FUNERAL DE EMILIO BERNAL PLAZA, 4 de septiembre de 2012
En primer lugar transmitir en el nombre de mi hermano sacerdote y del mío propio nuestro más profundo pésame por el fallecimiento de Emilio. La muerte nos lleva a mirar hacia Dios. Caemos en la cuenta de cómo todo lo que somos se derrumba como un castillo de naipes. Y todo nuestro ser se orienta hacia Dios porque Él nos trae la luz para aclarar este misterio; para dar sentido a esta realidad que rompe el corazón.
Dios Padre, por medio de su Hijo Jesucristo, nos acerca a lo más profundo, a lo que escapa a nuestra experiencia sensible y a cualquier comprobación científica. Jesucristo nos revela la verdad de la persona humana. Nuestros sentidos nos ofrecen las cosas inmediatas, podemos contemplar desde lo más bello hasta lo más horroroso. Podemos realizar las cosas más altruistas como las más miserables. E incluso podemos vivir engañados creyendo que esto que vemos, oímos, tocamos, olemos y gustamos es toda la realidad existente y que aquí finaliza todo. Sin embargo Dios nos habla de una realidad que se nos escapa: Nos habla de la resurrección, nos habla de la vida eterna. Es verdad, y recuerden ustedes que cuando Jesús predicaba y hablaba de su muerte y resurrección, los mismos apóstoles no lo entendían. Es cierto que ellos estaban allí, que escuchaban al Maestro pero no conseguían captar el misterio del mensaje de la resurrección.
Por eso Jesús, el supremo Maestro, con el ánimo de hacer comprensible lo que en sí es altamente complejo utilizaba las parábolas y sus ejemplos sacados de lo cotidiano. Nos habla de un grano de trigo que, cuando es sembrado, cae al interior de la tierra y muere, deja de existir como grano de trigo. Esto genera un germen cuya raíz sorbe de suelo su alimento y acaba generando una nueva planta, capaz de dar fruto abundante.
Algo parecido pasará con Emilio y con todos nosotros, porque tarde o temprano a la tierra deberemos de regresar. Nuestro cuerpo acabará en el gran dormitorio que es el cementerio. Allí estaremos como dormidos esperando a ser resucitados. Pero las personas además hemos sido creados ‘a imagen y semejanza de Dios’ y es aquí donde nos diferenciamos de los animales y de las plantas. Nosotros disfrutamos de inteligencia, que nos hacen comprender las cosas creadas y nos permite conocer al Creador y establecer una relación personal de amistad con Él. Nosotros tenemos una gran capacidad de amar y de hecho, en este caso habéis podido ser testigos del amor que ha recibido Emilio de su esposa Amelia así como también del resto de su familia, tanto en los momentos de salud como cuando la enfermedad ha hecho acto de presencia.
Emilio ha tenido un regalo especial: ser cristiano, ser propiedad de Dios. Ahora ha pasado de la vida a la muerte física, pero esto no significa que haya dejado de existir. Emilio sigue existiendo y Emilio sigue estando entre nosotros porque Dios le sostiene entre las palmas de sus divinas manos con infinito amor. Y es ese amor infinito emanado del corazón de Dios el que puede comunicar la vida nueva a los difuntos.
Me comentaba en el tanatorio su esposa Amelia que Emilio había sido abogado. Seguramente que como abogado muchas veces habrá hecho favores en el ejercicio de su profesión. Pues ahora nosotros le vamos a hacer un gran favor a él. Pongamos nuestros ojos en nuestra Madre la Virgen María, la gran abogada, para que interceda por Emilio ante su Hijo Jesucristo. Así sea.
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