sábado, 26 de abril de 2014

Homilía del Domingo Segundo de Pascua, ciclo a

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA, ciclo a

LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2, 42-47
SALMO 117
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PEDRO 1, 3-9
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19- 31

            ¿Dónde reside nuestro amor y nuestra esperanza?¿Dónde quedan nuestros afectos, posesiones y esfuerzos tan pronto como la muerte nos arrastra con ella? ¿Dónde queda tantas noches sin dormir, tantas horas extraordinarias de trabajo, tantos enfados y reconciliaciones?¿Dónde quedan tantas ilusiones, proyectos, desafíos, amores perdidos y encontrados?¿Dónde? Si la muerte arrasa con todo y todo quedase reducido a la nada y al vacío ¿dónde quedaría nuestro amor y nuestra esperanza? El salmista ya nos avisa:

            «El hombre es como un soplo;
            sus días, como una sombra que no deja huella» SALMO 144,4

            A todas esas preguntas del dónde, dónde encontramos la respuesta: ¡En Cristo Resucitado! Cristo es nuestra única esperanza y Él hace nuevas todas las cosas. Cristo hace nuevo tu matrimonio, tu ser estudiante, tu ser consagrada, tu ser profesional, tu ser persona, mi ser presbítero. ¡Cristo hace nuevas todas las cosas! y lo hace porque está vivo y presente en todos aquellos que le deseemos acoger. El problema reside en que estamos acomodados a una existencia mediocre y estamos apoltronados en la pereza, bajo los efectos de la anestesia que nos administra el Demonio.

            A Cristo Jesús le encontramos en la Comunidad Cristiana; nos bendice con su presencia; nos otorga su paz. Donde no hay comunión no se puede dar la evangelización; dónde no hay perdón y deseo auténtico de abrazar al hermano con el que uno está enemistado es imposible que pueda darse el testimonio creyente en Cristo. ¿No se dan cuenta ustedes de cuántas parroquias y comunidades cristianas se van quedando estériles sin vocaciones, sin familias cristianas, sin personas que se quieran comprometer con la iglesia simplemente porque no hay comunión en el amor,  se da muy poco celo pastoral por llevar a las almas a Cristo y no dejamos que el Resucitado conduzca el timón de nuestras existencias?

            San Pedro, en la carta que hoy ha sido proclamada, nos escribe estas palabras: Dios «nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que está reservada en el cielo». Y además nos dice que no estamos solos en la vida cristiana, que el cristiano no está arrojado en las cunetas de la existencia, sino que la fuerza de Dios está con nosotros y nos custodia en la fe para que nos salvemos.

            Y se pueden preguntar ¿qué experiencia tengo yo de que Dios me custodia en la fe? ¿qué experiencia tengo yo de la presencia sanadora de Cristo en mi vida?¿cómo puedo dar yo razón de mi fe, de lo que yo creo realmente? Hace poco me han dado la noticia de una mujer madrileña que estando embarazada de seis semanas le dicen los médicos que ese embarazo «es inviable», que supondría un reposo total y absoluto. De tal modo que ni podría levantarse de la cama del hospital ni para ir al servicio. Reposo total y absoluto. Y los médicos le recomendaron que interrumpiese el embarazo, o sea, que matara al hijo que llevaba en su seno. Ella junto a su esposo, los cuales son cristianos lo rezaron juntos y tomaron la siguiente determinación: Si Dios había querido que ese niño estuviese en ese momento en el seno materno, Él mismo que lo empezó que sea Él también el que lo lleve a feliz término. Y la mujer estuvo sin moverse, postrada en la cama de la habitación del hospital durante todo el embarazo dando testimonio de su fe a médicos, enfermeras, enfermos e incluso personas que querían escuchar su testimonio. Cristo quiso usar esa circunstancia para que conociese mucha gente cómo es de intenso el amor de Dios. El niño nació sano y ahora tiene en torno a dos años.  Ahora quien vea a ese niño verá el amor de Dios y podrá decir: Realmente Dios ha hecho obras grandes y cómo la solicitud amorosa del Resucitado estuvo presente, sostuvo y llevó a término esto, ya que CRISTO HACE NUEVAS TODAS LAS COSAS.

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