto y qué he oído para
afirmar que soy testigo de la resurrección? Y es más, dando una nueva vuelta de
tuerca, ¿que supone ser testigo de la resurrección en mi vida cotidiana?
Hay una película japonesa de un
director llamado Akira Kurosawa que nos habla un hombre, un vieja funcionario
público que arrastra una vida monótona y gris, sin hacer prácticamente nada. Durante
treinta años no se ha preocupado más que de llevar esa vida rutinaria de
trabajo. Vive con sus dos hijos sin mujer, porque ella falleció. Vive solamente
para sus hijos porque es lo único que tiene. ¿Sabéis que le pasa? Que va al
médico y resulta que le diagnostican un
cáncer incurable en el estómago. Se siente deshecho. Va a su casa y, sin
encender la luz, se queda sentado en un sillón sumido en sus pensamientos. Es
entonces cuando entran sus hijos que van hablando de a ver cuándo se muere su
padre para poder heredar todos sus ahorros. De repente se le cae toda su vida.
Todo lo que ha hecho no le ha servido de nada porque sus hijos nunca le han
querido. Todo lo que ha ahorrado no le sirve ahora porque tienen cáncer y le
quedan meses de vida. Todo se le derrumba de pronto. Con la certeza de que el
fin de sus días se acerca, surge en él la necesidad de buscarle un sentido a la
vida.
Abrahán obedece y sube al monte. Su
hijo, Isaac, le pregunta: «¿Dónde está la víctima para el sacrificio?», a lo
que Abrahán le responde: : «Dios proveerá». Imagínense a un pobre viejo que
subiría al monte con el corazón destrozado, diciéndose en su interior: : «¿Cómo
es posible que Dios me mande esto?, ¿qué me mande Dios sacrificar a mi único y
amado hijo?». Abrahán no entiende nada, pero piensa que Dios es poderoso y
proveerá. Cuando nos ocurre una desgracia, un hijo que muere, una enfermedad
agresiva, numerosas situaciones que generan un dolor muy hondo, si lo
afrontamos bien abrazos a Cristo nos llegará a fortalecer notablemente. Es
cierto que todos queremos que nos expliquen con precisión lo que nos sucede;
queremos que Dios esté a nuestro servicio; a lo que Abrahán responde: «Dios
proveerá». ¿Y cómo provee Dios? Dios frente al acontecimiento de muerte, provee
un cordero; fijaos que acontecimiento de muerte tiene Abrahán, tener que
sacrificar a su hijo. Pero Dios provee con un cordero: EL CORDERO DE DIOS QUE
QUITA LOS PECADOS DEL MUNDO. Jesucristo es ese Cordero que Dios ha provisto
para todos tus acontecimientos de muerte. Imagínense el profundo dolor que han
ocasionado la matanza yihadista en jueves santo contra los cristianos de Kenia
matando a 147 universitarios por ser cristianos. O el avión que fue estrellado
por el copiloto contra los Alpes franceses muriendo 150 personas el pasado mes
de marzo. ¿Por qué Dios permite todo esto? ¿por qué Dios permite el cáncer de
ese ser tan querido? ¿por qué permite que un hijo se nos muera? ¿por qué la
muerte y el sufrimiento? Tú exiges que esto se te explique porque no lo
entiendes. La cruz es símbolo de muerte. Y la gente dice: ¿Cómo, si Dios es tan
bueno, puede llegar a permitir que los niños mueran de hambre o se maten en
tantas guerras abiertas? Hermanos, LA
CRUZ ESCANDALIZA AL MUNDO.
La cruz es lo que nos destruye. Las
cruces que tú tienes cada día: el trabajo que no te gusta, que no tienes
dinero, que no sientes que te reconozcan tu labor, que tienes que vivir con tu
suegra, todo lo que te destruye es tu cruz.
Y frente a esta cruz, ¿cuál es la
respuesta de Dios? Hacerla gloriosa y luminosa. Porque Dios siempre provee.
Porque el Señor, de la muerte y del mal, saca la vida y el bien. Porque frente
a ese acontecimiento de muerte que tú no entiendes el Señor te presenta el
hecho de la resurrección.
Yo he oído decir a padres y madres
de familia que tienen ya un hijo en el cielo; yo he visto a una mujer en
cuidados paleativos durante más de cuatro meses y tener en su interior más
alegría y paz que yo; yo he visto a personas que les tienen que intervenir
quirúrgicamente a vida o a muerte y estar con más serenidad en el rostro que el
hombre más sano de toda la provincia. Estos hermanos nuestros y tantos más por
medio de su cruz descubren que son muy limitados, que ellos no pueden, PERO QUE
HAY OTRO QUE LES SALVA, JESUCRISTO RESUCITADO.
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