viernes, 25 de julio de 2025

San Joaquín y Santa Ana 2025, Patrono de los abuelos

 


Un abrazo familiar que nos viene del cielo:

Los abuelos de Jesús

Queridos hermanos y hermanas, que el paso de los años os ha llenado de sabiduría y experiencia. Queridas Hermanitas, que con tanto amor y entrega cuidáis de nuestra comunidad, especialmente de quienes más lo necesitan.

Hoy nos reunimos para recordar a dos figuras muy especiales, San Joaquín y Santa Ana. ¿Sabéis quiénes eran? Eran los abuelos de Jesús. Sí, nuestro Señor también tuvo abuelos, ¡como todos nosotros! Es un día precioso para darnos cuenta de que, en Jesús, Dios se hizo de los nuestros, se emparentó con la familia humana, con cada uno de nosotros. Y ya que estamos, qué mejor ocasión para pensar en el tesoro que son nuestros propios abuelos, los vuestros y los nuestros, y en el papel tan importante que ellos y ustedes, queridas hermanas, tienen en la vida de todos.

Hace ya un tiempo, el Papa Juan Pablo II, a quien muchos recordamos con tanto cariño, nos enseñaba algo muy profundo. Nos decía que, aunque la Virgen María fue muy humilde y discreta, pasando casi desapercibida a los ojos de sus contemporáneos, para Dios ella era de una importancia inmensa. La había elegido para un plan de salvación que abarca toda la historia de la humanidad, desde el principio hasta el final.

La vida de María era de esas que no hacen ruido, que no buscan protagonismo. Y poco se sabía de sus padres, Joaquín y Ana. Pero la Iglesia, de alguna manera, intenta asomarse a ese silencio. No por curiosidad vana, sino para darnos la oportunidad de celebrar cómo Dios, con su infinita sabiduría y amor, teje su plan en nuestra historia, ¡para convertirla en una historia de salvación y esperanza!

De hecho, la melodía que hoy resuena en nuestros corazones al iniciar la Eucaristía, esa antífona de entrada, nos llena de alegría y gratitud: "Alabemos a Joaquín y a Ana por su hija; en ella les dio el Señor la bendición de todos los pueblos". ¡Fíjense qué bonito! Los protagonistas son los padres, sí, pero lo que celebramos de verdad es cómo la providencia divina, a través de María, nuestra Madre Santísima, nos preparó el camino para la llegada de nuestro Salvador.

 

Un viaje al pasado, lleno de fe y amor

Se dice que Joaquín y Ana eran de Galilea, pero que pronto se trasladaron a Jerusalén. Allí, vivían cerca de una piscina especial, la Probática, donde Jesús curaría más tarde a un hombre paralítico. Hoy en Jerusalén hay una iglesia, la de Santa Ana, que nos recuerda ese lugar sagrado. Aunque también existe otra tradición que sitúa la vivienda de los padres de María en Séforis, también en Galilea. Lo importante no es tanto el lugar exacto, sino la fe y el amor que habitaban en ese hogar.

        

Hay muchas historias entrañables, aunque no estén en la Biblia, que nos cuentan más cosas de ellos. Por ejemplo, se dice que Ana no podía tener hijos, y que ellos, siendo tan piadosos y justos, rezaron mucho, con una fe inquebrantable. Tras una larga espera, de revelaciones celestiales y hasta de un emotivo encuentro de Joaquín y Ana junto a la Puerta Dorada de Jerusalén (¡escena que el gran Giotto pintó de forma tan conmovedora!), nació María. Estas narraciones también nos cuentan cómo sus padres la cuidaron con tanto esmero y cómo, siendo una niña, subió con decisión los quince escalones del Templo para dedicarse al servicio de Dios. Todas estas escenas tan tiernas han sido inspiración para muchísimas obras de arte, ¡seguro que han visto alguna en retablos o cuadros!

El cariño a Santa Ana se extendió ya en la Iglesia de Oriente en el siglo VI, y llegó a nuestra Iglesia de Occidente en el siglo X. El culto a San Joaquín es un poco más reciente, pero ambos nos recuerdan la importancia de las raíces de nuestra fe.

 


¿Por qué son tan importantes para nosotros hoy?

Recordar a San Joaquín y Santa Ana es una forma preciosa de conectarnos con las raíces humanas de Jesús. Nos ayuda a entender, una vez más, que Dios no es un ser lejano, sino que se hizo parte de nuestra familia, ¡como uno más! Además, el Evangelio que hoy se proclama nos recuerda lo afortunados que somos por haber tenido la suerte de ver y escuchar lo que muchos profetas y justos de otros tiempos anhelaron con todo su corazón.

Fíjense qué imagen tan significativa nos regala el arte: la de Santa Ana con María y el pequeño Jesús. Esta estampa refleja, especialmente en un tiempo de tanto individualismo, la necesaria relación y comprensión entre las generaciones. Nos enseña, a todos, la importancia vital de los abuelos, la riqueza de su sabiduría, de su experiencia, de su amor incondicional.

Queridas Hermanitas, a ustedes que día a día tejen con paciencia y ternura esa red de apoyo y comprensión, esta fiesta nos invita a seguir siendo esa "presencia" de amor y cuidado para nuestros mayores. Nos recuerda la responsabilidad ética de ofrecer la necesaria atención integral a los ancianos, de escuchar sus historias, de valorar su legado y de acompañarlos con dignidad y respeto en esta etapa de sus vidas. Es una invitación a hacer revivir en gratitud la memoria de los antepasados, de aquellos que nos precedieron en la fe y en la vida.

Que la intercesión de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús, nos inspire a todos a valorar la familia, a cuidar de nuestros mayores con el mismo amor con el que ellos cuidaron de María, y a seguir construyendo puentes de fe y esperanza entre todas las generaciones.

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