miércoles, 7 de noviembre de 2012

Homilía del domingo XXXII del tiempo ordinario, ciclo b



DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo b            11  de noviembre de 2012
            ¿Ustedes entienden lo que ha hecho la viuda del Evangelio? Resulta que no tiene nada que llevarse a la boca  y echa en el cestillo del templo todo lo que tiene y además tendrá a su cargo algunos hijos que dependan de ella. ¿Ustedes seguirían su ejemplo? Seguro que la mayoría de los presentes pueden estar pensando: ¡Qué mujer más imprudente! ¡A quien se le ocurre hacer eso! ¡Que estaría pensando esta mujer para dar todo lo que tiene y luego tener que pasar hambre! Realmente nosotros lejos de alabar su gesto de generosidad estaríamos condenándola por insensata. Además, nosotros que poseemos dinero, tenemos la experiencia de dar ‘a regaña dientes’, por lo que nos resulta aún más complicado entender la acción de esta pobre viuda del Evangelio.
            Ahora viene la segunda de las preguntas: ¿A quién entrega esos dos reales esta pobre viuda? La viuda lo entrega en el cestillo de las ofrendas del Templo. Es decir, todo lo que tiene esTa viuda se lo entrega a Dios. Y nosotros podríamos decir que eso no es justo. Que Dios tiene todo, además el Templo de Jerusalén ya disfruta de por sí muchas riquezas y joyas de gran valor. Dicho con toda la claridad: podríamos enumerar un sinfín de razones para que la pobre viuda no diese mencionada limosna. Sin embargo lo da.
            Nos hemos creado una opinión, más o menos desafortunada, de esta pobre viuda a partir de un simple hecho: echar en el cestillo todo lo que ella disponía. Y realmente nuestra mirada no iría mucho más allá porque nos movemos en lo meramente superficial.  Sin embargo Jesucristo pone a esta mujer como modelo de conducta para sus discípulos. Es más, Jesús les llama y alaba públicamente a esa mujer. El Maestro que sabe lo que se esconde en el corazón de las personas conoce que la vida de esa viuda es una constante ofrenda a Dios. Ese simple gesto generoso de los dos reales es uno más de los tantos realizados por esta pobre mujer. Pobre mujer a los ojos de los hombres pero grande ante la presencia del Todopoderoso. Si nuestra vida fuese una constante ofrenda generosa a Dios estaríamos construyendo una comunidad cristiana fundada en el amor. El bien que cada cual hiciera repercutiría a favor de los demás. Podríamos experimentar una auténtica primavera espiritual en nuestra parroquia. Todos y cada uno, y aquí no se salva nadie, somos totalmente responsables de estar sufriendo un invierno espiritual o una primavera espiritual en nuestra comunidad cristiana. Esta pobre mujer realiza un esfuerzo casi titánico, para conseguir esa primavera espiritual tan deseada. ¿Siguen ustedes creyendo que esa mujer era imprudente e insensata?
Pues si por imprudente e insensato se entiende poner nuestra existencia en las manos de Dios, dándole todo y no reservándonos nada, para que pueda rebrotar una primavera espiritual en la Iglesia,… pues entonces que me apunten en la lista de los imprudentes e insensatos.

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