domingo, 29 de agosto de 2021

Bodas de Oro de la Profesión Religiosa de una Monja Carmelita Descalza de Palencia

Bodas de Oro de la Hna. Ana María de la Santísima Trinidad

31 de agosto 2021

           

Hna. Ana María de la Santísima Trinidad estás aquí como fruto de una llamada particular que Cristo te hizo a ti personalmente: es tu respuesta a la llamada particular que Cristo te hizo, y tú has respondido con fidelidad. Y respondiendo a esta llamada de Cristo te has dedicado y te dedicas totalmente a Dios y a la perfección de la caridad movida por el Espíritu Santo. Con tu vida de oración y entrega estás colaborando en la santidad de la Iglesia y eres una discípula de Cristo que contribuye en la construcción del Reino de Dios junto a toda esta Comunidad de Carmelitas Descalzas.

            Una vida consagrada que es una llamada a mantener encendida esa lámpara, esa llama de la santidad. Una vida consagrada que sigue los consejos evangélicos como estado de vida. Es cierto que Jesús dio consejos evangélicos para todos sus seguidores, pero cuando de esos consejos que dio Jesús se convierten en estado de vida, en formas de vida explícita, es cuando estamos en el estado de vida consagrada, la cual es un regalo para la Iglesia y todas aquellas que se consagran son una bendición de Dios porque colaboran más estrechamente con el Divino Salvador.

            Es verdad que la primera consagración es la bautismal, donde se reafirma que nuestro corazón es de Dios, que nuestro corazón tiene dueño, que somos de Dios. Y el que hace los votos de la vida consagrada lo que hace es visualizar la consagración fundamental bautismal y la actualiza de una manera concreta viviéndolo a través de la consagración de unos votos. De tal modo que la vida consagrada es como un faro encendido en medio de la noche, en medio de la tibieza, en medio de la mediocridad para que recordemos todos que en el bautismo todos hemos sido consagrados a Cristo. Hoy nuestra Hermana Ana María de la Santísima Trinidad, en sus cincuenta años de consagración ha estado día y noche siendo ese faro encendido en medio de esta tierra iluminando el rostro de Cristo a toda la Iglesia, iluminando al conjunto de todos los fieles.

            Nuestra Hermana Ana María aporta y ha aportado a la Iglesia al entregarse a Cristo y a los hermanos, dando testimonio de la esperanza del Reino de los Cielos. La Hermana Ana María sabe que lo principal de su vocación no es qué cosas se hace, sino lo que es, lo que somos: la vocación es ser de Cristo. Y de ese ser de Cristo manan las diversas actividades diarias, desde pintar, rezar en el coro, tocar el órgano hasta planchar o hacer las formas. Ella sabe que lo esencial es primero el ser antes que el hacer. La vida de esta Comunidad de Carmelitas Descalzas nos recuerda a todos que somos de Dios, que nuestro corazón tiene dueño y que su dueño es Jesucristo. Nos recuerdan que tenemos a Dios como Padre y que nuestro corazón está centrado en esa filiación divina.

            La Hermana Ana María, junto a toda la Comunidad, es testimonio de la esperanza del Reino de los Cielos, porque ustedes adelantan lo que será ese don de la esposalidad que tendremos todos con Dios en los cielos. Allí no habrá esposos ni esposas, ni maridos ni mujeres, sino que allí seremos como ángeles con un único corazón en Dios. La vida consagrada nos adelanta esa esperanza de la vida eterna con el Señor. La vida consagrada nos recuerda que nuestro corazón esté libre de ataduras, sólo estar con el Señor, siendo un estímulo a la santidad. De tal modo que la santidad de los consagrados es un estímulo para los matrimonios, para los sacerdotes para todos los creyentes, y la hermana Ana María es un estímulo para aquellos que tenemos la suerte de conocerla. La vocación cuando se vive con intensidad, cuando se vive en plenitud acaba siendo un estímulo para los demás y este es el caso de nuestra hermana Ana María de la Santísima Trinidad porque durante estos noventa años de vida y cincuenta de consagrada ha ido realizando ese proyecto de santidad aquí en el Carmelo Teresiano, en el lugar donde el Señor la ha plantado y que ahora celebramos recordándonos que la principal llamada que hemos recibido en esta vida es una llamada a la santidad.

            La vida de esta hermana nuestra, Ana María, es un ‘amén’, es un sí confiado y total al Señor, confiándose totalmente a su Amado, Cristo el Señor. Ella dice ‘amén’ como la Virgen María, como señal de solidez, de fidelidad al Señor y en el Señor. Decir ‘amén’ es recordar que Dios es fiel y nosotros estamos llamados a confiar plenamente en su fidelidad. Y nuestra hermana Ana María diariamente proclama este ‘amén’ en señal y como signo de constante fidelidad al Señor aún en medio de la prueba. Este ‘amén’ significa también un acto de obediencia a la voluntad de Dios. San Agustín dice que “los que en esta vida dicen ‘amén’  a Dios, en la próxima vida dirán ‘aleluya’ “. Para poder gritar ‘aleluya’ en la vida eterna tienes que abrazar el ‘amén’ que es la obediencia, que es la fidelidad, es decir el ‘yo confío plenamente en la fidelidad de Dios’. Es un ‘amén’ a la fidelidad de Dios; es una ‘amén’ a la voluntad de Dios. Los que son fieles en el ‘amén’ en esta vida, reciben el don del ‘aleluya’ en la vida eterna. Y nuestra hermana Ana María de la Santísima Trinidad ha proclamado durante estos cincuenta años de vida consagrada en el Carmelo Teresiano ese ‘amén’ a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo y lo seguirá haciendo hasta el día que ella, junto a todos nosotros podamos proclamar, junto con ella, a pleno pulmón el ‘aleluya’ en la Patria Celestial.

            Hermana Ana María, “el Señor te bendiga y te proteja,

ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor,

el Señor te muestre su rostro y te conceda la Paz”.

 

            Hermana, enhorabuena por estos cincuenta años de vida consagrada.

 

 


No hay comentarios: