lunes, 14 de agosto de 2017

Homilía del domingo XVIII del tiempo ordinario, ciclo a

HOMILÍA DEL DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO
LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

          Esta Palabra proclamada hoy en toda la iglesia católica no es para todos. No es para todos porque muchos no la van a querer ni escuchar y menos acoger. ¿Y esto por qué? Porque el mundo nos seduce y cada día intenta conquistarnos cada vez más... el mundo con sus pasiones entontece la mente y encapricha el corazón con cosas efímeras que se nos venden como eternas. Y uno cuando tiene la cabeza atontada y se olvida de que hay un Dios, hace cosas que no tiene que hacer y piensa como no tiene que pensar y ama como no tiene que amar.... en otras palabras: mucho ponemos ‘verdes’ y criticamos a aquellos israelitas que esculpieron aquel becerro de oro, y nosotros, con nuestras inconsciencia y necedad, somos capaces de cambiar a Dios por una simple baratija. A lo que el Señor nos dirá «uno de vosotros me traicionará» y nosotros diremos «¿cómo?, ¿yo traicionarte a tí?, ¡ni harto de chupitos!». A lo que el apóstol San Pablo nos recuerda: «Por tanto, el que crea estar firme, tenga cuidado de no caer» (1 Cor 10, 12).
          Recuerdo que una vez mi abuela Engracia, la de Paredes de Nava, me comentó que, cuando ella era jovencita, en una boda mataron a unos conejos para celebrarla. Y muy pocas veces se comía este manjar, sólo en situaciones muy selectas. Pues sucedió que uno que estaba convidado se llenó el estómago de patatas asadas y del vino cosechero. Y cuando se dio cuenta de que tenían conejo para comer ‘se tiraba de los pelos’ de rabia porque no le cabía más en el estómago y no podía comerlo. Y no acaba aquí, ya que de postre tenían flan de huevo casero, y como estaba inflado de comer patatas asadas y de beber vino cosechero, pues ni lo pudo probar.
Nos dice el profeta Isaías: «Vosotros, sedientos, venid a por agua; venid vosotros también los que no tenéis dinero. Comprad grano y comed de balde, leche y vino que no cuestan nada» (Isaías 55, 1-3). Y ahora digo yo, y si ya estamos satisfechos de las cosas de este mundo y creemos que así nos podemos mantener porque responde a lo que nos apetece, aunque no nos convenga, pero nos apetece, ya que lo importante es disfrutar del momento presente y poderse auto-realizar, ¿para qué voy a acudir a por ese agua y a por esa comida de la que nos habla el profeta? Además, Dios nos dice por medio del profeta lo siguiente: «Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis manjares deliciosos; prestad atención e id tras de mí». A lo que nosotros le podríamos replicar: ¿Por qué me tengo que someter a hacer lo que me dices? ¿Por qué tengo que hacer el ejercicio de escuchar a Dios y de prestarle atención? ¿Por qué tengo que ir detrás de él si todo en mi vida va perfectamente y puedo hacer lo que me venga en gana?  Y la respuesta nos lo ofrece la misma Palabra en el Salmo responsorial: «su amor llega a todas sus obras (...) y todos te miran con esperanza». Porque podremos tener muchas cosas, placeres, comodidades, todo lo que nos venga en gana, pero no podríamos tener la esperanza. Nunca podríamos progresar en las cosas imperecederas, en las que nunca caducan. Sin Dios seríamos como una vela que mientras está prendida y hay cera, sirve, ¿pero luego que es de ella?, nada, ya no es nada, ni nadie se acuerda de ella. Por eso la Palabra sale en nuestro auxilio y nos lo recuerda: «Escuchad y vuestra vida prosperará. Pactaré con vosotros una alianza eterna». Además, y si esto no ha quedado claro, San Pablo nos lo repite: «Estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni potestades cósmicas, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes sobrenaturales, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni ningún otra criatura será capaz de arrebatarnos este amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro». El mundo y sus pasiones son como esas patatas asadas y ese vino cosechero de los cuales uno abusa y se llena el buche...y luego todos sabemos donde acaba todo esto. Nosotros, aunque, como dice la Palabra «por tu causa estamos en trance de muerte cada día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero», preferimos pasar hambre de patatas asadas y preferimos tener sed de vino cosechero, ¡porque lo nuestro es disfrutar de lo eterno!
       

Isaías 55, 1-3
Salmo 144,8.9.15-18
Romanos 8,35.37-39
Mateo 14,13-21
6 de agosto de 2017




No hay comentarios: