domingo, 16 de septiembre de 2007

El libro del Papa

Fuente: Mons. José Ignacio Munilla Aguirre (Obispo de Palencia)


Ya Juan Pablo II, con su característico don de gentes, nos había acostumbrado a su proceder con libertad ante los estrictos cánones en la forma de ejercer el pastoreo. Ciertamente, Karol Wojtyla no se limitó a obrar como el responsable último de una institución, sino que su estilo fue el propio de un catequista universal o de un “párroco del mundo entero”. Los nuevos tiempos, exigen también nuevas formas de evangelización, y los papas han sido los primeros en entender que en la crisis actual de secularización, es necesario “descender a la arena” del diálogo fe-cultura, del encuentro con los jóvenes y de una predicación que sea capaz de dar razones de nuestra fe. En la misma línea, y con el ánimo de poner al servicio del pueblo de Dios su carisma eminentemente intelectual, Benedicto XVI ha realizado algo novedoso en la historia de la Iglesia: escribir un libro de teología, no en su condición de Papa, sino como teólogo.

¿Debería haberse quedado con los brazos cruzados mientras que en el mercado editorial se siguen poniendo a la venta “supuestos descubrimientos” -¡auténticos camelos!- que “desvelan” una historia diametralmente opuesta a la expresada en los evangelios? Paradójicamente, entre las personas alejadas y con dudas de fe, este libro del Papa va a tener más difusión que los documentos magisteriales emanados de su Pontificado. La Iglesia no se limita a condenar magisterialmente los errores contra la fe, sino que quiere también buscar formas audaces para salir al encuentro del hombre de nuestro tiempo y presentarle el verdadero rostro de Cristo.

Al mismo tiempo, Benedicto XVI también es consciente de que una determinada teología liberal y racionalista ha hecho mucho daño al pueblo de Dios. En un momento determinado de la historia del siglo XX, se publicaron muchos libros de Cristología, en los que se contraponía el “Jesús de la fe” al “Jesús real e histórico”. Aplicando de una manera poco equilibrada un método histórico-crítico, se llegó a afirmar que los Evangelios reflejan la fe de la primitiva comunidad cristiana y no tanto al Jesús histórico. En el fondo, lo que esta teología liberal ponía en duda era la divinidad de Jesucristo.

Pues bien, con la sabiduría propia de quien conoce en profundidad todos esos errores y con la pedagogía del buen pastor, que es capaz de expresar las cuestiones profundas de manera llana, Ratzinger demuestra en su obra que la lectura más sencilla del Evangelio es también la más válida.

Y por aquello de que más vale un caso práctico que muchas abstracciones, me permito ilustrar lo anteriormente dicho con un ejemplo concreto:
Algunos autores de poca fidelidad a la Tradición apostólica, habían tenido la osadía de explicar el relato de la multiplicación de los panes, como una construcción literaria con la que los evangelistas querían expresar que Dios bendice a los generosos que comparten sus bienes (cinco panes y dos peces). Frente a este tipo de interpretaciones, Ratzinger hace una hermosísima síntesis de los pasajes evangélicos que se refieren al pan, entrelazándolos e interpretándolos a la luz de los Padres de la Iglesia de los primeros siglos:
¿Por qué Jesucristo en el desierto rechazó la tentación de convertir las piedras en pan, y sin embargo, accedió a hacer el milagro de la multiplicación de los panes? Su respuesta es la propia del sabio conocedor de la Palabra de Dios: Realizó el milagro porque aquella gente buscaba sinceramente a Dios, tenía hambre de El y además estaba dispuesta a compartir el pan recibido. Por el contrario, en otras ocasiones se negó a realizar signos prodigiosos, cuando eran solicitados sin la debida apertura al don de Dios y sin la disposición de conversión interior.

Ratzinger nos hace caer en la cuenta de que este relato sobre el pan remite a otro relato posterior: la Última Cena. Allí Jesús culmina el milagro de la multiplicación del pan. Jesús mismo se ha convertido en Pan de vida, que se multiplica sacramentalmente para el mundo. Ahora entendemos las palabras de Cristo a Satanás, cuando se negó en aquella circunstancia a convertir las piedras en pan: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4).

Y llegado a este punto, como buen teólogo que ilumina nuestra historia desde la Palabra de Dios, Ratzinger hace una aplicación concreta: Se fija en las ayudas de Occidente a los países en vías de desarrollo, basadas en principios puramente técnico-materiales, que en buena parte han fracasado al ignorar las estructuras religiosas, morales y sociales de estos pueblos. Creían transformar las piedras en pan, pero han dado piedras en vez de pan.

Del tenor de esta reflexión, podremos encontrar otras muchas en este libro que desarrolla los temas centrales de la vida pública de Cristo: Bautismo del Rio Jordán, tentaciones en el desierto, predicación del Reino, Sermón de la montaña, oración del Padre Nuestro, parábolas, imágenes del Evangelio de San Juan, confesión de Pedro, Transfiguración y títulos cristológicos de Jesucristo. Ratzinger comparte con nosotros su búsqueda personal del rostro de Cristo, fruto del largo proceso interior de un sacerdote, teólogo, obispo y ahora Papa.

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