domingo, 24 de febrero de 2013

Homilía del Domingo Segundo de Cuaresma, ciclo c



DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA, ciclo c GÉNESIS 15, 5-12.17-18; SALMO 26; SAN PABLO A LOS FILIPENSES 3, 17-4, 1; SAN LUCAS 9, 28b-36

            La primera lectura, tomada del libro del Génesis nos encontramos a Abrahán, acostado porque era de noche, dentro de su tienda de piel de animales. En esta escena relajada, de comodidad y acurrucado se presenta Dios ante la presencia de Abrahán. Abrahán abre su corazón y se desahoga ante el Señor contándole todo aquello que le genera angustia. Podemos pensar que Abrahán ya era muy mayor y que el hecho de que Dios estuviese manteniendo una conversación con él fuera ‘una pérdida de tiempo’, un tiempo miserablemente invertido por Dios. Sin embargo la presencia divina se plasmaba como si fuese un abrazo tierno y Abrahán sintiese el gozo de sentirse querido por el Señor. Es que resulta que Dios trata a los hombres con gran delicadeza y respeto;  nunca ‘nos trata como basura’ como desgraciadamente hacemos nosotros con todos aquellos a los que deseamos minusvalorar.
            Dios saca de la tienda de campaña a Abrahán para que contemple las estrellas del firmamento. Dios saca de la rutina a este anciano para hacer con él una alianza fundada en el amor. Podemos pensar ¿qué sentido tiene que el Todopoderoso haga una promesa a un anciano que peina canas y es sufridor de constantes ataques por la edad avanzada? Pues si Dios se preocupa hasta de aquellos que ya cuentan poco para la sociedad es porque todos, grandes y pequeños, somos sujetos de su preocupación misericordiosa.
            Cada uno de nosotros podemos ser ese Abrahán. Estamos cómodos, relajados y acurrucados en nuestras cosas llegando a creer que las expectativas que uno puede tener, aunque sean muy bajas, uno las ha podido satisfacer. Uno puede estar casado, tener unos hijos y un empleo y sentir que se ha cumplido las aspiraciones. El tiempo trascurre, el amor se enfría y las aspiraciones ya empiezan ‘a saber a poco’. Es entonces cuando Dios te saca afuera de tu particular tienda con el ánimo de crear en ti algo totalmente nuevo, recrearte la existencia. Dios sacó del polvo al hombre; Dios sacó de su interior al Espíritu y confirió el alma al hombre. Nosotros si queremos sacar harina del trigo debemos de trabajar el campo, que se siga todo el proceso de crecimiento de la semilla y cuando la espiga ya está en su sazón ser recolectada, almacenada, y por fin, ser molida para poder sacar la harina. Muchos cristianos piensan que eso de ser cristiano ‘sabe a poco’, y realmente jamás se han planteado nada como cristianos o bien porque no saben que en este campo se pueden plantear desafíos y horizontes o bien porque consideran que bautizándose, y realizando una serie de ritos ya quedan más que satisfecho todas las aspiraciones posibles que uno puede alcanzar como cristiano.
Y resulta que llega San Pablo y en su epístola a los filipenses les escribe: «Seguid mi ejemplo y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros». Es decir, San Pablo nos dice con claridad que fijándonos en su ejemplo nos demos cuenta la importante tarea que tenemos que desempeñar ‘para poner al día nuestra fe’ en aquellas cosas que hacemos de modo cotidiano y cómo se abre ante nosotros un nuevo horizonte en asuntos que considerábamos cerrados y nos habíamos resignados a vivirlos de ese modo.
            Si escuchamos a Jesucristo –tal y como nos invita en el Evangelio-  iremos descubriendo la cantidad de tiempo que hemos perdido no creciendo en nuestra fe y cómo a partir de ahora todos los aspectos de nuestra vida no quieren quedar fuera de esa alianza de Dios que recrea toda la vida. Así sea. 

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