FIESTA DEL BAUTISMO
DEL SEÑOR 2014 , ciclo a
Hermanos, los animales se mueven por instintos. El instinto hace que el
pajarillo busque palitos para hacer su nido o que las hormigas vayan
recolectando su comida para aprovisionarse y garantizar la supervivencia o que
el orangután coja un palo para alcanzar la fruta de un árbol. Nosotros los
cristianos no nos movemos por instintos: Nos movemos por animados por la
fuerza del VIENTO de Dios. Un murciélago sin ojos vuela sin tropezar
en una habitación cruzada de cables en todas las direcciones. Me pueden
preguntar ¿cómo es eso posible?¿cómo se guía? El murciélago no lo sabe, pues no
tiene inteligencia ; pero lo sabe Dios que es quien ha hecho al murciélago y le
ha dotado de una especie de radar que emite unas ondas ultrasonoras.
Dios nos ha dotado de su Espíritu
Santo para que nos oriente entre las diversas adversidades de la vida; para que
en la alegría no le abandonemos y para que en las tristezas constantemente le
busquemos, y por cierto, Él se deja encontrar con mucha facilidad. Cuando uno
se deja guiar por el Espíritu Santo de Dios es entonces cuando Jesucristo puede entrar en nuestro ser, puede
porque se lo permitimos y así lo
deseamos con gran intensidad. De ese modo Dios se complace con nosotros.
Siempre que nos acercamos a Dios, siempre que hacemos el ejercicio de ser accesibles al
Espíritu Santo nace un acto comunicativo, brota un encuentro con lo
divino en donde nos dejamos influir por
Él. Ahora bien como en nuestro cuerpo habita el pecado y hacemos lo que
no deseamos -por el pecado original- siempre que el Señor nos rocía con su
gracia nuestro cuerpo genera una especie de 'anticuerpos' que rechaza ese
elemento externo. Recordemos las palabras que San Pablo remitió a los Romanos: «Cuanto más se multiplicó el pecado, más
abundó la gracia» (Rm 5,20) y la gracia nos va a alcanzar y rebosaremos de
ella.
Tal y como nos dice el profeta
Isaías, el Señor «no romperá la caña
quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente», sino que el Señor nos
infunde su amor, nos sostiene de la mano, hace con cada uno una alianza para que seamos sus
embajadores ante el mundo y así abrir los ojos de los pecadores y
ofrecer la claridad de la vida a aquellos que habitan en las tinieblas y en
sombra de muerte. En los Hechos de los Apóstoles nos recuerda cómo Jesús de
Nazaret «pasó haciendo el bien y curando
a todos los que habían caído en poder del Demonio, porque Dios estaba con Él».
A modo de ejemplo. Si nos dejamos
animar por la fuerza del Espíritu Santo iremos andando por las sendas de la
santidad, y por puesto, viviremos en plenitud. Pero si el pecado reina en
nuestra vida, y expulsamos a Dios de ella, nos viene acarrada la muerte óntica,
la muerte del ser. Si un monarca concede a una familia un título nobiliario con
la condición de que el cabeza de familia no se haga indigno de semejante
gracia, ¿quién puede protestar si después de una ingratitud de este cabeza de
familia, el monarca retira el título a toda la familia? De ahí la grave importancia
de estar siempre abiertos al Espíritu Santo y de ir avanzando, poco a poco y
sin cansarnos, por el camino de la conversión. Estamos llamados para vivir la
vida de la gracia, por eso hemos sido creados como 'imagen de Dios'.
No hay comentarios:
Publicar un comentario