sábado, 27 de octubre de 2012

Homilía del domingo XXIX del tiempo ordinario, ciclo B DOMUND 2012



DOMINGO XXIX del tiempo ordinario, ciclo b
DOMUND 2012

En este día del DOMUND, me gustaría comenzar esta celebración con unas palabras de Benedicto XVI escritas para este día. Dice así el Papa: “Necesitamos retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su anuncio y testimonio”. Y es que el Día de las Misiones nos recuerda que la Iglesia, y cada uno de nosotros, tenemos la misión de anunciar el evangelio, es la razón de nuestra existencia. Y nuestras comunidades cristianas, nuestras parroquias y grupos, han de mirarse en esas primeras comunidades que, con muchas dificultades, fueron capaces de difundir el evangelio en todo el mundo, como dice el Papa, y lo hicieron con su testimonio de vida y con el anuncio de Jesús Salvador. Y también con mucha alegría, porque no se vosotros, pero yo nunca he visto, ni he conocido a un misionero triste. ¿Por qué será?
Yo creo que es porque esa alegría nace de la entrega de la propia vida por Jesús y su Evangelio. Y esa misma entrega, aquí y ahora, nos ha de llevar a redescubrir la alegría de creer. En el fondo, es eso mismo lo que Jesús hoy les dice a sus discípulos, y mira que a ellos les costó entenderlo porque, una vez más, les vemos peleando y disputando por ocupar cargos de poder. Y todo esto en medio de los anuncios que Jesús va haciendo de su pasión y muerte durante el camino a Jerusalén.
Santiago y Juan se acercan a Jesús y le hacen una petición, que va en consonancia con esos deseos de los primeros puestos que los discípulos tenían y por los que se peleaban. La petición es tener poder. Pero el poder en el Reino de Jesús es servicio y ellos aún no lo han entendido.
Sin embargo, el mero hecho de acercarse a Jesús a pedirle esto, ha dividido al grupo. “Los otros diez, al oír aquello, se indignaron”. Era una indignación lógica y normal. Aunque también es verdad que aquellos tampoco habían entendido nada. Entonces Jesús plantea una enseñanza que va a ser norma general para cualquier comunidad que quiera ser cristiana, y para cualquier persona que se considere discípula de Jesús: la enseñanza sobre el servicio.
Aquí la grandeza se demuestra poniéndose a lavar pies, y los primeros puestos son puestos de servicio a los demás. Y Jesús es el que va a dar ejemplo de todo esto con su propia vida, con su entrega en la cruz y con su resurrección. Así enseña Jesús, con su vida y con su ejemplo: “el hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Y cuando uno se ve en las mismas de Jesús, dando la vida, en el tercer mundo o en el primero (porque aquí también hay vida que dar y gente que la necesita), eso da una alegría que nadie nos puede quitar.
El Papa Benedicto XVI termina su carta del DOMUND diciendo que “la fe es un don que se nos ha dado para ser compartido; es un talento recibido para que dé fruto; es una luz que no debe quedar escondida, sino iluminar toda la casa. Es el don más importante que se nos ha dado en nuestra existencia y que no podemos guardarnos para nosotros mismos”. Que este Año de la Fe nos ayude a no reservarnos nada y a darlo todo por Jesús y por el evangelio, como Él lo hizo, como lo vemos en la Eucaristía que cada domingo celebramos.

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