HOMILÍA
DEL DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO
Esta
Palabra proclamada hoy en toda la iglesia católica no es para todos. No es para
todos porque muchos no la van a querer ni escuchar y menos acoger. ¿Y esto por
qué? Porque el mundo nos seduce y cada día intenta conquistarnos cada vez
más... el mundo con sus pasiones entontece la mente y encapricha el corazón con
cosas efímeras que se nos venden como eternas. Y uno cuando tiene la cabeza
atontada y se olvida de que hay un Dios, hace cosas que no tiene que hacer y
piensa como no tiene que pensar y ama como no tiene que amar.... en otras
palabras: mucho ponemos ‘verdes’ y criticamos a aquellos israelitas que
esculpieron aquel becerro de oro, y nosotros, con nuestras inconsciencia y
necedad, somos capaces de cambiar a Dios por una simple baratija. A lo que el
Señor nos dirá «uno de vosotros me
traicionará» y nosotros diremos «¿cómo?, ¿yo
traicionarte a tí?, ¡ni harto de chupitos!». A lo que el apóstol San Pablo nos recuerda:
«Por tanto, el que
crea estar firme, tenga cuidado de no caer» (1 Cor 10, 12).
Recuerdo
que una vez mi abuela Engracia, la de Paredes de Nava, me comentó que, cuando
ella era jovencita, en una boda mataron a unos conejos para celebrarla. Y muy
pocas veces se comía este manjar, sólo en situaciones muy selectas. Pues
sucedió que uno que estaba convidado se llenó el estómago de patatas asadas y
del vino cosechero. Y cuando se dio cuenta de que tenían conejo para comer ‘se
tiraba de los pelos’ de rabia porque no le cabía más en el estómago y no podía
comerlo. Y no acaba aquí, ya que de postre tenían flan de huevo casero, y como
estaba inflado de comer patatas asadas y de beber vino cosechero, pues ni lo
pudo probar.
Nos dice el profeta
Isaías: «Vosotros, sedientos, venid a por agua; venid vosotros también los que
no tenéis dinero. Comprad grano y comed de balde, leche y vino que no cuestan
nada» (Isaías 55, 1-3). Y ahora digo yo, y si ya estamos satisfechos de las
cosas de este mundo y creemos que así nos podemos mantener porque responde a lo
que nos apetece, aunque no nos convenga, pero nos apetece, ya que lo importante
es disfrutar del momento presente y poderse auto-realizar, ¿para qué voy a
acudir a por ese agua y a por esa comida de la que nos habla el profeta? Además,
Dios nos dice por medio del profeta lo siguiente: «Escuchadme atentos y
comeréis bien, saborearéis manjares deliciosos; prestad atención e id tras de
mí». A lo que nosotros
le podríamos replicar: ¿Por qué me tengo que someter a hacer lo que me dices? ¿Por
qué tengo que hacer el ejercicio de escuchar a Dios y de prestarle atención? ¿Por
qué tengo que ir detrás de él si todo en mi vida va perfectamente y puedo hacer
lo que me venga en gana? Y la respuesta
nos lo ofrece la misma Palabra en el Salmo responsorial: «su amor llega a todas
sus obras (...) y todos te miran con esperanza». Porque podremos tener muchas
cosas, placeres, comodidades, todo lo que nos venga en gana, pero no podríamos
tener la esperanza. Nunca podríamos progresar en las cosas imperecederas, en
las que nunca caducan. Sin Dios seríamos como una vela que mientras está
prendida y hay cera, sirve, ¿pero luego que es de ella?, nada, ya no es nada,
ni nadie se acuerda de ella. Por eso la Palabra sale en nuestro auxilio y nos lo
recuerda: «Escuchad y vuestra vida prosperará. Pactaré con vosotros una alianza
eterna». Además, y si esto no ha quedado claro, San Pablo nos lo repite: «Estoy
seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni potestades cósmicas, ni lo
presente, ni lo futuro, ni poderes sobrenaturales, ni lo de arriba, ni lo de
abajo, ni ningún otra criatura será capaz de arrebatarnos este amor que Dios
nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro». El mundo y sus pasiones son como
esas patatas asadas y ese vino cosechero de los cuales uno abusa y se llena el
buche...y luego todos sabemos donde acaba todo esto. Nosotros, aunque, como
dice la Palabra
«por tu causa estamos en trance de muerte cada día; nos tratan como a ovejas
destinadas al matadero», preferimos pasar hambre de patatas asadas y preferimos
tener sed de vino cosechero, ¡porque lo nuestro es disfrutar de lo eterno!
Isaías 55, 1-3
Salmo
144,8.9.15-18
Romanos
8,35.37-39
Mateo 14,13-21
6 de agosto de
2017
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