sábado, 19 de abril de 2014

Homilía del Viernes Santo 2014, ciclo a

VIERNES SANTO 2014,  18 de abril de 2014

LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 52, 13-53, 12
SALMO 30
LECTURA DE LA CARTA A LOS HEBREOS 4, 14-16; 5, 7-9
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN 18, 1-19,42

            Avergonzarse ante Cristo crucificado es una gracia. Jesús es un auténtico maestro en sondear nuestra vida interior. Nos avergonzamos de nuestro pecado ante la santidad del Hijo de Dios. Y cuando uno se avergüenza de su propio pecado aprende a saber amar a ese hermano; deja de criticarle y se empieza a rezar por él; llegando incluso a realizar penitencias personales para pedir la gracia de su conversión. 

            La Palabra de Dios es capaz de ir tallando en nosotros a hombre y a mujeres nuevos, siempre que nos acerquemos a Ella con una actitud admirativa  y abierta a la sorpresa de Dios. El Espíritu Santo la rejuvenece cada vez que nos acercamos a Ella y va engendrando dentro de nuestro ser una Vida que sobrepasa toda vida. Una Palabra que nos va enseñando a obedecer, y que a la vez nos santifica y nos protege. Una Palabra que, en según la Epístola a los Hebreos nos exhorta diciéndonos «Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios». 

            Hoy se nos ha dado una Palabra muy importante a esta Asamblea: Dios ha muerto por nuestros pecados y por medio de su pasión ha destruido la muerte. Nuestra salvación ha sido comprada a precio de la Sangre del Cordero.

Y ante esto nosotros debemos de ser RESPONSABLES. Recordemos, pasemos de nuevo por el corazón, aquel anuncio realizado por el Señor al ángel de la Iglesia en Sardes: «Acuérdate de cómo has recibido y escuchado mi palabra, y guárdala y conviértete» (Ap. 3,3). Tenemos entre manos una gran responsabilidad; tenemos entre manos una Palabra que salva, que ofrece y realiza la salvación. Cada vez que nosotros nos alimentamos de Ella vamos aportando a nuestros hermanos lo más vital y central de Ella a sus personas. Ni nosotros ni nadie podemos poner ‘puertas al campo’ ni cerrar nuestras parroquias a los nuevos movimientos que el Espíritu Santo va propiciando en el seno de la Iglesia porque ese ejercicio de irresponsabilidad del llamado a ser el responsable empobrece espiritualmente a las almas a él encargadas.

Es muy necesario ser HUMILDE. Lo que genera la conversión y el deseo de amar a Cristo Crucificado no son nuestras palabras ni nuestros discursos. Es su palabra a través de las nuestras la que genera la fe, la conversión, el seguimiento, la esperanza y el amor. Nosotros prestamos nuestras voces y nuestros labios al autor de la Salvación eterna. La misma melodía interpretada en un violín, un piano, un órgano o una flauta travesera, tiene su timbre y su cromatismo diferente. El timbre, nuestro timbre, es un elemento necesario para dar cuerpo a la Palabra, pero no es salvífico en sí; lo salvífico es la melodía, la voz de Dios, el mensaje en su esencia más pura.

Y la tercera cualidad es la FIDELIDAD a la Palabra, la fidelidad a Cristo, el cual es la Palabra eterna salida del seno de Dios. No podemos desfigurarla con nuestras ‘genialidades’, ya que los destinatarios la necesitan en su estado más puro que ilumine su vida, le interprete y le consuele. Hoy Cristo muerte crucificado; esta es la Palabra que Dios nos viene a ofrecer.

No hay comentarios: