lunes, 14 de agosto de 2017

Homilía de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA, año 2017
            Escuchando la lectura del libro del Apocalipsis a uno le puede entrar cierto miedo, incluso poder tener alguna que otra pesadilla en medio de la noche. Ese enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas… realmente da miedo. Sin embargo, en contra de todas las apariencias terroríficas que nos pueda generar, aquí se nos habla de esperanza, de vida, de felicidad plena.
Nos habla del Arca de la Alianza, un Arca de la Alianza que había sido sustraída, robada del Santuario de Jerusalén, probablemente con la conquista de los babilonios. Y era imposible encontrarla. Todo esto del Arca de la Alianza perdida es un símbolo que nos indica que el anterior modo que tenían de relacionarse con Dios ya ha caducado, ya no sirve. Es como si uno intentase llamar a un número de teléfono que no existiera o emplear el telégrafo para escribir en morse cuando nadie se va a encontrar en el otro lado del cable para recibir el mensaje. Ahora se inicia un nuevo modo de relaciones entre Dios y la humanidad.

            Entonces, si lo anterior ya no sirve para ponernos en contacto con Dios, ¿quién será capaz de crear las infraestructuras necesarias para las telecomunicaciones con lo divino? ¿Cómo poder trazar un cable de conexión que una, poniendo en contacto, lo divino con lo humano? Ese cable lo trazó el mismo Dios y se lo hizo llegar a una joven virgen de Nazaret llamada María. Dios Padre a un lado del cable de telecomunicación y en el otro extremo la Santísima Virgen María. Gracias a Ella lo divino se unió a lo humano, pudiendo el Verbo encarnarse en el seno virginal de una hija de Sión, Santa María. De tal modo que ese símbolo del cielo del que nos habla el libro del Apocalipsis es una nueva comunidad que nace a partir de este nuevo modo de comunicarnos con lo divino, gracias a María. Por medio de ese nuevo cableado, que une lo eterno con lo pasajero, el Cielo con la tierra, el Verbo eterno, la Palabra engendrada y no creada se aproxima a nosotros y se encarna haciéndose hombre como uno de nosotros. De tal modo que ahora, gracias al ‘Sí de María’ y a gracias a la iniciativa divina, ahora sí la Palabra puede anidar en nuestros corazones para liberarnos, para engendrar nuevos hijos a los que les espera una vida más allá de la historia. Éste es el cielo del que nos habla el libro del Apocalipsis: La Santísima Virgen María engendra nuevos hijos para el Cielo. Ella es nuestra Madre que no deja de rogar por nosotros para que seamos su Pueblo y su Heredad. 

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