sábado, 16 de febrero de 2013

Homilia del Domingo Primero de Cuaresma, ciclo c


DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA, CICLO C  DEUTERONOMIO 26, 4-10; SALMO 90; SAN PABLO A LOS ROMANOS 10, 8-13; SAN LUCAS 4, 1-13
            Hermanos, tengo que reconocer que cuando me he encontrado con esta Palabra me he quedado pálido. Sí me he quedado pálido; pálido porque uno empieza a ser consciente, a darse cuenta que está siendo víctima de las maquinaciones del diablo. Uno es víctima del engaño de Satanás. Realmente da coraje reconocer hasta qué punto uno puede estar tan engañados por él; que nos hace pensar como él quiere que pensemos. Es más, nos llega a vender su producto como lo bueno, como lo mejor, como lo excelente para nosotros. Goza de un nivel de manipulación tan perfecto que lo que es perjudicial y dañino para nosotros lo colorea tan bien, lo maquilla con tanta sutileza que nos lo vende ‘como lo mejor de lo mejor’ y caemos engañados en su trampa creyendo –para mayor de los colmos-, que estamos haciendo lo correcto. Me da coraje porque nos está manipulando, porque se está riendo de nosotros a la cara. Nos está conquistando de tal manera que no nos damos cuenta. Ha conseguido anestesiar gran parte de nuestras conciencias para que él pueda ‘andar a sus anchas’.
            Nos tiene de tal manera controlados –sin darnos nosotros ni cuenta- que pensamos que somos nosotros quienes tenemos el timón de nuestra vida y resulta que es él. Por eso cuando escuchamos la Palabra de Dios le incomoda porque desenmascaramos su mentira y manifestamos que deseamos dar pasos en el amor hacia Dios. Y eso a él les escuece… ¡una exageración de escozor!
            Ahora bien, como la Palabra de Dios le desenmascara, él huye de la Palabra de Dios. Cada vez que nosotros entramos en contacto con la Palabra de Dios y dejamos que nuestra alma se empape expulsamos al maligno, porque el maligno no soporta la Palabra divina. La Palabra de Dios NOS purifica internamente.
            La fe en Cristo entra por la predicación, es decir, por el oído. ¡Shemá Israel!¡Escucha Israel!. Pero para escuchar a Dios es preciso prepararse. La purificación previa es muy necesaria para poder acoger la Palabra divina. Jesucristo nos enseña, con su ejemplo estando en el desierto, el modo de cómo disponernos para recibir la Palabra del mismo Dios.
            El diablo tiene el atrevimiento de tentar a Jesucristo en el desierto. El diablo le dice: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan». Jesucristo está débil a causa del hambre y el diablo desea aprovechar esta ocasión. Hermanos, nosotros cuando nos encontramos con salud, tenemos todo lo que necesitamos y más aún, cuando el pan es abundante y la comida está asegurada, podemos llegar a pensar que nosotros podemos dominar todo, sentirnos satisfechos e incluso ‘mirar por encima del hombro a los demás’ con las críticas, los comentarios hirientes, las murmuraciones y calumnias, e ignorar a Dios olvidando la asistencia dominical a la eucaristía, no acudiendo al sacramento de la reconciliación, abandonando la vida de oración,… dejándonos enfriar en la vida cristiana. El diablo nos engaña haciéndonos creer que nosotros somos los señores de nuestra vida y con ella hacemos lo que nos de en gana.
En la segunda tentación el diablo le dice: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mi me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». Aquí el diablo ‘se frota las manos’ porque conoce nuestros puntos débiles ya que rendimos culto a muchas cosas; es la idolatría. Hemos apegado el corazón y los afectos a ese coche, al dinero, a aquella mujer o aquel hombre, a mi teléfono móvil, a la comodidad y que nadie me incomode, a mi serie de televisión, a mis caprichos personales, a mi pereza y dejadez, en mi falta de diligencia para hacer las cosas…nos ponemos de rodillas ante nuestros ídolos. ¿Y donde queda Dios?
En la tercera tentación el diablo pone a Jesucristo en el alero del Templo, en el lugar más alto y cuando todos los rabinos y judíos estaban rezando y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras" ». Aquí, con nosotros, el diablo se siente a sus anchas y nos engaña con gran facilidad. Nos dice, que quieres ser rico, pues no pasa nada, tú roba tranquilamente. Que te apetece ser feliz disfrutando con el mal ajeno, pues hazlo y verás la satisfacción que te da ver cómo los otros sufren. Que quieres ‘trepar’ sobre tus compañeros para conseguir un puesto de trabajo en tu empresa con una retribución económica mejor, pues tranquilo, ‘haz la pelota a tu jefe’, despelleja a tus compañeros, desprestigia el trabajo de los demás y aplasta a todos aquellos que te molesten. Que quieres eso o aquella cosa, ¡no te cortes, cógelo!, ya que eso te va a hacer muy feliz. El diablo de engaña: Mira, tú no tienes ningún tipo de límite, disfruta, goza, no mires las consecuencias, que cada cual se apañe como quiera. Si quieres algo pídemelo…no importa el modo cómo lo adquieras, lo importante es que lo tengas para ti. Y como tontos, caemos todos con la misma facilidad que caen las moscas atrapadas en un frasco de miel.
¿Ahora entienden ustedes porque me había quedado pálido?¿les ha pasado a ustedes lo mismo?¿también se han quedado pálidos? La Palabra de Dios es la herramienta que desenmascara la mentira del diablo para hacernos vivir en la luz que irradia la persona de Jesucristo. Señor, ayúdanos a vivir en la verdad «y no nos dejes caer en la tentación». Así sea.

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