DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO
ORDINARIO, CICLO B
La vida moral del cristiano, el
comportamiento de aquellos que seguimos a Jesucristo está sostenido por los dones del
Espíritu Santo. El cristiano que no solo conoce a Dios como Padre, sino
que goza en su haber de una experiencia de Dios en su vida, se
siente enriquecido.
Cuando estoy hablando de conocer a Dios no
me estoy refiriendo a saber de la existencia de un ser Absoluto como algo que
se incluya en nuestro bagaje intelectual. Muchas personas reconocen que existe
un ser Absoluto, un dios o varias deidades pero mencionado reconocimiento de su
existencia ni les aporta ni les empobrece en nada; les queda totalmente
indiferentes. De hecho, y con pena lo afirmo, hay cristianos que
creen en Dios y que Jesucristo es el Hijo de Dios, pero sin embargo mencionada
creencia se puede poner al mismo nivel que cualquier otra cosa sin importancia porque
no tiene repercusiones en su vida. Con otras palabras: Estos
hermanos nuestros, entre los cuales muchas veces también desgraciadamente nos
incluimos, no se encuentran sostenidos por la fuerza sobrenatural del Espíritu
Santo. Y no se encuentran sostenidos porque ellos mismos, por inconsciencia o
dejadez, rechazan o desaprovechan las múltiples invitaciones reiteradas que les
propone el Santo Espíritu de Dios.
El Espíritu Santo cuando se acerca a nosotros, cuando se aproxima a nuestra alma no nos propone
banalidades ni nos entretiene para que desperdiciemos el tiempo, sino que nos
ofrece de beber del agua viva. El Espíritu Santo nos entrega para
que bebamos de esa agua viva que contiene en sí la sabiduría de Dios.
Y esa Sabiduría que procede de lo Alto y que se nos es entregada a través del
Espíritu Santo nos permite descubrir la voluntad de Dios, lo que Él desea para que
seamos felices. ¿No tienen ustedes la impresión de muchas veces de ‘estar
andando a tientas’ con grandes dudas e incertidumbres de si estamos o no
acertando en nuestra vida familiar, en el noviazgo, en la vida de pareja y en
todos aspectos, muchos de ellos muy delicados de nuestra vida? ¿No tienen la
sensación de tomar decisiones, de pequeña o de mayor importancia, como siendo
llevados por la inercia de lo que se dice, de lo que se piensa, de lo que se
hace por los demás? Con estas preguntas quiero ayudarles a caer en la cuenta de
cómo nos dejamos llevar por determinadas corrientes de pensamiento o por lo que
todo el mundo hace y a veces, sin mala intención de un modo inocente y sin
malicia, arrinconamos esa Sabiduría que nos ilumina ofreciéndonos criterios muy
enriquecedores.
Y para acceder a esa agua viva que contiene
la sabiduría de Dios uno tiene aproximarse al manantial. Y ese manantial tiene
un nombre: La Iglesia. Y es en la Iglesia donde se nos entrega el Agua Viva a través
de los sacramentos, de la oración personal, de la formación cristiana… porque es
en la Iglesia donde nos encontramos a Jesucristo resucitado.
Y esa Sabiduría, tal y como nos dice la
carta a los Hebreos, juzga los deseos e intenciones de nuestro corazón. Dios
pone todo de su parte para que nos salvemos.
¿Deseamos acoger la Sabiduría que nos
entrega el Espíritu Santo y nos adentramos en su divina presencia…. u optamos
por la inconstancia o dejadez por no cambiar nada en nuestra vida tal y como
hizo el Joven Rico del Evangelio?
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