Homilía del
Domingo III de Cuaresma, Ciclo C
Lc 13, 1-9
23.03.2025
El
episodio que hoy nos ofrece la liturgia sólo nos lo ofrece el evangelista
Lucas. Este texto evangélico de hoy se enlaza con el capítulo 12 en los
capítulos 54 al 59 donde Jesús se dirige a las multitudes y desenmascara la
hipocresía de aquellos que se cierran a la novedad del mensaje evangélico que
él mismo nos trae. Es más, Jesús emplea palabras duras como ‘hipócritas’, con
el significado de ‘comediante’. Jesús nos invita a interpretar el tiempo
presente con los criterios celestiales.
Pasar del
concepto del poder
al concepto de la autoridad.
Jesús
invita a la multitud a crecer, a madurar, a ser capaces de razonar con la
propia cabeza y a caminar con las propias piernas; y volverse independiente de
la propia autoridad religiosa que quiere siempre mantener a la gente en una
condición infantil y siempre necesitada de autorizaciones para saber qué cosa
es buena y qué cosa es mala. Jesús quiere que estas personas creyentes pasen
del concepto del poder al concepto de autoridad. El poder, en el evangelio, es
siempre diabólico; recuerden en el evangelio las tentaciones del desierto ya
que el poder es usado para aplastar al hermano y así conseguir lo que uno
ansía. Recuerden lo que diablo dijo a Jesús: «Te daré el poder y la gloria
de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero» (cfr.
Lc 4, 6). Jesús denuncia el poder como algo diabólico. En la comunidad
cristiana no hay puesto para el poder sino para la autoridad. ¿Cuál es la
diferencia entre el poder y la autoridad?
El
poder nos remite al dominio de una persona o de un colectivo de personas basado
en el miedo por el uso de la violencia física, verbal, psicológica, por la
amenaza de un castigo, por las actitudes pasivas agresivas. Hace al hombre o al
colectivo como un ser cobarde porque es un dominio basado sobre la ambición, la
recompensa, explotando los deseos de la riqueza, el éxito, el perpetuarse en
cargos de gobierno. A esas personas lo único que les interesa es el dinero, su
carrera y esto hace al hombre un ser despreciable. Y los que tienen el poder
quieren llegar a un grado más alto que es la credulidad o asentimiento; esa
credulidad o asentimiento es el inculcar una ideología que exalta el poder y
presenta la obediencia y la sumisión como algo bueno y deseable, y esto hace el
hombre un ser infantil.
Las
características del poder son intentarse mantener o incluso aumentar las
desigualdades entre los que están al cargo y los que tienen que obedecer. El
poder religioso pretende traer a los hombres hacia Dios mediante la observancia
de las leyes y de las normas que se presentan como la voluntad inmutable de la
divinidad. El poder en la comunidad de los creyentes queda totalmente excluido sea
quien lo ostente.
El Poder y
Algunas Consecuencias Muy Dañinas
La
vida está llena de relaciones asimétricas (los padres con los hijos, un maestro
con su alumno, un obispo con un presbítero, un jefe con su empleado). Esta
asimetría debería de servir para ayudar al otro, pero existe el gran riesgo de
hacer mal uso de esa ‘autoridad’. En la vida de la iglesia hay relaciones
asimétricas -con superiores, confesores, acompañantes, catequistas- y aquí
también puede aparecer el riesgo de que aparezca un abuso de poder. El poder
espiritual es cuando otro usurpa el lugar de Dios en vez de ayudar a la persona
a encontrarse con Dios; de este modo desfigura la noción de Dios y priva a la
víctima de sus propios recursos espirituales.
El
abuso de conciencia es el intento de anular la voluntad del otro, perdiendo la
capacidad de decidir y orientar su propia vida. Ocupar el lugar de Dios en otra
persona es abuso. Censurar el discernimiento y la toma de las propias
decisiones en nombre de la autoridad divina es abuso. Infantilizar a otra
persona para generar dependencia y someter su voluntad es abuso. Situarse como
mediador imprescindible en la relación de otra persona con Dios es abuso. Invadir
la intimidad de otra persona, su fuero interno es abuso. Exigir secreto,
imponer el silencio o querer convertirse en el único confidente de una persona
es abuso. Aislar a una persona de los suyos -en contra de la propia voluntad-
con la excusa de su entrega a Dios es abuso. Culpabilizar en nombre de Dios a
quien decide abandonar una institución religiosa –‘si te vas no valoras lo
que has recibido aquí; Dios te ha dado tanto, ¡qué ingrata que eres!’- es
abuso. Violar la confidencialidad –‘fotocopiar y difundir correos
electrónicos o documentos o conversaciones de ámbito de conciencia y privado y
usarlo para atacar, desprestigiar, apartar a esa persona’- es abuso. Acallar las críticas en nombre de Dios –‘si
no me escuchas no estés escuchando a Dios’- es abuso. Aprovechar la
situación de vulnerabilidad de otra persona para amenazarla, atemorizarla y
dirigir su vida –‘¿qué hacemos contigo? No sabemos qué hacer contigo, tú
aquí sobras, si no haces lo que yo te indico no podrás contar conmigo ni con
nadie; si te vas, te vas a condenar’- es abuso. Ignorar, justificar,
relativizar o malinterpretar el sufrimiento físico o psíquico de otra persona
–‘yo tenía síntomas físicos y psicológicos y me decían que esa era mi cruz
negándome la ayuda profesional’ es abuso. El abuso de poder es demasiado
serio. Este tipo de abusos de poder rompe a la persona, distorsiona la imagen
de la Iglesia, pervierte la relación con Dios y en muchos casos aleja por
completo de la fe. Jesús apuesta por una
cultura del respeto y del cuidado mutuo.
La Autoridad.
Jesús
quiere que las personas razonen y piensen por sí mismos y ahí es donde entra la
autoridad. La autoridad es un servicio basado por la propia competencia. Cuando
uno pone los dones, habilidades al servicio de los demás se fortalece por el
Espíritu. En términos técnicos, en el Nuevo Testamento, esto lo llama con el
nombre de ‘carismas’. ¿Qué es el carisma? Es la propia capacidad, habilidad,
virtudes que uno tiene y que las pone a disposición de los otros. Dios regala
vida a quien produce vida; de ahí la expresión del evangelio cuando nos dice: «Con
la medida con que vosotros midáis, Dios os medirá, y con creces» (cfr. Mc
4, 24).
La
autoridad, que se da a si misma que se entrega a los hermanos, conduce a la
maduración y conversión de las personas y tienden a hacer reducir la
desigualdad. En la autoridad Dios es concebido como el que da poder al hombre comunicándole
su propia vida hasta que el hombre tenga su condición divina. Dios es amor
total y donación sin reservas, y eso es lo que comunica a los hombres.
Características de la autoridad.
Las
características de la autoridad son: No se impone, sino que se propone; no
dirige la vida de los otros, sino que se pone al servicio del otro; no toma las
decisiones por los otros, sino que ayuda a madurar. Por supuesto que no existe
una sola autoridad en la comunidad, sino que todos están llamados a ejercitar
una determinado o particular servicio comunitario. No todos son manos, ni pies,
ni ojos, ni oídos, ni narices, ni corazón, ni cerebro… pero todos son
necesarios y cada cual ha de ejercer la autoridad en lo que le corresponde para
edificar el cuerpo místico de Cristo. Jesús nos invita al servicio comunitario.
Cuando aprendes a juzgar por ti mismo, sin tener que depender de los otros -los
otros sólo ayudan, sólo te favorecen a adquirir criterios de discernimiento-, es
como actúas con discernimiento.
Posicionamiento de Jesús
Jesús,
en el evangelio de hoy, está liberando a las personas de la sumisión de la
institución religiosa judía. Nos cuenta el evangelio que «en aquel tiempo se presentaron algunos a contar a Jesús lo de
los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que
ofrecían». El evangelista no dice quiénes estaban presentes, sólo
nos dice que ‘algunos de los presentes’, pero no sabemos quiénes. Del contexto
se puede desprender que sean o bien fariseos o bien algunos enviados por los
fariseos. Y le cuentan lo que les sucedió a aquellos galileos cuya sangre fue
mezclada por Pilato con la sangre de los sacrificios que ofrecían.
Galilea y los Galileos.
Habla
de unos galileos y esto es importante. Galilea es una provincia del norte y
está muy lejos del centro del poder religioso ubicado en Jerusalén. Y cuando
más lejos se está de la autoridad menos se les puede llegar a controlar, ya que
ellos se sienten más libres con sus propias costumbres. La región de Galilea
era una región que permaneció marginada por los principales acontecimientos que
han ido marcando la constitución de Israel como reino; aparece raramente en los
escritos de la Biblia hebrea. Galilea debe su nombre al profeta Isaías que
describiendo esta región resalta la mezcla entre población judía y la población
pagana (cfr. Is 8, 23); lo mira con cierto desprecio, es el distrito de los
paganos. Los galileos tenían una manera diferente de concebir la religión; de
tal modo que en Galilea y en Judea se daban teologías radicalmente diferentes;
la una opuesta a la otra.
Los
profetas del norte, de la zona de Galilea, están convencidos que los males de
Israel provienen de la monarquía, la cual no era querida por Dios. Los del sur,
en cambio, los de Judea, son fanáticos monárquicos y nunca pusieron en cuestión
al reino del difunto rey David. Por eso hizo alboroto que al inicio del
evangelio de Lucas, María de Nazaret, la Galilea hiciera un himno
antimonárquico. Y que se atreviera entonar en casa de sus parientes, los cuales
eran devotos de Jerusalén (Zacarías era sacerdote del Templo). Recordemos las
palabras antimonárquicas de María: «Derribó de sus tronos a los poderosos»,
lo cual se puede entender el clamor de protesta y el contexto que se daba entre
Galilea y Judea.
En
Galilea está la ciudad de Tiberiades. Aquí entra en escena Herodes del Grande
el cual había edificado sobre las orillas occidentales del mar de Galilea una
nueva capital a la que, para adular al emperador Tiberio, la dará el nombre de
Tiberiades. Pero esto erosiona a Herodes ya que construyó la ciudad sobre los
restos de un cementerio de judíos. Y los judíos están obsesionados sobre lo
puro y lo impuro; y por miedo a no profanar ese lugar donde había huesos
humanos, los judíos evitaban vivir allí en Tiberiades. ¿Qué cosa es lo que hizo
Herodes? Herodes se vio obligado a poblar la cuidad acogiendo a extranjeros y a
pecadores. Tiberiades se convirtió marcadamente en una ciudad romana,
cosmopolita e infame desde mediados de un siglo antes de Cristo.
Galilea
era el distrito judío más turbulento de todo Israel. Tanto que el histórico
José Flavio llega a afirmar que ‘los niños de Galilea son los más belicosos
desde la temprana edad’. Así que el término galileo no se entiende tanto por el
lugar de procedencia o como un habitante de Galilea; sino que significa
rebelde, revolucionario, fácil de enojar. En los relatos rabínicos el atributo
galileo siempre tiene el significado de gentuza, gente sin ley. Además se
destacaban por ser los más temerarios y de los más fanáticos de la secta de los
celotes. José Flavio llega a decir que estos galileos infestan gran parte de la
región que tienen su fortaleza en la parte montañosa de Galilea donde los
habitantes les apoyan de un modo incondicional; y Nazaret, de donde proviene
Jesús, es uno de los lugares donde tienen sus guaridas. Los judíos trataban con
desprecio la zona de Galilea porque eran considerados como una zona excluida de
la acción de Dios. En el evangelio de Juan, los fariseos reprenden a Nicodemo
diciéndole que ‘estudia y verás que de Galilea no surgen profetas’ (cfr. Jn 7,
52). La gente de esta región no goza de buena reputación, y peor reputación no
se podría alcanzar.
La Sangre Mezclada,
Algunos
de los presentes recurren a Jesús para informarle de una noticia impactante. El
tono de cómo se le informa de la noticia, como se entenderá por la respuesta
que dará Jesús, no es darlo a conocer, sino que es para amenazar: Es una clara
advertencia de corte mafioso. El evangelista no especifica quién no quienes le
da la noticia a Jesús, sus identidades están ocultas, aunque seguramente serían
o bien los fariseos o personas que se habían dejado influir por la fuerza
devastadora de la levadura de los fariseos.
Se
refieren a un acontecimiento dramático en Jerusalén durante las fiestas
Pascuales, un grupo de galileos, considerados nacionalistas y exaltados
rebeldes, fueron masacrados por Pilato mientras realizaban los rituales en el
Templo; de tal modo que su sangre fue mezclada con la sangre de sus
sacrificios. Probablemente hubiera una denuncia de sublevación contra los
romanos. Flavio Josefo recuerda numerosas masacres cometidas por los romanos,
especialmente por Pilato, contra los galileos. Pilato era conocido por su
crueldad. Mientras que sus precedentes siempre habían evitado que las tropas
romanas entrasen en Jerusalén con los estandartes de los emperadores, Pilato, a
pesar del sentimiento religioso de los judíos, fue el primero en introducir
imágenes en Jerusalén causando protestas terminando con el derramamiento de
mucha sangre.
Morir así como consecuencia de su Pecado:
planteamiento que nace del
Abuso de Poder y
Abuso de Conciencia y espiritual.
Esta
situación de morir y mezclarse la sangre se interpretaba como un castigo
divino. Porque los judíos, entre ellos los fariseos y saduceos, sostenían que
si Dios hubiera estado de su lado -del lado de los que allí murieron de ese
modo tan cruel- no hubiera pasado aquello. Si Dios les ha castigado
significa que eran pecadores, este es el modo de pensar de los fariseos,
saduceos y sumos sacerdotes. Los fariseos, sumos sacerdotes y saduceos hacían
uso de su poder para someter al pueblo mediante el miedo al castigo: un abuso
de poder en toda regla, violentando a las personas, sometiéndolas con el temor
y el miedo y acusándolas de que todo lo que a ellas les ocurre es como
consecuencia de su mal actuar con Dios, pervierte la relación con Dios y en
muchos casos aleja por completo de la fe e infantiliza. Resumiendo: abuso de
poder, abuso de conciencia.
Recordemos
que Jesús es galileo y es acompañado por un grupo de discípulos de galileos y,
lo que es aún más grave, entre ellos tiene a un tal Simón apodado el Zelota
(cfr. Lc 6, 15). Los zelotes eran los miembros que pertenecían a un grupo
armado, a un grupo terrorista. Los fariseos no aceptan la enseñanza de Jesús ni
el cambio que esto supone; quieren que Jesús les de la razón: que estos han
muerto de este modo por un castigo divino a causa del pecado que ellos habían
cometido. Jesús esto no lo defiende y se opone a los fariseos abiertamente. Ellos
decían, eran mafiosos, eran pecadores, eran alborotadores y terroristas, luego
era normal que muriesen de ese modo tan cruel porque Dios les había castigado
de ese modo.
Jesús,
como galileo que era, era considerado como un revolucionario contra el orden
establecido, ya que los galileos no respetaban las tradiciones. Y los fariseos
defendían que los galileos eran pecadores y por tanto eran objeto preferente
del castigo divino. Jesús no se deja intimidar por esta gente que va de
buena, pero que está repleta y podrida de gusanos por dentro.
Contraataque de Jesús.
Jesús
contraataca diciéndoles: «Pensáis que esos galileos
eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto?».
Jesús no se deja intimidar, contraataca dejando en claro que ningún tipo de
muerte violenta o de desgracia puede ser entendida como un castigo de Dios. Jesús
niega toda relación entre el pecado y el castigo. Jesús niega lo que está
escrito en la Ley de Moisés. En los libros del Deuteronomio y en el del Éxodo
nos dice: «Porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la
maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, cuando
me aborrecen» (cfr. Dt 5, 9; Ex 21, 5).
Los
fariseos, saduceos, sumos sacerdotes y aquellos que ostentaban el poder
religioso se apoyaban en estos textos para explicar la razón de las desgracias y
de los infortunios que pasan en la vida. Si uno tenía una desgracia, una
enfermedad, o un percance doloroso, según esta mentalidad era porque Dios te
había castigado por algún pecado. Y si uno era un hombre intachable, la culpa
la tendría el padre, el abuelo, el bisabuelo, el tatarabuelo o el hermano
desconocido de Adán. Las consecuencias negativas de la vida son siempre un castigo
de Dios.
El
evangelista Lucas en este episodio nos da un criterio importante: Jesús no se
limita a leer a Moisés y a los profetas, sino que nos dice el evangelista que
lo interpreta, hace hermeneútica (el arte de interpretar un texto). Jesús no se
limita a leer un texto, porque los textos bíblicos no deben leerse
literalmente, sino que deben ser interpretados; y el criterio de interpretación
es el mismo que le inspiró. El criterio que ha inspirado la Escritura es el
amor incondicional del Creador por sus criaturas. Interpretarlo de otro modo es
un desastre. Si leemos el capítulo 28 del libro del Deuteronomio nos
encontramos con un elenco sin fin de enfermedades relacionadas con los pecados.
Hay una lista llegando a decir que si no haces caso a la Ley el Señor te
enviará contra ti todo tipo de mal hasta que seas destruido. O lo que nos dice
del libro del Eclesiástico: «El que peca contra su Hacedor, caerá en manos
del médico» (cfr. Eclo 38, 15).
Y
al tiempo de Jesús predominaba esta espiritualidad farisaica que sostenía que
los buenos eran premiados y los malvados eran castigados. El libro del Talmud (hebreo:
תַּלְמוּד [talmūd], «instrucción, enseñanza») sostenía que «quien
quiera que ve a un mudo, a un ciego, a un leproso, a un cojo, digo bendito sea
el juez justo». Es decir, que si ellos están así es porque están cumpliendo
la sentencia ejecutada por el mismo Dios.
En
la educación católica se nos ha inculcado esta toxina del castigo divino,
incluso recogida a modo popular en canciones infantiles: «Duérmete niño,
duérmete ya que viene el coco y te llevará; Duérmete niño, duérmete ya que
viene el coco y te comerá». Esta toxina del castigo divino se ha
introducido en la cultura del pueblo cristiano. Pero el castigo de Dios no
aparece en la enseñanza de Jesús. El Padre nos ama, no porque lo merezcamos,
sino que porque Él quiere y Él es bueno. Dios no nos cura con castigos, sino
con ofrendas de amor. No hay relación entre el mal y la enfermedad con el
pecado ni el castigo de Dios.
La Conversión:
Cambio de Mentalidad.
Y
Jesús añade que «Os digo que no; y, si no os
convertís, todos pereceréis lo mismo». Jesús advierte a sus celosos
informadores que la conversión es fundamental para no acabar mal. Jesús les
invita a realizar un cambio de mentalidad, un cambio en el estilo de vida; la
conversión no es volver a Dios, sino que junto con Dios ir hacia los hombres. No
nos pide una actitud meramente religiosa, sino también profundamente humano. Un
cambio que comporta un desarraigo de la propia conducta de las tres palabras
malditas; el tener para ponerse al mando despertando en los hombres el odio, la
rivalidad y la enemistad. Y Cristo quiere que ese odio, era rivalidad y esa
enemistad sean reemplazados por el compartir, el bajarse/humildad y el servicio
que son la base para una relación fraterna.
Y
ahora Jesús contrapone a los que estaban lejos, los de Galilea, a los que están
cerca, los de Jerusalén. Los galileos eran los impuros, pero es que ahora, los
de Jerusalén son los santos. Jesús lo contrapone. A los galileos les pasó
aquello causado por Pilato, pero ahora les toca a los que se consideran santos.
Y les dice «o aquellos dieciocho sobre los que cayó
la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás
habitantes de Jerusalén?». Jesús se refiere a otro trágico evento
que ocurrió en uno de los barrios de Jerusalén; la torre de Siloé que estaba al
sur del Templo se derrumbó. Era una torre que favorecía la conducción del agua
desde el manantial de Guijon hasta la piscina de Siloé. Jesús les está diciendo
que las desgracias también le acontecen a la gente inocente; esto sirve para
reiterar que no se trata de un castigo de Dios. «Os digo
que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Uno de un paso hacia la salvación cuando la voluntad de uno emprende el sendero
de la conversión y el compromiso de una nueva conducta de vida.
La Parábola de la Higuera
Y
la escena se concluye con la parábola de la higuera estéril: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar
fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años
llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala.
¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré
alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la
puedes cortar”». En
el lenguaje profético la viña es el pueblo de Israel; y para los evangelistas la
higuera representa el Templo, la institución religiosa. Desea mostrar la
situación dramática del pueblo a causa de la esterilidad de la institución
religiosa.
Según
el libro del Levítico, cuando se planta un árbol, los primeros tres años no
puedes comer frutas de ese árbol. El cuarto año los frutos son para el Señor,
para los sacerdotes; y sólo en el quinto año puedes comer de él (cfr. Lv 19,
23-25). Esa higuera llevaba plantada ya siete años y estaba
‘desangrando’ el terreno. Los tres años sin poder comer, el cuarto que era para
el Señor y los sacerdotes, a lo que hay que sumar los tres años siguientes (el
quinto, sexto y séptimo año) que fue a buscar ese fruto que ya sí le
correspondía recolectar. Y su intención era ya la de cortar ese árbol porque
absorbe las energías del terreno; el problema no era únicamente que el árbol
fuera estéril, es que no se podía plantar otro en su lugar que sí pudiera dar
ese fruto deseado.
La Polémica con Juan el Bautista
Jesús
con esta parábola retoma una polémica que quedó suspendida con Juan el
Bautista. Juan el Bautista dijo que «ya está puesto
el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto va a ser
cortado y echado al fuego» (cfr. Mt 3, 10). Y como Juan el Bautista,
desde la cárcel, sus discípulos le dicen alarmados que Jesús no se presenta
como un juez justiciero que condena y castiga, sino que de un modo totalmente
nuevo presenta un amor misericordioso, el cual es totalmente escandaloso porque
incluso a los paganos y a los pecadores les llega su amor. A lo que Juan el
Bautista entra en crisis. Juan el Bautista envía a dos de sus discípulos. Manda
a dos discípulos para seguir un procedimiento legal, ya que la misión se hace
oficial, según escribe el libro del Deuteronomio.
El
libro del Deuteronomio dicta como ha de ser el procedimiento contra otra
persona; se dice que con un solo testigo o testimonio no tiene en sí mismo
valor contra una persona; el delito cometido sólo puede ser probado con la
palabra de dos o tres testigos (cfr. Dt 19, 15). Así que el hecho de que Juan
el Bautista enviase a dos discípulos significa que la intención era negativa.
Este comportamiento de Juan el Bautista tiene la finalidad de ser un ultimátum
contra Jesús, con cierto aspecto mafioso, es como una excomunión. Si al
principio de este texto la amenaza venía de los fariseos, ahora la amenaza
procede de Juan el Bautista. Por eso Juan el Bautista envió a dos discípulos
para decirle a Jesús: «¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a
otro?» (cfr. Lc 7, 18-19).
La imagen del árbol nos remite
a Juan el Bautista.
Juan
el Bautista presentaba al Mesías como aquel que vendría a traer un juicio y
aniquilar toda maldad, y a bautizar con Espíritu Santo y fuego. El Espíritu
para comunicar la vida y el fuego para destruirla como la paja con un fuego
inextinguible. Y el Mesías presentado por Juan el Bautista era el que tenía ya
el hacha para talar el árbol desde la raíz y arrojado al fuego.
Pero
en Jesús no encontramos actitudes críticas o de condena, sólo propuestas de
plenitud de vida y de un amor que se extiende incluso a todos los pecadores y
enemigos. Jesús no separa a los buenos de los malos, como hacía Juan el
Bautista, sino que Jesús anuncia el amor del Padre que se extiende a todos.
Jesús censura al profeta Isaías
Jesús,
ante la pregunta que le realizó los dos testigos enviados por Jesús no le
contestó a Juan el Bautista de un modo directo, sino que nos dice el
evangelista Lucas que «Jesús curó a muchos de sus enfermedades, dolencias y
malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos» y a los enviados les
dijo que lo que ellos estaban viendo se lo dijeran a aquel que les había
enviado (cfr. Lc 7, 21-23). El evangelista presenta los hechos de Jesús, los
cuales no precisan de palabras para ser explicados; sólo hace comunicaciones de
vida, ninguna de muerte ni de condenación. Pero estemos atentos a la respuesta
que Jesús le dijo mediante los hechos realizados por él, en total son seis: «los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los
muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia». Esta
lista son las obras clásicas y tradicionales del Mesías que eran anunciadas por
el profeta Isaías, pero Jesús excluye, censura dos de estas obras que son
acciones de la venganza que fueron contenidas por el profeta, y esas obras de
venganza eran lo que el pueblo estaba esperando. Lo que Jesús censura y excluye
es «un día de venganza de nuestro Dios» (cfr.
Is 61, 1-2). El profeta Isaías establecía la venganza como una recompensa
divina. Éstas eran las obras tradicionales del Mesías, pero Jesús censura la
venganza. De hecho, ya lo hizo cuando Jesús comenzó su ministerio público en la
sinagoga de Nazaret al proclamar el rollo del profeta Isaías (cfr. Lc 4,
16-22), donde allí, delante de todos, partió el versículo 2 del capítulo 61 de
Isaías para omitir lo de «un día de venganza de nuestro Dios», causando
malestar y una revuelta en la sinagoga de Nazaret. Todos estaban esperando esa
venganza de Dios hacia los que no cumplían con la ley, porque según ellos, Dios
tiene que castigar al pecador con enfermedades, desgracias, muerte o cualquier
tipo de mal. En cambio, Jesús anuncia el amor universal del Padre y la reacción
de la gente es la de una profunda oposición e incluso intentaron linchar a
Jesús. Por suerte eran personas que frecuentaban la sinagoga, porque de ser de
los que no lo frecuentaban tal vez le hubieran torturado de maneras más
creativas.
El pueblo judío se escandaliza
de que Dios sea amor.
Cuando
Juan el Bautista anuncia un dios severo y despiadado que castiga esto mete
miedo, pero nadie se escandaliza porque Dios siempre ha sido así. Pero llega
Jesús y empieza a hablar de un padre que es benévolo hacia los ingratos y
desagradecidos y malvados y que tiene misericordia de ellos, este populacho
consumidor de culto en la sinagoga se escandaliza. Pero un dios que mete miedo
y aterroriza no les escandaliza; un dios que es una fuente de amor para todos
es una causa de escándalo.
La imagen del viñador.
La
imagen del árbol responde a Juan el Bautista y a sus discípulos. El viñador es
la figura de Jesús que responde al dueño de la viña «“Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le
echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».
Las acciones del viñador no sólo están proyectadas para hacer que la higuera dé
más fruto, sino sobre todo también para salvar la fertilidad del terreno porque
la higuera, en particular, es un árbol que absorbe mucho alimento y roba las
sustancias nutritivas a las cepas que la rodean. Y el hecho de abonar la
higuera es algo que nunca se hace ya que de ningún modo necesita de estos
cuidados; si el viñador lo hace es para que las cepas no sean perjudicadas por
esa higuera. Y cuando dice «déjala todavía este año»
se está refiriendo al año de gracia proclamado con la predicación de Jesús
cuando estaba en la sinagoga de Nazaret con sus paisanos tan cariñosos que le
querían estrangular, pero no metafóricamente hablando.
A
diferencia de Juan el Bautista que anunciaba el juicio inminente cuando decía «ya
está puesto el hacha a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto va
a ser cortado y echado al fuego» (cfr. Mt 3, 10), el Señor da otra
oportunidad antes de ser cortado.
La
parábola deja el final abierto porque Dios es un Dios benévolo, porque tal y
como dice Lucas «él es bueno para los ingratos y malos» (cfr. Lc 6, 35), es
decir, que ama. Dios es amor y la única manera que tiene para relacionarse con
las personas es comunicar amor; y Dios nunca se desanima, nunca se desmoraliza
y aunque el árbol no dé fruto -el cual es una imagen del pueblo, es una imagen
de las instituciones-, él no se desalienta y continúa apostando por nosotros.
Luego, decepcionando seriamente a Juan el Bautista, a los fariseos, saduceos,
sacerdotes y demás compañía, la higuera nunca la cortará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario