domingo, 20 de agosto de 2017

Homilía del Domingo XX del Tiempo Ordinario, ciclo a

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo a
          La primera frase tomada del libro del profeta Isaías empieza diciéndonos: «Esto dice el Señor», que podría equivaler –en este caso- a poder decir algo como “estas pistas os da el Señor”. Sí, pistas, palabras de orientación venidas de lo alto del Cielo para que podamos descubrir todas aquellas cosas que las personas que viven mundanamente no pueden descubrir.
El Señor nos dice, « ¿queréis que yo pueda intervenir en vuestra vida para salvaros de vuestro particular fango de pecado en el que estáis adentrados?». Si al Señor le contestamos con un ‘sí’, un ‘sí quiero que intervengas en mi vida’, Él nos ofrece un itinerario abierto, una hoja de ruta para tal fin. Nos dice cosas como «observad del derecho, practicar la justicia», también nos ofrece estas otras pistas para poder seguir ese nuevo itinerario abierto por Dios para que nosotros sepamos cómo acoger su salvación: que sirvamos al Señor, que observemos el día del descanso, que amemos el nombre de Dios. Podemos pensar que el Señor nos lo pone muy fácil creyendo que con sólo decírselo con los labios ya estaría todo solucionado y conforme.
Sin embargo el Señor, buscando nuestra purificación y nuestro arrepentimiento sincero, nos pone pruebas en nuestro camino –algunas más duras que otras- que ponen en evidencia todas aquellas resistencias que ofrecemos a la acción divina. A modo de ejemplo: el esposo amando a la esposa y la esposa amando al esposo están amando a Dios, ya que los dos son una sola carne. Y pueden llegar a creer que por el hecho de estar casados por la Iglesia ya está todo como debe de estar. Pero ¿esto garantiza que este itinerario de salvación que el Señor les ha planteado lo están siguiendo? Llega el Señor, ilumina nuestra vida para descubrir que las cosas no marchan tan bien como pensamos. ¿Saben cuántos matrimonios se han roto a causa de los mensajes y fotos de los WhatsApp y de otras redes sociales? Llega la mujer –o el marido- y ve que su consorte tiene mensajes comprometedores e inapropiados de otras personas del otro sexo, o fotos de contenido indecente. ¿Cómo es posible que esto ocurra con aquella persona con la que comparto mi vida? Esto ocurre porque se prefiere seguir los dictámenes mundanos antes que hacer caso al itinerario divino. Si no dejamos que Dios intervenga en nuestra vida ya se procurará Satanás de arrasar con todo lo que encuentre a su paso en la tuya. O de aquel presbítero que se ve muy seguro de sí mismo y –al dejar la oración y el cultivo de la vida espiritual- cae en brazos de vicios y de malos hábitos haciendo todo lo posible para justificarlo. Yo conozco un caso concreto de un ministro ordenado, que le gusta hacer ‘levantamiento de codo’, poniéndose más contentillo de la cuenta –el alcohol hace milagros a la hora de desinhibirse perdiendo la vergüenza- que para justificar sus mejillas coloradas a causa de la bebida dice tan campante cosas como estas: “A Jesús también le llamaban comilón y borracho”. Y como siempre hay gente que tiene por vocación ‘buscarse pocos amigos’ le contesta a este particular deportista de ‘levantamiento de vidrio’ que Jesús sobre todo era virtuoso en grado sumo. A lo que el argumento de aquel que tiene las mejillas coloradas se cae por el suelo por inconsistencia pudiéndose vengar de malas maneras.
San Pablo a los Romanos nos lo dice con otras palabras: «En efecto, en otro tiempo desobedecisteis a Dios», pero atención, esa acción pasada de desobediencia se puede hacer presente en el aquí y ahora tan pronto como no seamos dóciles para seguir el itinerario trazado por Dios. Sin embargo Dios nos corrige con misericordia para que el pecador se pueda arrepentir y así alcanzar el regalo de la vida eterna.
¿Y cómo descubrir ese itinerario divino? Reconociendo que hay Alguien con mayúsculas, que tiene el poder de poder arrancar de nosotros mismos esos demonios. Dice la Palabra que «una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Esa mujer cananea reconoció y grito auxilio al único que podía ayudarla. Nos sigue diciendo la Palabra que «ella se acercó y se postró ante él diciendo: Señor, ayúdame». A lo que Jesús aprovecha esta ocasión para que también sus apóstoles pudieran abrir los ojos y que ellos también descubrieran este nuevo itinerario divino. Los judíos se sentían muy seguros de su salvación al saberse el pueblo elegido, a lo que Jesucristo les demuestra que una mujer cananea, una pagana, les puede adelantar en el camino de la salvación porque cree más esta mujer pagana en Jesús más que los propios apóstoles en Él. De este modo demuestra que la salvación de Dios no tiene fronteras.
Jesucristo nos recuerda que el hecho de estar en la Iglesia no nos garantiza nuestra salvación, porque nos podemos acostumbrar a estar, bajar la guardia en el combate contra Satanás y estar muertos en vida. Hace poco un amigo me contó un chiste muy ocurrente. Un joven llamado Manolito se acerca corriendo a su catequista y le dice: «¡Ya sé lo que significa mi nombre! ¡Mi nombre significa ‘monumento de piedra de una sola pieza’!». A lo que el catequista le mira de los pies a la cabeza y le responde: «Mira que eres tonto Manolito, eso que has buscado es un monolito». Hay cristianos que aún no se han enterado de lo que es ser cristiano, se han acostumbrado a estar en la Iglesia y a repetir una serie de costumbres y se han quedado estériles espiritualmente hablando. Les ha pasado como ha este Manolito, tan tonto como un monolito.


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