PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO C 2 de diciembre de 2012
Hermanos, cada parroquia, cada
comunidad cristiana, cada grupo cristiano, allá donde esté, tiene
que ser presencia interpelante de una vida diferente. Nosotros
debemos de tener una vida diferente.
Diferente la manera de atender y de acoger dentro del templo, diferente la vida
del sacerdote y de sus más inmediatos colaboradores, diferente la vida de los
matrimonios y de las familias que escuchan la Palabra de Dios y celebran
todos los domingos los misterios de la redención, diferente la vida de los
jóvenes que viven y enfocan su vida al amparo de la comunidad cristiana, según
las enseñanzas y los ejemplos de Jesús. ¿Diferente por qué? Porque Jesucristo
quiere que tanto tú como yo ofrezcamos algo que el mundo no tiene. El Señor nos
dijo: «que vean vuestras buenas obras y
alaben al Padre Celestial».
Seguir a Cristo implica llenarse de
Cristo y llenarse de Cristo nos lleva a
destacarnos en el amor. Hermanos, no podemos diluirnos en la mediocridad.
Debemos de ser puntos de referencia, algo
que destaque. Donde no hay ese contraste de una vida diferente se diluye
la verdad y la fuerza del anuncio.
Hermanos, tenemos que reconocer una
cosa, que hemos cometido una seria equivocación. Hemos caído en las zarpas del
progresismo y el progresismo como sistema considera que los cristianos y la
misma Iglesia tienen que condescender con las ideas y con los criterios del
mundo para atraer y convencer a los no creyentes. O sea que los cristianos nos
acomodemos a los criterios del mundo. Sin embargo el Evangelio dice exactamente
lo contrario. Nosotros somos discípulos de Jesús y los discípulos de Jesús
tenemos que llevar una vida diferente, tiene que llamar la atención de los no
creyentes; tiene que irradiar la belleza y el gozo de los dones de Dios, y a la
vez, los seguidores de Jesús tenemos que estar preparados para vernos
rechazados por quienes buscan su propia gloria, porque los discípulos de Jesús
no pueden ser más que su Maestro.
Recordemos las palabras de San
Pablo, Él nos dice: «Habéis aprendido de nosotros como proceder para agradar a Dios: pues
proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos en
nombre del Señor Jesús». Es decir, San Pablo nos está diciendo con
mucha claridad este mensaje: «Estemos todos preparados para vivir el ahora, el
tiempo presente, con plena
responsabilidad». Los cristianos tenemos, primero, que vivir
sinceramente el Evangelio de Jesús, como personas, en las familias y en la
comunidad entera. Y vivir sinceramente el Evangelio de Jesús me implica revisar
mi vida y la vida de los que uno ama para que la Palabra de Jesús tenga la
acogida más calurosa posible. El sacerdote ayudará, incondicionalmente, a todos
aquellos que deseen que Cristo sea el centro de su hogar.
Para que el nombre de Cristo sea
conocido y amado, para plantear una nueva presencia que interpele, que llame
positivamente la atención, para que la parroquia sea un foco de vida espiritual
se precisa de personas entusiastas y bien formadas que estén dispuestas a
colaborar en la tarea común de la
Evangelización. Y estos colaboradores no
nacen formados, son el fruto de un trabajo paciente y bien programado, de la
fidelidad en el confesionario y de un trabajo perseverante de formación de los
seglares. Tenemos que superar la idea de entender la parroquia sólo como un
lugar de culto. Es muy necesario enseñar a orar; es esencial arrodillarse en
oración ante Cristo Eucaristía; es muy importante reavivar el interés por los
asuntos de la fe y de la vida cristiana para la recta orientación de la vida y
de los problemas que nos encontramos cada día.
Es fundamental que como cristianos
llevemos una vida diferente a la del resto. No podemos diluirnos en la
mediocridad, sino ser TESTIGOS DE CRISTO allá en donde nos encontremos siempre
contando con el apoyo incondicional de aquellos que amamos a la Iglesia.