HOMILÍA DEL DOMINGO XXVII DEL TIEMPO
ORDINARIO, ciclo b
Es curioso, ¿han oído ustedes de qué
material estamos hechos los seres humanos? Resulta que ahora el libro del
Génesis nos cuenta que nuestra materia prima es polvo de la tierra. Es algo muy
poco consistente, barato, muy frágil. Y no solo eso, sino que además nos
imaginamos como Dios actúa como un alfarero, se remanga el vestido y se pone
‘manos a la obra’ para crearnos. Lo que se nos quiere decir es que somos
criaturas de Dios, que lo que somos se lo debemos a Él, que de Él
hemos salido y a Él retornaremos. Y si Dios es nuestro Creador Él ha puesto en
nosotros su sello, su impronta; Y como se tratase de una moneda con la efigie
del monarca o gobernante y la inscripción ha acuñado su imagen en nuestra alma.
Sin embargo Dios no ha acuñado su
imagen para que nosotros seamos sus esclavos, tal y como hacían los partidarios
de la esclavitud cuando se vendían y compraban los seres humanos como si se
tratase de mercancía. Dios quiere que
todos los hombres seamos hermanos y libres. Dios ha acuñado su imagen en
nuestra alma para proponernos un proyecto de felicidad. ¡Atención!
Dios nos lo propone y no nos lo impone. Uno de esos tantos proyectos de
felicidad que Dios nos propone es el MATRIMONIO.
Y este proyecto que es el matrimonio no es para todos, sino para algunos, ya que se
trata de una vocación que Dios da a quien considera idóneos.
Y nos sucede lo mismo que a las monedas antiguas, ya
fueran los maravedís, los denarios romanos o demás dinero acuñado en cualquier
metal con las correspondientes efigies y escritos… el tiempo, el óxido, el
desgaste de ‘ir mano en mano’, la suciedad, el estar muy deterioradas por los
diversos percances que hayan podido atravesar…hacen que muchas veces sea
complicado poder leer la trascripción y de reconocer por la efigie del
correspondiente mandatario. La imagen que Dios
había acuñado en el alma humana para proponer la vivencia auténtica
del matrimonio había sufrido considerablemente a causa de la terrible
erosión causada
por el pecado. El pecado había deteriorado hasta grados insoportables el
matrimonio. Recordemos que el matrimonio ‘no se lo ha sacado la Iglesia de la manga’; que
Cristo no ha inventado ni ideado el matrimonio; el matrimonio está desde que el
hombre es hombre, es lo que se llama matrimonio
natural.
Lo que Jesucristo ha hecho ha sido
lanzar ‘botes salvavidas’, inyectar, como si fuera con una gran jeringa una
potente dosis de amor en el proyecto de amor natural. Lo ha llevado a cabo de tal modo que lo ha elevado a la categoría de
sacramento, para que aquellos que nos reconocemos como criaturas de Dios
y tenemos a Jesucristo como Señor podamos contemplar con toda nitidez y sin
ningún tipo de dificultad ese proyecto de matrimonio acuñado por Dios en el
alma de sus fieles. De tal modo que el esposo amando a su esposa y la esposa
amando a su esposo se salven ya que en ese mismo amor conyugal se santifican
adorando al Dios que hizo todas las cosas y que a ellos mismos les creó.
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