sábado, 4 de junio de 2011

Homilía de difuntos en Cevico de la Torre

«San Pámfilo era un sacerdote de Cesarea de Palestina que sufrió martirio bajo el emperador Maximiano en el año 308. Había sido director de una escuela de enseñanza religiosa y se hallaba particularmente ocupado en copiar y difundir las Sagradas Escrituras, y continuaba con ese trabajo aún en la prisión.

Muchos de sus discípulos habían sido mártires antes que su maestro. Cuentan que el pensamiento del Cielo y sus gozos eran lo que no tan solo los sostenía en medio de los terribles tormentos, sino que les llenaba de una felicidad rebosante que hacía vacilar a los espectadores paganos.

Siempre que un cristiano era llevado a presencia del gobernador, la primera pregunta que se le dirigía era: «¿A qué país perteneces?». Y la respuesta que daban los mártires de Cesarea era siempre la misma: «Mi patria es el Cielo. Mi Dios y Salvador vive allí ahora desde que resucitó de entre los muertos. Él ha preparado un sitio para nosotros. El Cielo es mi casa y pronto estaré allí».

Y los paganos, que nada esperaban después de la muerte, admiraban a los cristianos, tan llenos de fe y de alegría, y eran muchos los que corrían a convertirse, con el propósito de participar del mismo martirio y de la misma esperanza».

Hermanos, nosotros los cristianos no nos debemos de olvidar que no nos vamos a quedar en esta tierra, sino que tarde o temprano nos tendremos que morir para ser conducidos ante la presencia soberana de Dios.

Pensemos, antes que nada, en un día lluvioso en el que nos dirigimos a pie a una casa para visitar a unos amigos. Cuando llegamos, nos limpiamos los zapatos en la alfrombilla de la entrada, nos sacudimos un poco la ropa y el paraguas para que caiga el agua. Nuestra intención es, por tanto, entrar a esa casa sin manchar el suelo.

Pues bien, hermanos. Cuando nos morimos, puede ocurrir una de las siguientes tres cosas: Vamos al Cielo directamente, vamos al Infierno (¡mal asunto!), o bien vamos al Purgatorio. El Purgatorio es un estado en el que se encuentra la persona que ha muerto en gracia de Dios pero que no está plenamente purificada, y donde se es purificado para disfrutar plenamente de la presencia de Dios. Se trata de una persona salvada que vive en el amor de Dios y la salvación pero no de una manera plena, ya que ha de esperar ese encuentro hasta que esté preparado, es decir, cuando haya sido perfectamente purificado. Por tanto, tenemos que estar impecablemente limpios para entrar en el Cielo.

¿En qué consiste el Purgatorio? Básicamente, se trata de ver una y otra vez, como si de una película se tratase, ciertos pecados que hemos cometido (errores u omisiones) durante nuestra vida. El dolor y la humillación de verlos repetidamente nos provocará sufrimientos.

Alguno puede pensar: ¿Pero dónde se refleja en la Biblia el Purgatorio? Aunque no aparece la palabra literalmente, sí que se muestra el concepto en múltiples pasajes bíblicos. San Pablo, por ejemplo, nos narra lo siguiente respecto al día del juicio, refieriéndose con la palabra "fuego" al concepto del "Purgatorio".

"Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. Si lo que has construido resiste el fuego, será premiado. Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará pero no sin pasar por el fuego". (1 Cor 3,13-15)

La "obra" simboliza lo que hemos hecho durante nuestra existencia. Lo que quiere decir San Pablo es que la persona irá al Cielo directamente o bien, se salvará, pero pasando previamente por el fuego, símbolo de purificación (Purgatorio).

Pensemos ahora en un ser querido que ha tenido que emigrar a otro continente y no tenemos medios actualmente para ir a verle. Esta persona sufre de no poder disfrutar de la presencia del ser querido, pero le ama y sabe que lo volverá a ver pasado un tiempo. Del mismo modo, la persona que está en el Purgatorio tiene la esperanza de que un día podrá estar con Dios, pero mientras se prepara para ese encuentro, sufre por no poder acompañarle.

Y nosotros hoy en esta Eucaristía estamos pidiendo por nuestros difuntos y también estamos manifestando un deseo a nuestra Patrona Ntra. Sra. del Rasedo: Que ayude a nuestros difuntos a que estén lo antes posible gozando de la Gloria de Dios en el Cielo. Así sea.

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