¡Hola a todos! ¿Alguna
vez has estado en una reunión de amigos o en una comida familiar donde se nota
que hay un elefante en la habitación? Todos lo ven, todos lo saben, pero nadie,
absolutamente nadie, se atreve a decir ni una palabra. Te pones a reír de un
chiste, mientras por dentro, tu cerebro te grita: "¡Habla! ¡Di
algo!". Pero no lo haces. Y no eres el único.
Bienvenidos al Club del Silencio,
también conocido como omertá. No es un club al que te inscribes con un
formulario, sino un pacto invisible que se firma con la inacción. Hoy, vamos a
ponernos nuestras gafas de sociólogos y psicólogos para entender por qué este
club es tan popular y por qué es tan peligroso. ¡Vamos allá!
El
Secreto del "silencio confortable"
Detrás de cada
boca cerrada, hay una razón muy humana y, a veces, muy lógica. Desde la
psicología, callar es, en muchos casos, una respuesta a un problema de disonancia
cognitiva. ¿Qué significa esto? Que cuando algo que sabemos (hay un
problema) no concuerda con lo que hacemos (no actuamos), nuestro cerebro se
pone incómodo. Para resolver ese lío mental, en vez de cambiar nuestra acción
(hablar), cambiamos nuestra percepción del problema. Nos decimos: "No
es tan grave", "No es mi responsabilidad", o mi
favorito, "Alguien más lo arreglará".
A este cóctel
mental le añadimos un ingrediente estrella: la evitación del conflicto.
Somos animales sociales que, por naturaleza, huimos de los enfrentamientos. Y
el silencio nos parece un refugio seguro. Nos imaginamos el drama que causaría
hablar y nos convencemos de que es más sano y pacífico mantenernos al margen.
Es la famosa técnica del avestruz: si no lo veo, no existe. Es una comodidad a
corto plazo que nos da una falsa sensación de paz. Pero, ¿a qué precio?
La
presión del grupo y el miedo a la soledad
Aquí es donde
entra la sociología a la fiesta. No callamos solo por nosotros mismos, sino por
los demás. La omertá es, en esencia, un fenómeno de conformidad social.
Somos parte de un grupo (una familia, un trabajo, una comunidad), y la norma no
escrita es: "No te salgas del guion".
Un experimento
clásico, el efecto Asch, lo demuestra a la perfección. Pones a una
persona en un grupo y le preguntas qué línea es más larga. Si todos los demás
dan una respuesta incorrecta de forma unánime, la persona, sabiendo la
respuesta correcta, es muy probable que se conforme con la del grupo. ¿Por qué?
Por el miedo atávico a ser el "raro" o a ser expulsado de la tribu.
En el Club del Silencio, la cuota de membresía es no hablar. Y el
castigo por no pagarla puede ser el ostracismo o, en casos extremos, la
marginación total.
La omertá es un
mecanismo de presión grupal donde el silencio es la moneda de cambio. Si
hablas, dejas de ser parte del "nosotros" y te conviertes en un
"yo" aislado, y eso, para nuestra mente, es un lugar muy solitario y
aterrador.
Los cómplices necesarios:
Un reparto completo
Un pacto de
silencio no se sostiene solo con una persona. Se necesita un reparto completo
de cómplices, cada uno con su papel.
El Líder o la
Institución:
Es el director de la obra. Con su autoridad, ya sea explícita (una orden
directa de callar) o implícita (a través de la cultura del secretismo), marca
el tono. La omertá a menudo sirve para proteger la imagen, el poder o la
reputación de la institución, no a las personas que la forman.
Los Cómplices
Activos:
Son los que refuerzan el silencio. Son los que miran mal al que pregunta, los
que cambian de tema o los que se aseguran de que nadie hable. Son los
guardianes del ‘statu quo’.
Los Cómplices
Pasivos:
Son la gran mayoría. Es la gente que, como en el ejemplo del inicio,
simplemente decide no pronunciarse. Su inacción es, sin embargo, la que da
legitimidad al pacto y permite que el problema se mantenga sin ser cuestionado.
Son el público de la obra que, con su silencio, aplaude.
El
daño colateral: El costo invisible
El daño de la
omertá no se ve a simple vista, pero es devastador. Es como el óxido en una
tubería: va corroyendo la estructura por dentro.
Corrosión de la confianza: Cuando el
silencio prevalece sobre la verdad, se destruye la confianza entre las
personas. Nadie sabe en quién puede confiar, y el miedo se convierte en la
norma.
Perpetuación de la
injusticia:
La omertá protege a los culpables y castiga a las víctimas. Permite que
situaciones injustas y perjudiciales se mantengan, ya que no hay nadie que las
cuestione.
Inmovilidad y estancamiento: Una comunidad que
no habla de sus problemas es una comunidad que no puede crecer. El silencio
mata la creatividad, el diálogo y la posibilidad de cambio y mejora.
“El Club del
Silencio” parece inofensivo al principio, pero en realidad es una cárcel
invisible que nos encierra a todos, a los que hablan y a los que callan. El
primer paso para liberarnos es tan simple como difícil: reconocer el elefante
en la habitación y atreverse a, al menos, nombrarlo.
Y tú, ¿qué
elefante te has guardado alguna vez en el bolsillo? La próxima vez, tal vez
valga la pena sacarlo para que todos lo veamos.
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