DOMINGO
PRIMERO DE ADVIENTO, CICLO A
Podemos decir, «el Señor
es bueno y siempre nos perdona, ¿cómo va a permitir que su Palabra nos
intranquilice o nos genere desasosiego?». Que sí, que coincido, que el Señor
ese bueno y rico en misericordia, pero el Señor no es ni tonto ni bobo. Ese «Jesusito de mi vida, que eres niño como yo,
por eso te quiero tanto y te doy mi corazón (...)» ya no nos vale a
nosotros que ya somos hombres y mujeres hechos y derechos.
Cristo te pone su Palabra en tus
oídos y te dice: «¿Sigues igual de amodorrado como de costumbre o has
conseguido entender algo?». Y claro, nosotros nos quedamos con la boca abierta,
‘como las vacas ante el tren que pasa’ porque ni nos enteramos de dónde nos
vienen los tiros, ni entendemos ‘de lo que va la fiesta’. A lo que Jesucristo
te grita a pleno pulmón: «Estad en vela, porque no sabéis qué día
vendrá vuestro Señor». Y como aún estamos en un estado perplejo porque
no entendemos a qué refiere Jesucristo con eso de «¡estad en vela!» nos genera un cabreo interno. ¿Por qué tengo yo
que estar en vela, y encima ‘morirme de sueño’ al día siguiente por no dormir?
¿Por qué tengo que estar en vela yo? ¿Es que acaso no cumplo con mi deber
diario con mi familia, con mi trabajo, con mi comunidad cristiana y con mis
amistades? Si yo hago lo que tengo que hacer, ¿por qué hoy esta Palabra me está incomodando?
E incluso te enfadas aún
más porque
buscas justificarte y te dices: ‘Encima que vengo a misa y cumplo
con el precepto dominical, mientras podría estar ahora mismo haciendo lo mismo
que mi vecino, allí tumbado viendo la tele,.... se me dice que estoy mal
espiritualmente hablando y que estoy amodorrado, que no me entero de las
cosas... ¡Suficiente es que encima vengo a misa!’ Es que resulta que ésta es la Palabra que Dios te ha
entregado hoy a tí. Y si te ha hecho pupa, ¡enhorabuena!, porque
has dejado de oír para empezar a escucharla. Y si ahora es empezado,
¡por fin!, a escuchar la
Palabra , ¿cómo has ido dirigiéndote en tu vida hasta ahora?
Si no escuchabas ni interiorizabas la Palabra , entonces ¿quien o que cosa te dirigía y
orientaba tu existencia? Me puedes argumentar que siempre has obrado con buena
fe. Eso nadie lo niega. Pero de lo que sí te puedes estar dando cuenta que la Palabra no ha
estado orientando tu existencia porque no la escuchabas, a lo más,
la oías. La Santísima Virgen
María, nos dice la Sagrada Escritura ,
que meditaba todas estas cosas –la
Palabra- en su corazón.
Y esto no acaba aquí, sino
que San Pablo nos hace un anuncio muy importante: «Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertarnos del
sueño». Uno que ha empezado a abrir el oído y ha dejado de oír para empezar
a escuchar se pregunta: “¿Por qué dice San Pablo que nos demos cuenta del
momento en que vivimos? ¿No es acaso hoy domingo 27 de noviembre de 2016,
primer domingo de adviento?” Efectivamente, ese es el día del calendario que
corresponde al día de hoy. Pero San
Pablo no se refiere ni mucho menos a eso. ¿A que se refiere entonces con eso de
que nos demos cuenta del momento en que vivimos? Lo explicaré para que cada cual pueda abrir el oído y
aplicarlo a su vida: Imagínense que nos encontramos con una canoa en un río
con un potente caudal, en medio de una violenta corriente. Vamos a toda
velocidad arrastrados. Ese río simboliza el desarrollo del progreso horizontal.
O sea, todo lo que implica y supone el trabajar para llevar el dinero a casa;
la preocupación de educar y cuidar a los hijos, llevarlos al colegio y a las
actividades extra escolares que sean precisas; el cumplir con la esposa o el
esposo; el afrontar los pagos de las diversas facturas y de las hipotecas del
piso o del coche; el poder conseguir un estatus de vida más alto con mayor confort
y comodidad, etc. Es verdad que todo esto está bien y hay que hacerlo, pero este ajetreo no permite al hombre
meterse en su profundidad misma. Hay una euforia por el progreso:
terminar de pagar la hipoteca; que los hijos saquen las asignaturas; que en el
trabajo yo sea promocionado, cada cual las suyas. Pero ¿dónde queda la dimensión de
profundidad donde se da la fe ?
Dice la Palabra :
«Dos
hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos
mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán» Las
cosas y las personas pasan, mas Dios permanece. Jesucristo nos exhorta: ¡Velad! ¡Estad en vela!. Ahora vamos a
introducir en nuestra vida una de esas enormes y potentes taladradoras que se
emplean para poder extraer el petróleo: Uno razona así en su particular
progreso horizontal; los hijos son míos, son un derecho de los padres, yo les
educo como me da la gana. Ahora metamos la taladradora: Estos hijos me les ha
entregado Dios para que se los custodie y sean educados conforme a su voluntad
divina. ¿A que cambia las cosas? Desde las categorías del progreso horizontal
uno dice: no aguanto a mi esposa porque siempre me incordia y no siento nada
por ella porque no me da lo que quiero. Pero si metemos la taladradora diremos:
Dios me ha puesto a esta esposa o esposo para que amándola, que me cuesta, me
pueda salvar gracias a ella o a él y
viendo sus defectos yo mismo reconozco los míos y eso me ayuda a amarla más.
Nadie dijo que ser
cristiano fuera sencillo, pero tenemos una promesa: Jesucristo estará con
nosotros todos los días hasta el fin del mundo. ¡Velad!
Lecturas:
Is 2, 1-5
Sal 121
Rom 13, 11-14a
Mt 24, 37-44
27
de noviembre de 2016
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