sábado, 10 de noviembre de 2012

Homilía de la fiesta de San Martín de Tours 2012



FIESTA DE SAN MARTÍN DE TOURS 2012                                               Cevico de la Torre
            Hermanos, estamos inmersos en un profundo cambio de mentalidad. La concepción de la vida que tenían nuestros antepasados ha sido puesta ‘en tela de juicio’. Las personas de mediana edad y jóvenes no se sienten identificadas con los modos de pensar y sentir heredadas del pasado. Todo esto tiene su eco en la vida religiosa. Se cuece en el ambiente un espíritu crítico que abiertamente ataca a una Iglesia por considerarla en confrontación con la moral liberal de los tiempos modernos. Que ataca, pero no plantea más alternativa que vivir sin Dios, al margen de la comunidad cristiana.
            Sin embargo las ermitas de nuestras patronas, en su día grande, se llenan de fervorosos devotos a la Virgen de su pueblo y las fiestas patronales son tenidas en cuenta. Por lo tanto se podría decir que estos elementos cristianos los necesitamos para poder entender ‘el latir interno’ de nuestra patria. Pero lo arrinconamos a algo meramente sentimental sin que incida en nuestra vida cotidiana. Pueden ustedes pensar “¡vaya con el cura, que pesimista está hoy!”, sin embargo les puedo garantizar que no es pesimismo, sino una preocupación latente al constatar lo que uno va observando.
            Hoy que tenemos la gracia de tener más cerca de nosotros a nuestro Santo Patrón, San Martín de Tours le podríamos preguntar cómo ve el estado de nuestras comunidades cristianas. O mejor, donde residen los principales retos que deberíamos afrontar para dar pasos en la vida de fe. Supongo que San Martín nos contestaría que su vida era rutinaria e insípida hasta que irrumpió Jesucristo en su existencia. Estoy totalmente convencido que la mayoría sólo saben cuatro pinceladas de Jesucristo, pero no le conocen. Porque si le conocieran sentirían la necesidad imperante de confesarse con frecuencia, de comulgar en estado de gracia, en formarse en la fe para dar razón de su esperanza, en participar en las actividades parroquiales o diocesana… con esto quiero dar a entender que no es que estemos verdes, sino que ni siquiera ha brotado la semilla.
            San Martín de Tours nos invita a redescubrir nuestras raíces cristianas. Los padres no pueden claudicar en el ámbito de la fe. Los niños han de aprender las oraciones y adquirir ese sentido de lo religioso en el ámbito del hogar y los jóvenes se han de sentir interpelados por el modo de vivir en cristiano de sus padres. Los padres, a la luz del Evangelio han de corregir a sus hijos siempre con una mezcla de delicadeza y exigencia. La comodidad no puede ser causa de justificación para estar hibernando en un asunto tan serio como es la salvación de nuestras almas. La parroquia quiere contribuir en la construcción de este pueblo, ya que educando en la fe, en el seguimiento y en el testimonio del Señor Jesús contribuye a que todos salgamos de esta crisis de valores tan seria que nos aflige. La parroquia contribuye siempre desde la legítima autonomía dada por Dios en el ámbito espiritual para conducir a verdes praderas de hierba fresca al pueblo cristiano encomendado. Del mismo modo rezará por los representantes de todos los ciudadanos para que, ejerciendo tan noble oficio del gobierno, trabajen con diligencia en la persecución del bien de sus ciudadanos al margen de cualquier ideología o creencia religiosa.
            San Martín de Tours nos recuerda que nuestro ser cristiano nos exige una adhesión más personal y firme a Jesucristo. Y el Señor nos deja muy en claro que Él vino a servir y no a ser servido. Que todo lo que somos es para los demás. Que ostentar un cargo o responsabilidad durante mucho tiempo no lleva en sí el derecho de seguir teniéndole. Y menos aferrarse a mencionado cargo a cualquier precio. Porque recordemos que nosotros somos de Cristo, y Cristo es de Dios.
            Nos cuenta un hecho peculiar que aconteció a San Martín de Tours y que así lo ha recogido la iconografía cristiana. Era invierno, y al entrar en Amiens, encuentra un mendigo casi helado, sin ropa. Divide su clámide en dos partes y entrega una al pobre. Cristo se le aparece vestido con la media capa y le dice: “Martín, catecúmeno, me ha cubierto con este vestido”. Solo una persona llena de Dios es capaz de realizar el bien a sus hermanos con una calidad humana tan elevada. Nosotros también debemos dar testimonio de Jesucristo. Ante nosotros se nos plantea una comunidad cristiana que está llamada a no estancarse, sino a avanzar con gran determinación hacia el Señor. Que San Martín de Tours nos ayude en este santo propósito. Así sea.

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