HOMILÍA DEL DOMINGO
XVII DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a
Cuando el Señor se aparece en sueños
a Salomón y le dice «pídeme lo que
quieras» le está preguntando sobre cómo
está construida su particular escala de valores. Puede parecer una pregunta
con trampa pero lo que se pretende es escrutar el corazón de Salomón. A lo que
Salomón le contesta: «Da a tu siervo un
corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el bien del mal»;
pide al Señor que le conceda el don de LA
SABIDURÍA.
La sabiduría permite contemplar las
cosas que acontecen desde la mirada de
Dios. Uno se llega a identificar con el ángulo de vista que tiene Dios de
las cosas. Es tanto como decir ¿qué piensa Dios de esto que está ocurriendo
aquí?, ¿y por qué lo ha permitido Dios?, y ¿qué planes tiene Dios con esto que
está ocurriendo aquí con esta familia, con nuestra diócesis o con nuestros
pueblos y ciudades? El don de sabiduría permite conocer este ángulo de conocer
que Dios tiene. Y es más, en la verdadera sabiduría de Dios encontramos la
verdadera paz. Los vicios contrarios a este don de sabiduría son la necedad, la
estupidez ya que nos bloquea las emociones y los sentimientos, las buenas
intuiciones para conocer las cosas de Dios. En el Nuevo Testamento, por ejemplo
en Lucas 12 donde Jesucristo llama «necio,
esta misma noche te van a reclamar el alma. Y ¿de quién será lo que has
preparado?». Es una necedad contraria a la sabiduría el estar acumulando
bienes materiales. Necio significa insensato, falto de sabiduría. Poner en primer lugar los bienes
económicos, el éxito, el prestigio en lugar de Dios es un vicio contrario a la
sabiduría; es una necedad.
En segundo lugar, tengamos presente el
texto de Lucas 24; también Jesucristo llama ‘necios’ a aquellos discípulos de
Emaús. Jesús les llama «insensatos y necios y tardos para entender lo que
dijeron los profetas». No habían reconocido el misterio de Dios en la cruz. Aquí
Jesucristo les denuncia otro vicio contrario a la sabiduría que es la INSENSATED RELIGIOSA de quien no acepta
la ley de la cruz, de quien se escandaliza ante la cruz y no reconoce a Dios
ante la cruz en nuestra vida. ¿No te dabas cuenta que esto tenía que suceder?
¿No te dabas cuenta que era necesaria la cruz en tu vida? El revelarnos contra la cruz es un vicio contrario a la sabiduría. También
Jesús llama ‘necio’ a aquel que edificó su casa sobre arena y no sobre roca. Se
refiere a la necedad de escuchar el Evangelio pero no lo pone en práctica: es la necedad de oír las cosas de Dios sin
hacerlas nuestras, sin traducirlas a la práctica; no se puede reducir a la
teoría las cosas divinas. Son diversas necedades: la de acumular el dinero, la
de revelarse frente a la cruz y no traducir en la vida la enseñanza de la
Palabra de Dios. Los vicios que embotan nuestra mente y nos impide disfrutar de
las cosas divinas son muchos.
Ahora bien, ¿cómo fomentamos el don de
sabiduría? ¿Cómo nos hemos de disponer para recibir este don de Dios? Lo
primero es el esforzarnos para intentar
ver las cosas desde el punto de vista de Dios. Es dramático que, incluso
los consagrados y presbíteros, juzguemos todas las cosas que nos ocurren
solamente con criterios meramente mundanos. Esto sería tanto como tener una ‘miopía espiritual’ que nos impide ver las
cosas por encima de las causas meramente humanas, no siendo capaces de
alzar la mirada a lo alto y a sí ver en todo los designios de Dios. Hace poco
han sido los nombramientos diocesanos. Como sucede todos los años, siempre hay
presbíteros que se enfadan con el obispo porque le han enviado a tal lugar que
no quiere, y encima ha descubierto que antes que él se lo habían planteado a
otro que no quiso y como él no quiso ir y como puso un millón de pegas…pues le
toca ir al otro, y viene el enfado monumental. Y se llega a pensar que a uno le
‘toca este o aquel destino’ porque el otro no ha querido y negamos que todo
esto sea voluntad de Dios. A lo que Jesucristo nos dice: ‘pero que necio, ¿cómo
puedes pensar así? ¿No te das cuenta de que tienes ‘miopía espiritual’? ¿No te
das cuenta que por encima de las causas segundas de la que Dios haya querido
servirse no deja de ser una circunstancia de la que Dios se ha servido? El
hecho de que tal persona se haya negado a ese destino y te haya caído a ti de
rebote es una circunstancia concreta de la que Dios se ha servido para
dirigirse a ti directamente y para
decirte que ‘te quiero en otro lugar’. No podemos ver las cosas con una ‘miopía
espiritual’. ¿No te das cuenta de que no te has esforzado en ver las cosas
desde el punto de vista de Dios? Tengamos en cuenta que Dios dirige los hilos
de la historia. Poco importa de las circunstancias de que se haya servido Dios
para llamarme al final a mí. Recordemos las palabras del apóstol San Pablo a los
Romanos «sabemos que a los que aman a
Dios todo les sirve para el bien». Hay que esforzarse por alzar la mirada
al Cielo y ver la mano de Dios en todos los acontecimientos. ¿Queremos saber si
somos sabios o si somos necios? ¿Cómo lo podemos saber?. Sencillo, analicemos
nuestros gustos y disgustos. A ver ¿en qué cosas encuentro yo mi complacencia y
qué cosas me hacen perder la paz? ¿De donde nacen mis satisfacciones y de donde nacen mis sinsabores? Sólo
entonces podremos saber si tenemos la sabiduría de Dios o la sabiduría de este
mundo. Es cuando uno se da cuenta que uno se lleva un disgusto por una cosa que
en el fondo es una tontería, o cuando uno cae en la cuenta que tenía puesta su
alegría en una banalidad, en una tontería que no lleva a ningún lado. ¿Dónde
tengo puesto mis gustos y dónde tengo puestos mis disgustos? Y cuando uno se da
cuenta de que sus alegrías tienen que ver con cosas que nada tienen que ver con la gloria de Dios… pues vamos mal, mal
asunto. Y cuando uno descubre que los disgustos tienen que ver con el
pecado….mal asunto. La sabiduría terrenal, que busca el tener, es reprobada,
rechazado por Dios. También es rechazada la sabiduría animal que busca la
apetencia de los placeres del cuerpo, lo que me apetece hacer; y la tercera
sabiduría que Dios rechaza es la sabiduría diabólica que pone su fin en el
propio orgullo, en la propia soberbia de ser ensalzado. Y frente a estas falsas
sabidurías hay una sabiduría divina que es la locura de la cruz, que es amar la
pobreza, que es amar el último puesto, amar la cruz, amar la persecución; ser
un loco en este mundo por identificarnos con Jesucristo.
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