sábado, 12 de julio de 2014

Homilía del Domingo XV del tiempo Ordinario, ciclo a


DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo a

         Dios crea por medio de su Palabra. Es más, tiene tanta fuerza su Palabra que el simple hecho de pronunciarla ya hace realidad lo deseado. Dijo Dios: «Hágase el Cielo», y el Cielo se hizo, de tal forma que todo cuanto existe ha sido creado por medio de la Palabra. Pues bien, esa misma Palabra se proclama en la Asamblea, en la Iglesia para crear en nosotros algo totalmente nuevo. El Espíritu de Dios nos va conduciendo hacia un culto espiritual que implica cambiar el propio modo de vivir y pensar. San Pablo nos lo dice con estas palabras: «Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto (Rom 12,2)».

         Si nosotros permitimos que la Palabra actúe en nosotros iremos experimentando los frutos de la Gracia divina. Como si nos inyectasen una buena jeringa con medicina en nuestro cuerpo y todo el contenido se desplazase por todas y cada una de las venas y arterias así es la Palabra de Dios; todo cuanto toca lo sana y lo reconduce, lo recrea, lo hace nuevo. Lo que resulta curioso es que los hombres, a veces, no solemos ir a beber de los manantiales puros y cristalinos, sino únicamente de aquellos que nos interesan. Cuando se deja arrinconado a Dios uno se confecciona sus propios ídolos, cosas en las que uno apega su corazón. Por ejemplo, la propaganda conoce los gustos y tendencias de un sector muy importante de la sociedad. Es más, hay una tienda, que se llama 'el armario de la tele' que ofertan vestidos, ropa que han sido sacados previamente en algún programa, serie o película. Es decir, saben acertar con lo que la gente solicita. Pero todas estas cosas no calman la sed de plenitud del hombre. Puede calmar un poco, temporalmente, esa sed, pero es altamente insuficiente.

         Sería muy interesante  hacer un ejercicio de memoria para caer en la cuenta de cómo la Palabra nos está ayudando en nuestro proceso de conversión; de lo que nos aporta a la hora de acercarnos al Señor. Y del mismo modo reconocer cuales han sido las principales causas que nos han impedido acoger y poner en práctica la Palabra; nuestros afanes, preocupaciones, intereses...

         Hay muchas personas han asimilado una serie de convicciones, formas de pensar y de obrar que son incompatibles con la fe cristiana y que les hace difícil vivir de acuerdo con su fe, sintonizar espiritualmente con las enseñanzas doctrinales y morales de la Iglesia. Muchos, por no decir la mayoría de estos, no sentirán la necesidad de abrir una Biblia. Nosotros somos los que, totalmente empapados por la Palabra, estamos llamados a ser 'palabra sonora' con nuestra presencia, ya que puedan darse cuenta que es posible ser cristiano y hallar la felicidad.

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