DOMINGO XXIII DEL TIEMPO
ORDINARIO, CICLO C
Lectura del libro de la Sabiduría 9, 13-19
Sal 89, 3-4 5-6. 12-13. 14 y 17 R. Señor, tú has
sido nuestro refugio de generación en generación.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a Filemón
9b-10. 12-17
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 14,
25-33
San Pablo en su escrito a Filemón
está mostrando una calidad tanto humana como cristiana altísima. Resulta que
Onésimo, que es el esclavo de Filemón, se ha escapado: un esclavo que se ha
fugado de la casa de su amo. En aquel contexto social donde la esclavitud era
lo normal, esto estaba penado incluso con la pena de muerte. Filemón, el amo de
este esclavo, es cristiano. Y San Pablo le ofrece luz para que pueda discernir
el proceder de un seguidor de Cristo ante un suceso de tal gravedad. Es como si
San Pablo, mediante este escrito, ofreciese unas dosis de sabiduría cristina a
Filemón.
Por de pronto el mismo Pablo se
presenta como encarcelado, como prisionero de Cristo Jesús. No se presenta con
las credenciales de 'apóstol', sino como prisionero. Resulta que Filemón está
buscando a un esclavo y el mismo Pablo se presenta como esclavo, como
prisionero. Ante esto Filemón perfectamente puede pensar: ¿Cómo es que San
Pablo se pone al mismo nivel de un esclavo? En principio el esclavo es un ser
que vale menos que una persona libre y del cual se puede usar de él para
obtener unos fines. Y San Pablo le dice que Cristo ha llamado a la fe a
Onésimo, a ese esclavo, y que ahora es cristiano. Un esclavo que además es
cristiano. Las cosas se le complican a Filemón porque se ha dado cuenta cómo Cristo ha entrado en escena y las cosas ya no
pueden ser como antes. Estoy seguro que Filemón sería un buen amo, comedido,
moderado con el esclavo. Pero el mandamiento del amor de Cristo «de amaros como yo os he amado» parecía
que no incluía a los esclavos. Y si Cristo ha entrado en escena las cosas
tienen que cambiar, las relaciones humanas se han de purificar, en una palabra,
que hay aspectos serios donde uno tiene que ser claro para reconocer nuestra
incoherencia y ponernos manos a la obra
para convertirnos.
Y San Pablo, que es un buen maestro,
sabe por experiencia que si a una persona 'le fuerzas a que tome una decisión'
te dirá que sí, pero a la larga es un 'no'. Lo que interesa es que Filemón descubra en este acontecimiento de
la fuga de su esclavo un paso del Señor en su propia vida. Cómo Cristo ha
dejado una huella en la vida de Filemón. Por eso, para no forzar la situación,
el mismo Pablo le dice «pero no he
querido hacer nada sin contar contigo». San Pablo lo hace para destacar que
la conversión supone un acto firme y constante de la voluntad.
Recordemos que Filemón no era
cualquier cristiano, sino que en su casa se reunían para rezar, por lo que él
estaba manifestando su fe públicamente. Pero en el momento en que Filemón acoge
de nuevo a Onésimo y le acoge haciendo caso a las palabras de San Pablo «recíbelo como si fuera yo mismo» entra
en escena unos modos de proceder totalmente nuevos que irán probando si esa
conversión sale adelante o 'se vuelve a las andadas'.
Y respecto a 'volver a las andadas'
Jesucristo es muy claro en el evangelio de hoy: «Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta
primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede
acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: Este hombre empezó
a construir y no ha sido capaz de acabar». Es que resulta que cuando uno
quiere vivir su vida matrimonial, como novios, como solteros siendo cristianos,
o sea edificar su vida en Cristo, es muy costoso, que hay que cargar con la
propia cruz y a esta cruz no se le puede poner unas ruedas en la base para
manejarlo con soltura. Sino que el Señor
nos avisa diciéndonos que nuestra conversión es frágil e inestable. Y que
si iniciado ese proceso de conversión 'tiramos la toalla' nos la liamos.
Fijaros lo que nos dice la Sagrada Escritura: «Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares
áridos, en busca de reposo; pero, al no encontrarlo, piensa: 'Me volveré a mi
casa de donde salí'. Pero resulta que, al llegar, la encuentra barrida y en
orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se
instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio»
(Lc 11, 24-26). Por eso no podemos 'tirar la toalla', no podemos hacer un acto
de voluntad aportándonos de Dios justificándonos que nos pide cosas difíciles o
imposibles, sino seguir adelante apoyados en la fe y unidos los hermanos en el
amor.
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