DOMINGO IV DE CUARESMA,
ciclo a
San Pablo en su epístola a los
Efesios nos escribe diciéndonos: «En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el
Señor». Cuando uno camina por la calle a oscuras, en medio de la
noche, ve siluetas de cosas o de personas que por allí pueden estar. Puedes
tener a alguien detrás de ti y no saber de quién se trata, te entra el miedo
porque te viene a la mente noticias o cosas horribles que has oído que
sucedieron. La oscuridad no te permite reconocerlo. Puedes tal vez imaginar que
se trate de una persona, pero no lo puedes garantizar. Pero si tienes la suerte
de acercarte a una farola encendida
puedes pasar de esa silueta confusa y temerosa a la realidad de lo que
auténticamente es.
Así es nuestra vida: Cuando andamos
en pecado, la oscuridad reina en nuestra vida, vemos
siluetas pero no reconocemos a la persona que tenemos delante, ni su
cariño, ni su entrega, ni su amor. Los tratamos mal porque el otro es para mí alguien del que tengo que obtener un
beneficio, y si no responden a mis expectativas las cosas se ponen a malas.
El pecado corrompe las relaciones humanas.
En el evangelio de hoy nos muestra
cómo Cristo recrea, hace nuevas todas las cosas. Nos hace ver las cosas tal
cual son, y no en sus apariencias o meras siluetas. El evangelio de hoy hace un
giño al libro del Génesis ya que nos evocan a este libro: Cristo 'hizo barro'
con la saliva. El hombre fue sacado del barro, de la tierra. Esa es su
naturaleza carnal, el hombre que sólo puede percibir sombras y figuras,
siluetas en medio de la noche. Jesucristo se acerca a ese hombre empecatado. Y
el Señor le dice: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa
Enviado)». Con Cristo ese hombre empecatado, destinado a la muerte,
a generar daño a los demás -porque no se sentía ni amado ni aceptado por los
otros, empieza a reconoce la verdad. Empieza a darse cuenta de cómo su proceder
erróneo y pecaminoso era el origen de todos sus males.
Suele pasar que personas que han
fracasado en su vida matrimonial o en otras esferas de la vida al experimentar
un proceso de conversión a Cristo caen en la cuenta del sinfín de decisiones
equivocadas, de comportamientos inapropiados y de pecados cometidos que les han
ido conduciendo al desastre personal. Al aceptar a Cristo en sus vidas, ya no
ven siluetas, sino perciben la verdad tal cual es.
Realmente este texto evangélico
joánico de hoy es una especie de catequesis para los que habían de ser bautizados.
Se les muestra abiertamente para que den el paso al bautismo con libertad, cómo
el recibir y vivir desde la luz de la fe les llevará necesariamente a
enfrentarse con el misterio de las tinieblas de los que no aceptan a
Jesucristo. Si uno no se enfrenta diariamente al misterio de las tinieblas es que
tal vez, sin darse cuenta o dándose, haya pactado con el pecado.
Lecturas:
Lectura
del primer libro de Samuel 16,1b.6-7.10-13a:
Sal
22,1-3a.3b-4.5.6 R/. El Señor es mi pastor, nada me falta
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5,8-14
Lectura
del santo evangelio según san Juan 9,1.6-9.13-17.34-38
26
de marzo 2017
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