Homilía del Domingo XIX del Tiempo Ordinario, ciclo c
Lc 12, 32-48
10.08.2025
La semana pasada
recordamos la parábola del agricultor necio. Este hombre, después de una
cosecha extraordinaria, construyó almacenes más grandes para guardar todo. Pero
justo cuando se disponía a disfrutar de su fortuna, lo perdió todo, haciendo
que sus esfuerzos fueran en vano.
Tal vez hemos
podido envidiar a este hombre, pero no queremos cometer su mismo error. Jesús
lo tildó de insensato y necio. Por ello, nos enseña cómo administrar y
gestionar nuestros bienes de forma inteligente y sabia.
«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas,
pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended
vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro
inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla.
Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».
Es
una elección que nos asusta.
No tengáis miedo.
¿Por qué introduce así su propuesta? Porque sabe que nos va a sugerir una
elección de vida que nos asusta. Si se tratase únicamente de alguna práctica
religiosa, tales como el ayuno, alguna devoción, no habría motivo para
recomendarnos que no tuviéramos miedo. Pero aquí se trata de invertir dinero,
se trata de bienes, de cosas muy concretas y nosotros sabemos que cuando se
compra o se vende siempre se tiene miedo de equivocarse, de ser engañados, de
dejar escapar la ocasión que luego no vuelve o de tener remordimientos. "Si
hubiera vendido en el momento justo, si hubiera comprado..."
Un
pequeño rebaño, la comunidad cristiana
¿A
quién les dice que no tengan miedo? A un pequeño rebaño. No se la hace a todos
porque no la entenderían. Se la hace a los que lo conocen, que han estado con
él ya durante un par de años, que le han dado su adhesión y que saben que es
una persona de la que se pueden fiar. Es un pequeño rebaño. De hecho, la
mayoría no quiere ni oír hablar de ello.
Ese pequeño rebaño
ha tenido la suerte de encontrar un tesoro; el Evangelio. Ese pequeño
rebaño ha creído en el mundo nuevo, han entrado en el reino de Dios.
Jesús
como inversor.
Jesús propone una
inversión de los bienes que tengan en sus manos, bienes concretos, dinero,
casas, campos, la fortuna que han podido desarrollar con todas sus capacidades.
¿Qué hacer con todos estos bienes?
«Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que
no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los
ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón».
‘Vended lo que
poseéis’, ‘fiaos de mí’, eso es lo que nos dice el Señor. Y ¿en qué invertir
estos bienes? Invertirlo en limosnas con cabeza, de un modo inteligente. Significa
poner de forma inteligente a disposición de los hermanos los tesoros con los
que la vida nos ha beneficiado.
Invertir
en amor,
para
crear vida.
Hay que
invertirlos todos para crear alegría, para crear vida. A modo de ejemplo; Si
tienes cinco apartamentos vacíos, ponlos a disposición de familias que los
necesiten, que no tengan una casa. Te darán muchos quebraderos de cabeza,
muchos problemas, tenlos en cuenta, pero tú crearás alegría, crearás vida. Si
tienes campos, haz que produzcan para alimentar a los necesitados. En resumen,
apuesta todo por el amor. No olvides que la persecución y los quebraderos de
cabeza los vas a tener garantizados.
El
amor es el tesoro que no se devalúa
El amor no es como
el grano de ese agricultor, un grano que se habría podrido en los almacenes. El
amor es un tesoro que no se devalúa y que no puede ser robado por los ladrones;
ni siquiera por ese ladrón que sorprendió al agricultor; ese ladrón llamado ‘muerte’
que se lo llevó todo.
Si
tienes miedo es porque
no
has entendido a Jesús.
Por eso Jesús empezó
diciendo: "no tengáis miedo". Si tenéis miedo quiere decir que
no habéis entendido la inversión que Jesús nos está proponiendo. Si alguien
siente miedo al renunciar a sus posesiones para ayudar a los demás significa
que todavía no ha comprendido que esta "inversión" no es un
riesgo, sino un camino seguro para obtener un tesoro que no puede perderse. El
miedo, en este sentido, es una señal de que la persona aún no ha captado
la naturaleza de la propuesta de Jesús, que garantiza una recompensa
imperecedera.
Nos cuenta tres parábolas.
1.- La primera parábola
La primera
parábola es:
«Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas.
Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda,
para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes
el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá,
los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la
segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos».
La escena de la
primera parábola tiene lugar en la casa de un señor rico que ha sido invitado a
una fiesta de bodas y ha confiado su casa a sus siervos. Es fácil identificar a
este Señor: Es Jesús que, una vez cumplida su misión, ha dejado este
mundo y ha confiado a sus discípulos la tarea de dar continuidad a la obra que
él ha realizado.
En los Hechos de
los Apóstoles se describe este traspaso de poderes en el relato de la
ascensión. Recordemos a esos dos hombres vestidos de blanco que dicen a los
discípulos, parafraseando la frase: "No os quedéis mirando al cielo,
bajad a la llanura y dad continuidad a ese mundo nuevo que Jesús ha iniciado."
(cfr. Hch 1, 11).
Esta
casa es la comunidad cristiana
compuesta
por siervos.
Detengámonos en
los siervos que habitan esta casa; son importantes. Solo están los siervos en
la casa de su señor, cada uno con su propia tarea que desempeñar; la que el
señor ha confiado a cada uno. Esta casa es la comunidad cristiana que está
compuesta solo por siervos. No hay señores, honorables, eminencias, excelencias
a las que reverenciar. El servicio es lo que caracteriza la vida de esta casa.
Siempre
listos para servir.
¿Cómo actuar para
obtener la aprobación de su Señor? Deben permanecer siempre despiertos,
siempre listos para servir. No pueden adormecerse. En griego γρηγορεύω (gregoreúo)
significa ‘estar despierto, vigilar, estar vigilante, permaneciendo
despiertos’
ya que este señor puede llegar en cualquier momento: puede llegar en mitad de
la noche, al alba, cuando uno está más tentado de dormirse.
la disponibilidad al servicio.
1.- Las vestiduras ceñidas a
los flancos
Esta
disponibilidad
al servicio se presenta con dos imágenes muy eficaces: la de las vestiduras
ceñidas a los flancos y la de las luces siempre encendidas. (cfr. Ex
12, 11; Job 38, 3).
Es una casa en
Oriente y los hombres usaban túnicas largas hasta los pies. En casa las dejaban
sueltas, pero cuando se ponían a trabajar o partían para un viaje, se ceñían
los flancos, se subían las vestiduras para tener más libertad de movimiento.
En la casa de este
señor los siervos tienen siempre las vestiduras ceñidas a los flancos. Jesús
nos dice que si alguien nos necesita estamos llamados a estar siempre listos
para servir.
Dos
imágenes presentado
la
disponibilidad al servicio.
2.-
Las lámparas encendidas
Segunda imagen es
las lámparas encendidas en la casa de este señor. Nunca hay un cartel que diga
"la luz se ha apagado. No molestar porque estamos descansando."
Cualquiera que lo
necesite sabe que puede llamar a esta casa porque allí hay alguien que puede
realizar el servicio que él necesita. Y en este punto está la llegada del señor
que regresa de las bodas, llega y llama educadamente a la puerta, no la derriba,
pide permiso porque él necesita entrar.
¿De qué llegada se
trata? Habrá una última venida de este Señor en nuestra vida. Será el encuentro
último y definitivo cuando nuestra vida sea evaluada, precisamente viendo si se
parece o no a su vida, la vida del Siervo.
Pero antes de este
último encuentro, el Señor viene muchas veces a llamar a nuestra puerta, no la
derriba, llama porque libremente debemos abrir y responder a la necesidad
que él tiene.
Él es el hermano
pobre que viene a pedirnos ayuda y sabe que nosotros tenemos los bienes que él
necesita, esos dones, esos tesoros que Dios ha puesto en nuestras manos,
precisamente para que se los entreguemos al hermano necesitado. Cuando llega
el hermano a llamar a nuestra puerta, es el momento de invertir nuestros
tesoros, venderlos en limosna.
Son
dichosos también los siervos.
Y estos siervos
vigilantes merecen no una, sino dos bienaventuranzas de Jesús: Dichosos
aquellos siervos. Una bendición inaudita, porque en la cultura de la época los
dichosos eran los señores, no los siervos.
Dichoso ‘μακάριος’
(makários) significa ‘supremamente bendecido; afortunado, bien
librado; bendecir, bienaventurado, dichoso, glorioso’. Significa que eres
una persona bella, una persona con una conversión avanzada.
Y están despiertos
también en la noche y esta noche podría ser la de nuestro mundo envuelto en la
oscuridad del egoísmo, de la búsqueda espasmódica, del tener, del poder, de lo
que gusta y nada más. En esta noche son dichosos los que se mantienen despiertos,
aunque a su alrededor solo haya oscuridad, ellos mantienen las lámparas
encendidas y realizan fielmente su servicio. Es una bienaventuranza hermosa
y poco citada. Dichosos los que se mantienen despiertos con los ojos abiertos.
Conclusión
de la segunda parábola
La conclusión de
la parábola presenta una de las escenas más conmovedoras que hay en la Biblia.
El Señor cuando llega llama y uno esperaría que cuando entrara pretendiera ser
servido. Pero es él -el mismo Señor- quien se ciñe las vestiduras y se pone a
servir a los siervos a los que ahora él hace sentar a la mesa.
El Dios de Jesús
de Nazaret es el Dios siervo del hombre y no le hagamos el agravio de
desfigurar su rostro haciéndolo convertirse en un señor que se hace servir. Lo
deformamos, subvertimos su imagen. Es una imagen totalmente desafortunada la de
Dios que se hace servir.
Encontramos una
escena igualmente conmovedora en el Apocalipsis donde se dice que Dios «enjugará
las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor,
porque todo lo viejo se ha desvanecido» (cfr. Ap 21,4); que parafraseando
sería que enjugará toda lágrima de los ojos de estos siervos porque construir
el amor les ha costado esfuerzo y también muchas lágrimas.
Para
entender su propuesta…
Nos
cuenta tres parábolas.
2.-
La segunda parábola
Estos bienes que
se están devaluando y que deben ser invertidos también están expuestos al
peligro de los ladrones. Con una segunda parábola, Jesús nos enseña cómo
ponerlos a salvo de los ladrones.
«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora
viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo
vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo
del hombre».
Esta
imagen del ladrón que llega cuando menos te lo esperas es singular, nunca ha
sido utilizada por los rabinos, en cambio ha tenido mucho éxito entre los
cristianos.
La encontramos a
menudo en el Nuevo Testamento. La emplea Pablo en la carta a los Tesalonicenses
cuando dice: «Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor
vendrá así como ladrón en la noche» (cfr. 1 Tes 5, 2). La encontramos en la segunda carta de Pedro: «El
día del Señor vendrá como un ladrón» (cfr. 2 Pe 3, 10). La volvemos a
encontrar también en el Apocalipsis, la carta que el Resucitado escribe a la
iglesia de Sardes, que no está vigilante, dice: «Vendré como un ladrón, sin
que sepas a qué hora vendré a ti» (cfr. Ap 3, 3).
¿Qué
clase de imagen es esta del ladrón?
Ya sabemos cómo se
llamaba el ladrón que sorprendió a aquel agricultor necio: ‘la muerte’.
La muerte que se lo llevó todo, no estuvo vigilante, no había puesto a salvo
sus bienes. Este ladrón amenazador, sin duda, debe ser tenido en cuenta y la
mejor manera de defenderse de él es hacer que, cuando llegue, no encuentre nada
que llevarse.
La famosa
alocución "cantabit vacuus coram latrone viator" es una famosa
cita del poeta satírico romano Juvenal, que se encuentra en sus Sátiras (Sátira
X, verso 22); cuyo es: "El viajero sin nada cantará delante del ladrón".
Cuando se encuentra con el ladrón se pone a cantar y a reír porque no le puede
hacer nada. Al final de la vida la salvación es ser encontrados sin nada, porque
todos los bienes que Dios había puesto en nuestras manos han sido entregados a
sus destinatarios. Se trata de una bienaventuranza de Jesús, que
parafraseada sería: ‘Dichosos los pobres, felicidades a vosotros que os habéis
quedado sin nada porque habéis entregado todos los bienes por los pobres, por
los que lo necesitaban’ (cfr. Lc 6, 20; Mt 5, 3).
En esta parábola,
sin embargo, la imagen del ladrón no es la de la muerte y no es una amenaza. El
Evangelio es una buena noticia, es la recomendación de estar siempre
vigilantes, de tener cuidado de no perder ninguna de las oportunidades de amor
que se nos ofrecen en la vida, porque estas oportunidades se presentan a menudo
de repente y hay que saber aprovecharlas.
Es
un ladrón un tanto especial
Se trata, por
tanto, de un ladrón un poco especial que no viene a robar; viene a salvarnos,
viene a salvar nuestros bienes. Viene con el disfraz del pobre que pide un
servicio. Nosotros tenemos las capacidades que Dios nos ha dado para darle
vida; es una oportunidad que no hay que perder. Él salva nuestros bienes, los
pone a salvo en Dios porque nos permite transformarlos en amor. El pobre no
nos roba los bienes, nos los salva porque nos los salva en Dios.
Para
entender su propuesta…
Nos
cuenta tres parábolas.
3.-
La tercera parábola
En la comunidad de
los discípulos, compuesta solo por siervos, hemos escuchado lo que Jesús ha
dicho: Hay que permanecer siempre despiertos, pero hay alguien que debe
vigilar más que los demás y a estos Jesús les dedica la tercera parábola.
«Pedro le dijo: «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros
o por todos?». Y el Señor dijo: «¿Quién es el administrador fiel y prudente a
quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de
alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar,
lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos
sus bienes. Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en
llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y
emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora
que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que
no son fieles. El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara
ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin
conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. Al que mucho se le
dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».
La imagen del
banquete es muy apreciada por Jesús, la encontramos a menudo en los Evangelios
(cfr. Lc 14, 15-24; Mt 22, 1-14; Mt 8, 11). Jesús la usa sobre todo para
resaltar que en la sala del banquete siempre hay dos grupos de personas:
Están los invitados, las personas razonables que están sentadas o
recostadas a la espera de ser servidas. Y luego está el segundo grupo, el de
los siervos, siempre listos para acoger las órdenes y ejecutarlas
inmediatamente.
Los
responsables de la comunidad
son
los que más deben vigilar.
La tercera
parábola es introducida por una pregunta de Pedro que le pregunta al Señor ‘quiénes
son los que deben mantenerse vigilantes, ¿nosotros o todos?’. Todos, naturalmente, deben vigilar.
Pero hay alguien
que debe vigilar más que los demás, dice Jesús. Alguien que deberá ser más
siervo que los demás; son los que han sido puestos al frente de la
servidumbre porque han demostrado ser modelos de servicio y de ellos el Señor
se fía.
La referencia es a
los guías de la comunidad cristiana que son llamados οἰκονόμος
(oikonómos) es decir ‘distribuidor de la casa (es decir
administrador), o supervisor, tesorero, administrador, curador, mayordomo,
no son señores, no son dueños, no son superiores; son responsables de la
vida de la comunidad. Son responsables de la vida de la comunidad, no son
personas a las que corresponda títulos honoríficos particulares. Y ¿cuál es la tarea
del responsable de comunidad o οἰκονόμος? Su tarea es dar alimento a toda la
comunidad. Deben comprometerse generosa y desinteresadamente en el servicio de
la comunidad. Este es el cuadro positivo de la parábola y ahora viene el
negativo.
El
riesgo de entrar en la lógica del mundo.
Puede suceder que
estos guías de la comunidad comiencen a actuar por un vil interés; comiencen a
actuar como señores sobre las personas que les han sido confiadas. También en
la casa donde todos son siervos puede entrar de nuevo la lógica de este mundo
que es la que te lleva a querer dominar, a querer prevalecer, a querer que te
sirvan. Es una eventualidad que Jesús toma en consideración y la describe de
una manera muy cruda y a través de las palabras de Jesús nosotros captamos la
denuncia que Lucas está haciendo con crudo realismo precisamente del
comportamiento de los siervos infieles presentes en sus comunidades.
No
sirven, sino que se sirven de la comunidad.
Habla de gente que
se relaja, que gasta en banquetes, en juergas, que usa tonos arrogantes, que se
comporta de forma despótica. Son situaciones vergonzosas que ya estaban
presentes en estas comunidades primitivas de Asia Menor. Jesús recuerda este
peligro con palabras severas.
El peligro que
estas personas están corriendo es el de encontrarse al final de la vida. El
verbo que se utiliza es ‘διχοτομήσει’, ‘bisectar, cortar en dos’; ser
cortados del grupo de los discípulos y ser colocados entre los infieles (μετὰ
τῶν ἀπίστων).
Se trata de
miembros eminentes de la Iglesia, y sin embargo sobre ellos pende una sentencia
dramática e inesperada. Jesús los considera fracasados, no es que sean enviados
al infierno. Pero será trágico para estas personas verificar que se han
equivocado en la manera de interpretar el servicio al que han sido llamados en
la comunidad cristiana.
La
imagen de los azotes
La parábola se
cierra con la imagen de los azotes. Refleja el contexto social en el que se
recurría a menudo a castigos severos y también crueles contra los que no hacían
su deber. El Señor no castiga a nadie. La imagen quiere subrayar lo deplorable
que es el comportamiento de estos guías de la comunidad. Se encuentran en la
condición privilegiada de quienes han conocido mejor que los demás la voluntad
del Señor y han sido igualmente infieles. Su responsabilidad, dice Jesús, es
mayor. Es una situación que debemos tener muy presente porque este peligro
también lo encontramos en nuestras comunidades de hoy y en los responsables ‘de
máximo rango’ en las diócesis.
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