martes, 11 de octubre de 2011

Nuestra Señora del Pilar

NUESTRA SEÑORA DEL PILAR

12 de octubre de 2011

HOMILÍA:

Sr. Alcalde y corporación municipal, autoridades civiles, Sargento Comandante del Puesto de la Guardia Civil de Cevico de la Torre y Componentes del mismo.

La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen María es un elemento intrínseco del culto cristiano. La dimensión maternal de Virgen empuja al pueblo de Dios a dirigirse con filial confianza a aquella que está siempre dispuesta a acoger sus peticiones con afecto de madre y con eficaz de ayuda de auxiliadora.

La Santísima Virgen María consiguió un nivel tan elevado de intimidad en el amor divino que es punto de referencia para todos los cristianos. Ella siguió a Jesús y entabló con Él una profunda amistad. Todos nosotros estamos llamados a irnos ‘maravillándonos’ de la persona de Jesucristo para posteriormente ir madurando esa relación y de este modo Cristo se plante en el centro mismo de nuestra vida.

Santa María nos indica que es preciso una profunda intimidad con el Señor, ya que de carecer de eso no se daría un auténtico seguimiento. El trato cercano y frecuente con Cristo es esencial para poderle seguir. No es suficiente que su mensaje me parezca excelente y digno de ser anunciado. No es suficiente que su programa nos resulte movilizador. Es la persona de Jesucristo la que, en el seguimiento, se erige en el centro de atracción y de amor.

Este amor a Jesucristo es diferente según los temperamentos. En algunos predominará la ternura; en otros el apasionamiento; en otros una adhesión vital, firme pero sobria en afecto. Sin embargo, un seguidor es siempre un amigo, no un simple trabajador a destajo. Hemos sido llamados para estar con Él, para amarlo y para trabajar con Él y por Él.

La Santísima Virgen ha tenido siempre una confianza ilimitada en su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. ¿Se acuerdan ustedes de aquel pasaje evangélico en la que los Apóstoles ven como Jesús caminaba sobre el lago y Pedro va andando sobre el agua al encuentro de Cristo?. En esa escena Pedro sobre el mar vive el flujo y el reflujo de la confianza y la desconfianza, cuando el Señor le invita junto a sí sobre las aguas. Un bello relato para nosotros, porque esta confianza ilimitada y absoluta en Él, en sus palabras, en sus promesas, es una adquisición progresiva en el seguidor. Los Doce y Pedro conocen vaivenes, regresiones y avances en este caminar hacia la confianza ilimitada en la persona de Jesucristo.

La confianza absoluta comporta domesticar esa nativa desconfianza del corazón humano para entregarse del todo a alguien, sobre todo si ese alguien es impalpable. La confianza ilimitada y absoluta en Jesucristo consiste en preferir las promesas de Jesús a las garantías del mundo. Es fiarse más de los criterios de Jesús, que de las “evidencias” del mundo.

Sólo los santos han adquirido esa sabiduría que procede de lo alto para experimentar lo que nos trasmite estas palabras de San Agustín:

«¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,

tarde te amé!

Y tú estabas dentro de mí y yo afuera.

Y así por fuera, te buscaba;

Y deforme como era,

me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo.

Me retenían lejos de ti aquellas cosas

que, si no estuviesen en ti, no existirían.

Llamaste y clamaste, y quebrantaste mi soberbia:

Brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;

Exhalaste tu perfume y lo aspire,

Y ahora te anhelo;

Gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;

Me tocaste y desee con ansia, la paz que procede de ti».

Ser seguidor de Jesucristo implica asimilar sus valores: Es abrirnos a los valores de Jesús, sintonizar con los valores de Jesús. La persona que encuentra un tesoro, llena de alegría, vende todo lo que tiene, para poder adquirirlo. Seguir a Jesús es hacer que los grandes valores que gobernaban la vida de Jesús se conviertan en valores que gobiernen nuestras vidas. La Santísima Virgen tenía como ‘programa de vida’ escuchar y meditar la Palabra de Dios en su corazón para luego hacerla vida y ofrecer esa luz a todos nosotros, sus hijos. Por eso hoy, toda la Iglesia te venera y te aclama con este himno:

«Santa María del Pilar, escucha

nuestra plegaria al celebrar tu fiesta,

Madre de Dios y Madre de los hombres,

Reina y Señora.

Tú, alegría y honor de pueblo,

eres dulzura y esperanza nuestra:

desde tu trono, miras, guardas, velas,

Madre de España.

Árbol de vida, que nos diste a Cristo,

fruto bendito de tu seno virgen,

ven con nosotros hasta que lleguemos

contigo al puerto».

Nuestra Señora del Pilar, ruega por nosotros. Así sea.

No hay comentarios: