DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo c JEREMÍAS
1, 4-5.17-19; SALMO 70; PRIMERA
CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 31-13, 13; SAN
LUCAS 4, 21-30
Dios, a través de estas lecturas, desea iluminar nuestra conciencia. Para
Dios el hecho que todos piensen igual
sobre un tema determinado o que el sentir común sea compartido por todos en
asuntos serios o no tan serios, es algo
que a Él no le condiciona. En cambio a nosotros sí nos condiciona, ¡y
mucho! Puede surgir un problema en el pueblo, y siempre habrá personas interesadas
que intenten ‘llevar el agua a su molino’;
otras simplemente por amistad o por temor les darán la razón; otras
personas sencillamente guardarán silencio; y muy pocas actuarán como en
conciencia consideren que deben de actuar.
Esto sucedió en tiempos de Jesús y sigue siendo igual de actual ahora
mismo. Me pueden preguntar y ahora ¿por qué nos dice esto?¿qué relación estas
afirmaciones con la Palabra
de Dios? Ahora lo intentaré iluminar.
Hoy nos hemos leído una página triste donde Jesús es
rechazado en su pueblo, en Nazaret. Sus vecinos le dicen a la cara: «¿No es este el hijo de José?», que en
ese contexto es tanto como decirle: «A éste le conocemos de sobra, ahora nos
viene dando lecciones a nosotros, no te creemos, dedícate a la carpintería y
déjanos de dar esas lecciones sobre la
Ley de Dios». Y Jesús, con el ánimo de que se crean en su
persona, les deja bien en claro que están cerrados al anuncio del Reino de Dios,
que corazones están bien precintados con candados. Y es más, Jesús les interpela comentándoles que el hecho
de que todos piensen igual no significa que la responsabilidad personal
se diluya o disminuya. Les voy a poner un ejemplo: Supongan ustedes que
la responsabilidad fuese una gran tarta de chocolate y nata redonda y cada cual
se come una porción de mencionada tarta, como si esa porción fuese el tanto por
cierto de responsabilidad que uno debe de asumir. De tal modo que si son muchos
los comensales de esa tarta, poca responsabilidad tocaría a cada uno. Pues hermanos,
es justamente todo lo contrario. Cada
cual es responsable al cien por cien, totalmente, de sus decisiones. Si todos
piensan igual y todos actúan igual, cada uno es responsable de toda la tarta de
responsabilidad con sus consecuencias ya sean positivas o negativas.
Por eso mismo Jesús alaba
públicamente a esa viuda de Sarepta de la región de Sidón (1 Re 17, 7-15) y a Naamán el Sirio. Gran
hambre había en el país ocasionada por la sequía en tiempos de esa viuda de Sarepta. Ella era
una mujer que sufría la más absoluta pobreza, y encima tenía a su cargo un niño.
La desgracia se había cebado en esa mujer. Elías, enviado por Dios, va a casa
de esta mujer y la pide agua y pan. Esta pobre viuda, que carecía de todo,
cumple con un deber sagrado para todo israelita: dar hospitalidad, acoger en su
casa a los huéspedes. De este modo se priva de lo suyo y de su hijo para
dárselo a ese huésped. Muchos vecinos de ese pueblo, con toda seguridad
estarían, a poco, mucho mejor económicamente hablando que esta señora. Ella
podía haber hecho como todos diciendo a Elias….: «¡Mira, vete, no te puedo
hospedar, porque apenas tengo para mí como para encima dárselo a uno que viene
de fuera!», y haberse quedado ‘tan fresca’, ya que todos negaban la
hospitalidad al huésped y era algo que era normal, justificado por la penuria y
escasez que se padecía en todas las casas. Dense cuenta cómo Jesucristo la
alaba públicamente porque dio público testimonio de su fe en Dios amando como
Dios la ama. Y le amó compartiendo su poco pan con al hambriento. La señal del
cristiano no es el éxito, sino la persecución. Todo por Cristo, así daremos
testimonio de Él. Así sea.
2 comentarios:
los primeros dias, semanas, meses que entre a la iglesia fue lo mismo que la muchedumbre que sguia a Cristo... todo era bonito, de una alegria jamas sentida en mi vida... pero despues llega el momento de seriedad. Responder al Señor con mi vida, el evangelio es serio y amar al enemigo es de locos, imposible... pero si algo me ha dado Dios es una frase que hago mia:
que me persigan y me den muerte si el evangelio es una mentira
Amigos que a través de este blog os acercáis para leer y compartir. Deseo daros las gracias. Les tengo que confesar que muchas veces uno intenta hacer homilías que sintonicen con las personas, sean o no creyentes en Jesucristo. Es algo muy complejo hacer homilías. Lo que pretendo es intentar acercar a mis lectores a Jesucristo. Me acuerdo que el formador del Seminario Menor de Burgos, una vez en aquellas meditaciones de las ocho de la mañana, por cierto caracterizadas por los numerosos bostezos y por los ojos medio cerrados –no por lo que el propio formador decía para instruirnos, sino provocado por la hora tan temprana-, nos comentaba que los presbíteros y todos aquellos que tenían el privilegio de proclamar la Palabra de Dios eran como los altavoces del Señor, únicamente meros instrumentos. Que Dios utilizaba nuestros pulmones, nuestra garganta y nuestras voces para que su Palabra fuera proclamada y anunciada allá en donde nos encontrásemos siempre que leyésemos el Libro Sagrado. Se dan cuenta ustedes, somos grandes porque Dios en Jesucristo nos hace grandes y todo porque su Santo Espíritu calienta nuestros corazones para que, enamorándonos del Señor, amemos con la misma intensidad con la que él nos amó.
Deseo pedir un favor a todos los que os acercáis a este, mi blog. Quisiera conocer vuestras opiniones sobre lo que escribo, sean positivas o negativas. Será un honor poderlas leer y de este modo podremos ir creando mayores lazos para ir conociendo y amando a Aquel que nos llamó a la existencia.
Desde capillaargaray les doy las gracias y les manifiesto mi más sincero agradecimiento.
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