DOMINGO XX
DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo a
La primera frase tomada del libro del
profeta Isaías empieza diciéndonos: «Esto dice el Señor», que podría equivaler
–en este caso- a poder decir algo como “estas pistas os da el Señor”. Sí,
pistas, palabras de orientación venidas de lo alto del Cielo para que podamos
descubrir todas aquellas cosas que las personas que viven mundanamente no
pueden descubrir.
El Señor nos dice, « ¿queréis que yo pueda
intervenir en vuestra vida para salvaros de vuestro particular fango de pecado
en el que estáis adentrados?». Si al Señor le contestamos con un ‘sí’, un ‘sí
quiero que intervengas en mi vida’, Él nos ofrece un itinerario abierto, una
hoja de ruta para tal fin. Nos dice cosas como «observad del derecho, practicar
la justicia», también nos ofrece estas otras pistas para poder seguir ese nuevo
itinerario abierto por Dios para que nosotros sepamos cómo acoger su salvación:
que sirvamos al Señor, que observemos el día del descanso, que amemos el nombre
de Dios. Podemos pensar que el Señor nos lo pone muy fácil creyendo que con
sólo decírselo con los labios ya estaría todo solucionado y conforme.
Sin embargo el Señor, buscando nuestra
purificación y nuestro arrepentimiento sincero, nos pone pruebas en nuestro
camino –algunas más duras que otras- que ponen en evidencia todas aquellas
resistencias que ofrecemos a la acción divina. A modo de ejemplo: el esposo
amando a la esposa y la esposa amando al esposo están amando a Dios, ya que los
dos son una sola carne. Y pueden llegar a creer que por el hecho de estar
casados por la Iglesia
ya está todo como debe de estar. Pero ¿esto garantiza que este itinerario de
salvación que el Señor les ha planteado lo están siguiendo? Llega el Señor,
ilumina nuestra vida para descubrir que las cosas no marchan tan bien como
pensamos. ¿Saben cuántos matrimonios se han roto a causa de los mensajes y
fotos de los WhatsApp y de otras redes sociales? Llega la mujer –o el marido- y
ve que su consorte tiene mensajes comprometedores e inapropiados de otras personas
del otro sexo, o fotos de contenido indecente. ¿Cómo es posible que esto ocurra
con aquella persona con la que comparto mi vida? Esto ocurre porque se prefiere
seguir los dictámenes mundanos antes que hacer caso al itinerario divino. Si no
dejamos que Dios intervenga en nuestra vida ya se procurará Satanás de arrasar
con todo lo que encuentre a su paso en la tuya. O de aquel presbítero que se ve
muy seguro de sí mismo y –al dejar la oración y el cultivo de la vida
espiritual- cae en brazos de vicios y de malos hábitos haciendo todo lo posible
para justificarlo. Yo conozco un caso concreto de un ministro ordenado, que le
gusta hacer ‘levantamiento de codo’, poniéndose más contentillo de la cuenta
–el alcohol hace milagros a la hora de desinhibirse perdiendo la vergüenza- que
para justificar sus mejillas coloradas a causa de la bebida dice tan campante
cosas como estas: “A Jesús también le llamaban comilón y borracho”. Y como
siempre hay gente que tiene por vocación ‘buscarse pocos amigos’ le contesta a
este particular deportista de ‘levantamiento de vidrio’ que Jesús sobre todo
era virtuoso en grado sumo. A lo que el argumento de aquel que tiene las
mejillas coloradas se cae por el suelo por inconsistencia pudiéndose vengar de
malas maneras.
San Pablo a los Romanos nos lo dice con
otras palabras: «En efecto, en otro tiempo desobedecisteis a Dios», pero
atención, esa acción pasada de desobediencia se puede hacer presente en el aquí
y ahora tan pronto como no seamos dóciles para seguir el itinerario trazado por
Dios. Sin embargo Dios nos corrige con misericordia para que el pecador se
pueda arrepentir y así alcanzar el regalo de la vida eterna.
¿Y cómo descubrir ese itinerario divino?
Reconociendo que hay Alguien con mayúsculas, que tiene el poder de poder
arrancar de nosotros mismos esos demonios. Dice la Palabra que «una mujer
cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: Ten compasión
de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Esa mujer
cananea reconoció y grito auxilio al único que podía ayudarla. Nos sigue
diciendo la Palabra
que «ella se acercó y se postró ante él diciendo: Señor, ayúdame». A lo que
Jesús aprovecha esta ocasión para que también sus apóstoles pudieran abrir los
ojos y que ellos también descubrieran este nuevo itinerario divino. Los judíos
se sentían muy seguros de su salvación al saberse el pueblo elegido, a lo que
Jesucristo les demuestra que una mujer cananea, una pagana, les puede adelantar
en el camino de la salvación porque cree más esta mujer pagana en Jesús más que
los propios apóstoles en Él. De este modo demuestra que la salvación de Dios no
tiene fronteras.
Jesucristo nos recuerda que el hecho de
estar en la Iglesia
no nos garantiza nuestra salvación, porque nos podemos acostumbrar a estar,
bajar la guardia en el combate contra Satanás y estar muertos en vida. Hace
poco un amigo me contó un chiste muy ocurrente. Un joven llamado Manolito se
acerca corriendo a su catequista y le dice: «¡Ya sé lo que significa mi nombre!
¡Mi nombre significa ‘monumento de piedra de una sola pieza’!». A lo que el
catequista le mira de los pies a la cabeza y le responde: «Mira que eres tonto Manolito, eso que has buscado es un
monolito». Hay cristianos que aún no se han enterado
de lo que es ser cristiano, se han acostumbrado a estar en la Iglesia y a repetir una
serie de costumbres y se han quedado estériles espiritualmente hablando. Les ha
pasado como ha este Manolito, tan tonto como un monolito.
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