DOMINGO XXV DEL TIEMPO
ORDINARIO, CICLO C
Hermanos, les tengo que reconocer
que las lecturas de hoy me han quedado como 'fuera de juego'. Me han
descolocado totalmente. Para poderme hacer entender les voy a poner un ejemplo,
con todas mis torpezas. No hace mucho estaba en la casa de una familia,
comiendo, y los niños estaban todo entretenidos, sentados en la moqueta,
jugando con la consola. Se trataba de aquellos juegos en los que uno debe de ir
superando diversos niveles, en los cuales la dificultad van aumentando. Normalmente
te suelen dar tres vidas, las cuales puedes ir gastando y recuperando hasta que
llegas al último nivel. Y uno llega, y si llega, con muy poca vida. A todo esto
hay que sumar que es ahora, al final, cuando uno tiene que enfrentarse con el
malo malísimo, con el villano de los villanos. Con muy poca vida y además haciendo
frente al mayor de los desafíos que uno se tiene que hacer frente en todo el juego.
Por este motivo uno ha de 'devanarse los sesos', buscar estrategias adecuadas
para luchar contra él.
Muchas veces confundimos, aun sin
pretenderlo, este tipo de juegos con nuestra vida cristiana. Vamos superando
pantalla a pantalla, nivel a nivel y damos por conseguido y superado todas las
etapas o niveles que hemos traspasado ya. Es que resulta que en la vida real no
disponemos de tres vidas como en los video juegos, sino únicamente tenemos una.
Y durante cada nivel nos vamos encontrando con pruebas duras, pero es que al
final nos encontramos con toda la crudeza y comportamientos retorcidos y
crueles del malo malísimo, de Satanás. Satanás no va a escatimar ni medios ni
esfuerzos para confundirnos y para atraparnos. Algunos son atrapados por las
redes de las riquezas. Y si tienen que robar para conseguirlo, lo hacen sin
problema: «Disminuís la medida, aumentáis
el precio,
usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo». Esto nos lo recordaba la Palabra del profeta Amos. Lo que pasa es que a veces no queremos escuchar porque no lo sentimos como necesario porque creemos que esto ya lo tenemos superado, pero no es así. Y atención, que si nos comportamos sin hacer caso a los avisos que nos hace la Palabra puede ser que estemos atrapados por la red tendida por Satanás. El administrador injusto de la parábola de hoy sabía muy bien lo que hacía. Él se conocía todos los trucos; él había traspasado una infinidad de pantallas o de niveles en su particular juego; se conocía al dedillo donde estaban las trapas para poder sortearlas pero su vida se fundaba en la mentira. Su ser no estaba formado de roca sólida sino de arenisca, y la mentira en sí misma no se puede mantener, se desploma, se desintegra, se vaporiza.
usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo». Esto nos lo recordaba la Palabra del profeta Amos. Lo que pasa es que a veces no queremos escuchar porque no lo sentimos como necesario porque creemos que esto ya lo tenemos superado, pero no es así. Y atención, que si nos comportamos sin hacer caso a los avisos que nos hace la Palabra puede ser que estemos atrapados por la red tendida por Satanás. El administrador injusto de la parábola de hoy sabía muy bien lo que hacía. Él se conocía todos los trucos; él había traspasado una infinidad de pantallas o de niveles en su particular juego; se conocía al dedillo donde estaban las trapas para poder sortearlas pero su vida se fundaba en la mentira. Su ser no estaba formado de roca sólida sino de arenisca, y la mentira en sí misma no se puede mantener, se desploma, se desintegra, se vaporiza.
En la vida cristiana no funcionamos,
como por ejemplo, como las esclusas del Canal de Castilla, que de una se va
pasando a otra y a otra, y la que está pasada ya está superada. Podemos
encontrarnos con catequistas, presbíteros o incluso obispos que se supone que están
o estamos por delante en la vida cristiana, pero que 'hacemos aguas' en muchas
cosas. Me he encontrado a personas con ciertos años que me comentan que
determinados pecados ya no les afectan porque son cosa de jóvenes. Que eso es
algo superado para ellos. Que eso ya no les afecta. Y claro está, están
totalmente engañados. Un bautizado que ha recorrido una etapa importante como
cristiano, y que se supone que ha ido descubriendo mucho más que otros, debería
de brotar de su alma muchos ecos y palabras sinceras tan pronto como la Palabra
de Dios fuese escuchada por sus oídos y calentase su corazón. Y si esto no
ocurre ¿no será porque nos creemos que tenemos superadas etapas anteriores
cuando lo que pasa en realidad es que no somos capaces de reconocer nuestras
importantes lagunas espirituales?
De ahí que cuanto más
responsabilidad o más recorrido se haya realizado en la vida cristiana mayores dosis
de humildad se han de tener porque de gloriarnos sólo nos hemos de gloriar en
el Señor. En palabras de San Pablo: «En
cuanto a mí, ¡Dios me libre de presumir si no es en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo y yo un crucificado para el mundo!» (Gal 6, 14).
Lo importante y fundamental es lo
que nos dice San Pablo: «He combatido
bien mi combate, he concluido mi carrera, he guardado la fe. Sólo me queda
recibir la corona de la salvación, que aquel día me dará el Señor, juez justo,
y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su venida
gloriosa» (2 Tim 4, 7-8).
Lecturas:
Lectura del Profeta Amós 8, 4-7
Sal 112, 1-2. 4-6. 7-8 R. Alabad al Señor, que
ensalza al pobre.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a
Timoteo 2, 1-8
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16, 1-13
18
de septiembre de 2016
Blog:
capillaargaray.blogspot.com
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