sábado, 29 de diciembre de 2012

Homilía del domingo de la Sagrada Familia 2012



SAGRADA FAMILIA 2012
            Hermanos, vivimos una dura situación de enfriamiento religioso. Es cierto que en momentos puntuales parece que vuelven a aparecer brotes de religiosidad, sin embargo parece prevalecer la increencia y lo que resulte más cómodo. No podemos sentirnos tranquilos de conciencia  sino buscamos con sinceridad lo que Dios quiere de nosotros en estos momentos. Es que resulta que Dios nos llama a una vivencia intensa de la fe con todas las consecuencias; Dios nos llama a la conversión y a una movilización apostólica y misionera bien pensada y ejecutada. No podemos dudar de la asistencia de Dios, no podemos dudar de la fuerza del Evangelio ni de la asistencia del Espíritu Santo, no tenemos razones para desoír la llamada de Dios anclándonos en nuestras cómodas rutinas.
            Esta parroquia, y la de allá y aquella más lejana… necesitamos vivir con el fervor y la intrepidez, con atrevimiento, con audacia, con valentía apostólica. Cada uno de los presentes se encuentra en un punto determinado en su proceso de fe, más aquellos que estén adelantados en mencionado proceso debe de ser portavoz del Evangelio para que los demás reconozcan a Cristo Jesús como el verdadero camino de la humanidad auténtica, que es libertad, que es esperanza, que es amor. El Apóstol San Pablo cuando escribe a los Colosenses les dice: «la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente».
            No podemos seguir con el conformismo rutinario de siempre. No podemos resignarnos a ser desplazados por el laicismo. Sería una gran desgracia para todos.
Esa hostilidad o indiferencia contra la religión no puede ser la vencedora. Dios nos está pidiendo una reacción fuerte, la reacción de la responsabilidad y de la conversión, la reacción de la autenticidad, la reacción del convencimiento, la reacción de la rebeldía contra el avance del mal. Y como dice San Pablo: «Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él». Esta sociedad nuestra es muy reacia a la palabra de Dios y estima muy poco la autoridad moral de la Iglesia. Por eso, hermanos es preciso que el testimonio paciente y elocuente de los cristianos llame la atención de las muchas personas de buena voluntad que viven ahora al margen de la fe y cautivos de la cultura dominante. ¿Cómo podemos trasmitir a las jóvenes generaciones que ser cristiano es un regalo gozoso sino nos dejamos llevar por ese renacimiento general de entusiasmo de los cristianos? Yo como presbítero y todos aquellos que respondemos al Señor en la vocación del sacerdocio ministerial, a través del sacramento de la penitencia o a través del diálogo pastoral, haciendo presente a Cristo en la Eucaristía y en resto de los sacramentos… nos mostramos dispuestos a guiar a las personas por el camino del Evangelio, a alentarlas en sus esfuerzos, a levantarlas si se han caído y asistirlas siempre con discreción y disponibilidad. ¡Este es el cometido del presbítero!. Y todo esto es porque como dice el Apóstol «somos el pueblo elegido de Dios».
            Y nuestro objetivo es buscar a Jesucristo, tal y como hicieron la Santísima Virgen y San José por aquellas fiestas de Pascua en el Templo de Jerusalén. Así sea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la salvacion eterna y la alegria en este mundo viene de la FE!! de creer en Cristo y segun san pablo la fe se obtiene de la necedad de la predicacion es decir de escuchar!!!! por eso alegre te digo: escucha!! escucha a Dios en el evangelio, en las homilias, en el testimonio de vida de otros cristianos... escucha la misericordia de Dios!!!!!!!!!!!!!!