DOMINGO XXII DEL
TIEMPO ORDINARIO, ciclo b, 30 de agosto de 2015
Lectura del Libro del Deuteronomio 4,
1-2. 6-8
Sal. 14, 2-3a. 3bc-4ab. 5 R: Señor,
¿quién puede hospedarse en tu tienda ?
Lectura de la carta del Apóstol
Santiago 1, 17-18. 21b 22. 27
Lectura del santo Evangelio según San
Marcos 7, 1-8a. 14-15. 21-23
Hermanos, podemos estar físicamente
dentro de la Iglesia y estar sufriendo una anemia espiritual severa. No
pensemos que con el hecho de 'estar' uno ya 'está vacunado' de todo mal, de
todo pecado. Uno puede estar rodeado todo el día de presbíteros, religiosos o
religiosas, personas consagradas, catequistas, e incluso de obispos y no
percibir la incidencia que tiene Cristo sobre cada uno de ellos, siendo el
Señor el gran desatendido. De hecho uno cuando oye determinadas cosas o cae en
la cuenta del modo de proceder o de alguna decisión adoptada uno se para y se
dice: «percibo intereses personales y no intereses sobrenaturales». Aquellos
que sienten la dolorosa exigencia de vivir en cristiano va 'cayendo en la
cuenta' de lo que es servir, sufrir por amor y entregar la vida sin esperar
nada.
Cada cual tiene dentro de sí un
hombre viejo, empecatado que 'se muere de ganas' de salir al exterior y 'hacer
de las suyas'. Es que no basta la práctica externa o la apariencia. Recordemos
lo que dice Jesucristo citando al profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina
que enseñan son preceptos humanos».
El
pecado de esta sociedad nos ha anestesiado, ya sea 'por no parecer distintos',
'por no ser el mismo que siempre dicen las cosas que los demás no quieren oír',
'porque no quiero seguir siendo la rara o el raro', porque 'si los demás lo ven
bien y les parece bien, ¿por qué yo voy a decir lo contrario y que me empiecen
a coger tirria?'. Da la impresión de que como la gran mayoría sufre una anemia
espiritual muy aguda pues no pasa nada, ya que todos estamos iguales. Craso
error.
Cuando
hablo con la gente, algunos me dicen: «Yo
soy de misa dominical y de comunión, no hago el mal a nadie», pero tan
pronto como -a partir de sus comentarios- te indican que su hijo o su hija vive
en pareja sin casarse por la iglesia, y para esa persona pasa a ser 'como algo
normal' porque ese cristiano de misa dominical simplemente acepta esa realidad.
¿Dónde queda la corrección fraterna tan necesaria por parte de ese padre hacia
su hijo?¿dónde queda el gesto claro de desaprobación que le ayude a recapacitar
de su mala vida y empezar a vivir con la dignidad propia de los cristianos? ¿Es
que acaso no me creo la Palabra de Dios?, no obstante, recordémosla de los
labios del apóstol Santiago:
«Aceptad dócilmente la Palabra que ha sido
plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a
escucharla, engañándoos a vosotros mismos».
O sea, con franqueza, se prefiere vivir en el engaño antes que vivir en la
verdad que viene de lo alto. ¿Dónde queda la presencia de Cristo en la vida de
esas personas?¿por qué no se le permite entrar a Cristo para que ejerza su
señorío en nuestro ser? Muy importante lo que voy a decir ahora: No olvidemos
que cada vez que impedimos que Cristo ejerza su señorío en nuestra vida estamos
provocando dolor a nuestros hermanos y entristeciendo el rostro de Dios.
Pasemos por el corazón lo que
reza el Salmo Responsorial de hoy:
«El que
procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor.
El que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará».
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor.
El que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará».
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