LAURENTINA, funeral 11 de febrero de 2013, Valle de Cerrato
(Palencia)
Hermana Laurentina, que razón tiene
la Sagrada Escritura cuando nos dice que «los
días del hombre son como la hierba: florecen como la flor del campo, pero
cuando la roza el viento deja de existir, nadie la vuelve a ver en su sitio»
(Salmo 103,15-16). Pero a punto y
seguido el salmo 103 sigue diciendo: «Pero
el amor del Señor a sus fieles dura eternamente, y su salvación alcanza a hijos
y nietos, a todos los que guardan su alianza y se acuerdan de cumplir sus
mandamientos». Date cuenta, amiga Laurentina, que la Palabra de Dios, la
cual es Vida Eterna, te asegura que el amor del Señor y su salvación te ha
alcanzado. Realmente saber que la salvación de Dios alcanza a uno es una
experiencia más gozosa que ser el premiado del Gordo de la Lotería de Navidad. Por
lo tanto hermana, puedes proclamar con entusiasmo: ¡mi ganancia es Cristo! Y de
hecho, te vas a reunir con Aquel que te dio el ser; Aquel que te llamó a la
existencia; Aquel que día a día y segundo a segundo no se ha cansado de velar
por ti desde el Cielo.
Toda nuestra existencia está llamada a ser un canto de alabanza a Dios.
Sin embargo una cosa es a lo que está llamado uno y otra cosa es si responde a
esa llamada. Dense cuenta del terrible engaño en el que estamos todos inmersos.
Aún siendo «los días del hombre como
hierba» y «se seca la hierba y se
marchita la flor, pero permanece para siempre la palabra de nuestro Dios»
(Is 40, 8). Nosotros poca cosa somos y lo que somos es gracias a la
misericordia divina. Estamos llamados a ser un canto de alabanza a Dios sin
embargo nuestra vida, muchas veces, no está en sintonía con lo que estaría
llamada a ser.
El Maligno nos hace creer que somos importantes,
hace que nuestra soberbia y mal temperamento aparezca en escena, nos confunde y
caemos en esa confusión al creernos autosuficientes y pretender vivir sin
contar con Dios. Realmente que necios podemos llegar a ser dejándonos engañar
por el Maligno. Daros cuenta que un simple dolor de muelas ya nos está
recordando que somos muy limitados y si
somos importantes es porque Dios nos hace importantes. Sí hermana
Laurentina, tú eres muy importante para Dios. Tanto que por ti se encarnó el
Hijo de Dios, sufrió la muerte de cruz por ti y resucitó también por ti. Realmente
tenemos a un Dios que no nos lo merecemos. Es más hermana Laurentina, recuerda
aquellas palabras serenas salidas de los labios de Jesucristo que decían: «En la casa de mi Padre hay lugar para todos;
de no ser así, ya os lo habría dicho; ahora voy a prepararos ese lugar. Una vez
que me haya ido y os haya preparado el lugar, volveré y os llevaré conmigo,
para que podáis estar donde voy a estar yo» (Jn 14, 2-3). Son realmente
palabras que generan serenidad en las almas de aquellos que creemos en
Jesucristo.
Ahora, los que
aún peregrinamos por esta tierra sabemos que nuestra ganancia es Cristo y que todos
los presentes rezamos para que puedas abrazar al Señor, con todas tus fuerzas,
lo antes posible. ¡Dala Señor el descanso eterno!¡y brille para ella la luz
perpetúa!. Así sea.
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