DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO,
ciclo a
Dios
crea por medio de su Palabra. Es más, tiene tanta fuerza su Palabra que el
simple hecho de pronunciarla ya hace realidad lo deseado. Dijo Dios: «Hágase el
Cielo», y el Cielo se hizo, de tal forma que todo cuanto existe ha sido creado
por medio de la Palabra. Pues bien, esa misma Palabra se proclama en la
Asamblea, en la Iglesia para crear en nosotros algo totalmente nuevo. El
Espíritu de Dios nos va conduciendo hacia un culto espiritual que implica
cambiar el propio modo de vivir y pensar. San Pablo nos lo dice con estas
palabras: «Y no os ajustéis a este mundo,
sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo
que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto (Rom 12,2)».
Si
nosotros permitimos que la Palabra actúe en nosotros iremos experimentando los
frutos de la Gracia divina. Como si nos inyectasen una buena jeringa con
medicina en nuestro cuerpo y todo el contenido se desplazase por todas y cada
una de las venas y arterias así es la Palabra de Dios; todo cuanto toca lo sana
y lo reconduce, lo recrea, lo hace nuevo. Lo que resulta curioso es que los
hombres, a veces, no solemos ir a beber de los manantiales puros y cristalinos,
sino únicamente de aquellos que nos interesan. Cuando se deja arrinconado a
Dios uno se confecciona sus propios ídolos, cosas en las que uno apega su
corazón. Por ejemplo, la propaganda conoce los gustos y tendencias de un sector
muy importante de la sociedad. Es más, hay una tienda, que se llama 'el armario
de la tele' que ofertan vestidos, ropa que han sido sacados previamente en
algún programa, serie o película. Es decir, saben acertar con lo que la gente
solicita. Pero todas estas cosas no calman la sed de plenitud del hombre. Puede
calmar un poco, temporalmente, esa sed, pero es altamente insuficiente.
Sería
muy interesante hacer un ejercicio de
memoria para caer en la cuenta de cómo la Palabra nos está ayudando en nuestro
proceso de conversión; de lo que nos aporta a la hora de acercarnos al Señor. Y
del mismo modo reconocer cuales han sido las principales causas que nos han
impedido acoger y poner en práctica la Palabra; nuestros afanes,
preocupaciones, intereses...
Hay
muchas personas han asimilado una serie de convicciones, formas de pensar y de
obrar que son incompatibles con la fe cristiana y que les hace difícil vivir de
acuerdo con su fe, sintonizar espiritualmente con las enseñanzas doctrinales y
morales de la Iglesia. Muchos, por no decir la mayoría de estos, no sentirán la
necesidad de abrir una Biblia. Nosotros somos los que, totalmente empapados por
la Palabra, estamos llamados a ser 'palabra sonora' con nuestra presencia, ya
que puedan darse cuenta que es posible ser cristiano y hallar la felicidad.
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