sábado, 7 de diciembre de 2013

Homilía de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María y Domingo Segundo de Adviento, ciclo a


SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO, CICLO A

            Tenemos muchos motivos para estar alegres en el Señor. Nosotros ‘somos especiales’ porque el Señor nos ha seleccionado de entre los habitantes del mundo para ser sus hijos. Podíamos seguir formando parte de ese número ingente de personas que pululan por las calles faltándoles ese fuego ardiente de la presencia del Señor. Nosotros somos esos racimos de uvas que el viñador va seleccionando para poder elaborar con ellos un vino de calidad suprema. No formamos parte de esos otros racimos que, por sobrecargar a la cepa de la vid, son cortados y arrojados en el surco. Cierto es que Cristo es para todos y Él desea colarse por los recovecos de todos los corazones, pero se le cierran las puertas: ese es el gran drama del hombre, hacer muy mal uso de su libertad. Sin embargo hermanos, nosotros ‘no bajemos la guardia’, ‘no nos durmamos en los laureles’ ya que en el seguimiento de Jesucristo no hay ninguna guerra ganada, de algunas pequeñas batallas, tal vez hayamos salido vencedores con la ayuda de Dios, pero no olvidemos que «llevamos este tesoro en vasijas de barro» (2 Cor 4,7). Constantemente el Señor nos está diciendo: ¡Estad atentos! ¡Vigilantes! ¡Convertíos!; «Tened presente que el amo de casa supiera a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no le dejaría asaltar su casa» (Mt 24,43).

            Esta semana pasada, en el hospital, cuando estaba visitando a los enfermos en las habitaciones –en calidad de Capellán- sale a mi encuentro una mujer joven. Quería hablar. Ella siempre ha rezado las oraciones que aprendió de pequeña siendo esto lo único que ella hacía como cristiana. No se confesaba, no asistía a la Eucaristía y su vida estaba muy mundanizada. Y Dios que siempre sabe sacar cosas que nos benefician de situaciones dolorosas aprovechó la enfermedad de su madre para tocar el corazón de esta mujer joven. Y cuando el dedo de Dios se posa dejando su particular huella dactilar impresa, esa pequeña superficie queda sanada y uno empieza a sentir la imperiosa necesidad de ser regenerado, ser sanado en la totalidad del ser. Se empieza a padecer sed de Dios. Antes ella estaba cerrada a Dios. Es como esa escena de película que aparece el chico lanzando piedrecitas a la ventana de la habitación de su chica para que ella le salude y de ese modo el chico pueda regresar a su casa con una sonrisa en su rostro. Pues en este caso no había unas poquitas piedrecitas, sino que se amontonaban en el alféizar o reprise de la ventana formando pequeños montones y con los cristales todos rallados con los pequeños impactos con ellos ocasionados. Ella se ha percatado de uno de esos impactos ha abierto su ventana y se ha emocionado al darse cuenta de la cantidad de veces que Jesucristo ha querido estar con ella y ella ni darse cuenta.

            Al descubrir esto, esta mujer joven no quería perder más tiempo y deseaba andar tras las huellas de Cristo pero empezaba a sentir el dolor de sus pecados. Antes estaba bajo el efecto de la anestesia de la cultura actual que ni preocupa ni de la inmortalidad ni de la vida futura. Ella estaba empezando a padecer la misma experiencia dolorosa de aquel que se cae de lleno en las zarzas y se le clavan bien adentro todas las espinas por la piel.  Cerca de donde estábamos hablando había una imagen de la Santísima Virgen, y recuerdo que me dijo que la admiraba y amaba profundamente porque únicamente se podía tener ese rostro de felicidad, de serenidad cuando el pecado no tiene ningún hueco en la vida sino que únicamente se está llena de la gracia de Dios. Santa María disfrutó siempre del gran gozo de ser toda entera para Dios.

           

1 comentario:

MARISA dijo...

ME ENCANTAN ESTAS HOMILÍAS QUE BIEN SE ENTIENDES LAS COSAS.QUE CLARO SE HABLA. NO ESOY ACOSTUMBRADA HA ESCUCHAR ESTO EN LAS IGLESIAS.
HACE UN AÑO QUE ME HE CONVERTIDO VEO TODO TOTALMENTE DIFERENTE A COMO LO VEIA ANTES. DIOS ES EL CAMINO SIN NINGUNA DUDA. ESTOY APRENDIENDO MUYCHAS COSAS QUE ANTES NO ME HABIAN EXPLICADO NI EN EL COLEGIO DE MONJAS QUE FUI.
QUE CIEGA HE ESTADO Y TODO PORQUE NADIE ME HA EXPLICADO NADA DE NADA.