San Antolín 2021
2 de septiembre de 2021
Hermanas, les voy a contar la leyenda de San Antolín. Nos remontamos a los tiempos del rey Sancho III Mayor de Navarra, por el año 1035 d.C., al que gustaba cazar por tierras palentinas y siempre dispuesto a cazar una buena pieza. En aquel entonces Palencia era un auténtico vergel y la zona que conocemos de la Catedral ni siquiera existía. Era todo selvático. Cuenta la leyenda que cabalgaba el rey Sancho III Mayor de Navarra en su caballo cuando vio aparecer el jabalí más grande que se haya visto jamás en Palencia. Y al ver semejante pieza de caza tan codiciada el rey Sancho Mayor de Navarra se lanza en su persecución tras el jabalí y el jabalí corriendo a toda velocidad para intentar escapar. Y recorriendo el territorio por las tierras palentinas, cuentan que el jabalí se adentró en una cueva, en una cueva silenciosa, oscura, pero el rey Sancho de Navarra no desistió de su pieza de caza porque quería comerle como plato central de las viandas que se pensaba zampar. Mas el rey cuando su visión se acostumbró a la oscuridad de la cueva atisbó a la pobre fiera que estaba acorralada, mas al tensar el venablo, el rey no podía mover su brazo, se quedó inmovilizado en su brazo, sentía su brazo paralizado, el brazo no tenía fuerzas… y en estas cuentas estaba el monarca cuando se apareció el Santo, San Antolín y entonces el rey lo comprendió. El rey cayó de rodillas, se postró ante la imagen del santo, y mirándole a los ojos le dijo: “San Antolín, noble santo, vienes aquí a reprocharme mi actitud, no debía adentrarme en terreno sagrado, porque eso es lo que es esta cueva, terreno sagrado, y aquí he entrado a derramar sangre en donde no debería haberlo hecho. Ante ti me postro, San Antolín y prometo que aquí erigiré un templo, aquí erigiré una iglesia que tendrá como base esta cripta, esta cueva tan recóndita donde ese jabalí que me ha hecho ver la verdad mediante tu aparición, saldrá sano y salvo”.
Y aquí tenemos precisamente el origen de la
Catedral de Palencia, la Bella Desconocida. El origen de la Catedral de San Antolín
que es así como se llama. Todos los años –los que se puede- se renueva la
tradición de beber el agua de la cripta a la que atribuyen poderes curativos.
Pero más allá de esa atribución que se le puede dar al agua del pozo de la
cripta hay otra sumamente más importante. Fue de esa agua donde fueron
bautizados los primeros cristianos palentinos y es ahí donde se nos recuerda
que surgen nuestras raíces cristianas que nos conducen al cielo.
En
esta solemnidad del Patrón de nuestra diócesis se nos recuerda que no hace
falta ser un profesional para poder hablar de Dios. Dios es más íntimo a
nosotros que nuestra propia intimidad. Es importante hablar de Dios porque de
la abundancia del corazón habla la boca. Y es normal que aquel que tiene a Dios
en su corazón lo exprese, y hable de Dios de una manera o de otra. Ahora bien,
siempre será mucho más de lo que expresemos, porque nuestras palabras se quedan
siempre cortas. Por eso, cuando hablemos de Dios, hay que hablar con humildad.
Conocemos aquella imagen que utiliza San Agustín de aquel niño que estaba en la
playa y quería hacer un agujero y meter agua con los cubos de agua. A lo que
san Agustín se acerca al niño y le pregunta qué es lo que hacía, a lo que el
niño le responde que estaba intentando meter todo el agua del mar en ese
agujero de la arena. Y en ese momento San Agustín se da cuenta de que Dios le
estaba dando una llamada a corregirse, porque él estaba intentando meter a Dios
en su mente y eso no es posible. Somos nosotros los que estamos llamados a
hacernos imagen y semejanza de Dios, no pretendamos meter a Dios en nuestros
conceptos porque no podemos hacer un dios a nuestra imagen y semejanza. Somos
nosotros los que tenemos que estar en continua transformación teniendo en
cuenta de que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. No podemos manipular
nunca el concepto de Dios.
Hoy
en el día de nuestro santo Patrón, San Antolín, se nos recuerda que nuestras
raíces son cristianas y que ha de circular por nuestras venas la savia de la gracia.
Y del mismo modo que el rey Santo III Mayor de Navarra supo darse cuenta de que
en esa cueva, de que en esa gruta aconteció algo sagrado que le cambió la vida,
que también nosotros, cada día en la Eucaristía, descubramos el gozo de tener
con nosotros al autor de nuestra vida y de nuestra alegría.
Pues en el cielo elevado |
Después del séptimo día |
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