DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO, CICLO C
La espiritualidad del Adviento es la
espiritualidad de toda la vida, que consiste en prepararse para el encuentro. La Iglesia, que es madre y
maestra, pretende poner al rojo vivo los corazones, los deseos, disponer para
un encuentro con Jesucristo. Es Dios mismo quien baja del Cielo para hacerse
hombre y así salir a tu encuentro, es más, te
viene a buscar. Otra cosa es que nosotros estemos preparados, otra cosa
es que nos hayamos enterado. Es que quizá, tal vez, no hayamos conseguido las
disposiciones interiores necesarias para captar el timbre de su voz, el sentido
de las palabras de Jesucristo, la trascendencia del momento que se aproxima. Pueda
ser que creamos que no estamos heridos por el pecado o que nuestra alma no
sufre de lepra espiritual. Yo no sé
ustedes, pero yo sí que necesito de cuidados, de salvación y de purificación
espiritual.
¿Ustedes no han oído alguna vez esa
famosa expresión de ‘yo no tengo pecados porque no mato, ni robo ni me acuesto
con malas mujeres’? Y lo curioso es que ‘se quedan tan frescos’ convencidos que
tendrán una fiesta de bienvenida por todo lo alto en el cielo tan pronto como
mueran. Estas personas son como adobes y
espiritualmente asilvestrados. ¿Dónde queda la finura en el trato con el
Señor? ¿Dónde queda la exigencia espiritual? ¿Dónde queda la lucha contra el
pecado? ¿En qué lugar hemos dejado arrinconado a Jesucristo? Manifestar que uno
no tiene pecado es un acto de soberbia ya que se cierra a la misericordia de
Dios y no siente la necesidad de acudir al médico de las almas para que las
heridas sean cicatrizadas. Es que resulta que yo y tú y él,….todos nosotros hemos sido rescatados por Dios y constantemente nosotros
debemos ser asistidos por la gracia venida desde
lo Alto. La Palabra
de Dios ha de ser guardada en
nuestros corazones y recordada en nuestras mentes y pronunciada por nuestros
labios. Reconocido el pecado podemos
avanzar hacia Cristo Jesús. Acogida la Palabra Revelada permitimos que
la luz de Dios alumbre nuestros pasos.
Les voy a poner un breve ejemplo:
Cuando el fuego se acerca al leño, en primer lugar lo ilumina, lo alumbra y lo
aviva. Esta fase es cuando uno descubre que Alguien, que es Dios, está presente
de modo misterioso en la oración y en los sacramentos… por lo menos uno lo va
intuyendo. Si el fuego se aproxima más al leño, en un primer momento los
efectos son aparentemente inversos: en contacto con la llama, el leño comienza
a oscurecer, a despedir humo, a oler mal y a desprender brea y otras sustancias
desagradables. Es decir, cuando uno en su vida espiritual, a la luz de la Palabra revelada,
esforzándose por la permanencia en el estado de gracia y fortalecido por los
sacramentos, sobre todo el de la confesión, va experimentando su propia
miseria, pecado y absoluta impureza. Es una etapa dura pero necesaria. Mas si
ese leño está en contacto directo y prolongado con esa llama, con ese fuego, terminará
siendo trasformado en fuego. Es cuando el alma, en contacto con el fuego divino
se purifica, se abrasa en su totalidad y se ve fortalecida en la caridad, ese
es el fuego que Jesús ha venido a traer a la tierra.
Nos hemos encontrado en el Evangelio
que una serie de personas se acercan a Jesús para preguntarle eso de « ¿qué
hacemos?» «¿qué hacemos nosotros?». Estas
personas piensan que seguir a Jesucristo consiste en hacer cosas, en asistir al
culto, en cumplir con lo mandado… y es que resulta que seguir a Cristo es dejarse quemar espiritualmente en su presencia,
tal y como le sucede al leño y una vez que uno esté abrasado en ese
amor….dejarnos conducir por lo que nos indica las palabras del Apóstol San
Pablo: «Que la paz de Dios custodie
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús».
1 comentario:
mi experiencia es que dentro de mi vida de dolor solo Cristo me puede consolar y el esta en la cruz... puedo cojerla o tirarla... o puedo abrazarla y sufrir todavia mas por su peso... las palabras pueden ser muy bonitas cuando estamos felices pero es en los momentos duros cuando tenemos que decir: valio la pena imitar a Cristo, es decir subir a la cruz sin quejarse e incluso dando gracias pues si Dios lo permite es xq quiere enseñarme algo.
yo doy gracias por las cruces aunque duelan!!!
Publicar un comentario