viernes, 31 de diciembre de 2010

1 de enero de 2011

1 de enero de 2011

SANTA MADRE DE DIOS

Hemos empezado un nuevo año y de nuevo se nos brinda la oportunidad de planear proyectos, objetivos a realizar e intentar conseguir esas cosas que deseamos. Pero primero, debemos de dar gracias a Dios por el año que ya hemos vivido y reconocer que el tiempo se nos ha escapado como se escurre el agua entre las manos.

Esta noche, en muchos lugares de nuestra geografía la fiesta se habrá prolongado hasta altas horas de la madrugada, dando la impresión que el consumismo, los litros de alcohol y el ruido ensordecedor de las discotecas es lo que realmente importa. Nosotros los cristianos tenemos que tener la vista clara y la mente despejada. Es bueno que nos alegremos y que disfrutemos con la familia y amigos deseándonos los buenos deseos, pero no olvidemos que hay Alguien a quien hay que agradecerle muchas cosas y pedirle mucha fortaleza. Ese alguien es Jesucristo.

Este año es una oportunidad de oro para redescubrir la novedad de Jesucristo para tu vida. El problema está si nos hemos acostumbrados a vivir sin Cristo. Por eso es fundamental que durante este año nos esforcemos en buscar al Señor, en estar atentos a lo que Él nos aporta a nuestra vida personal, familiar, laboral, relacional. Nosotros no somos dueños del tiempo, nosotros vivimos en medio del tiempo. Nosotros no estamos llamados a quedarnos en esta tierra, sino a ir a la eterna. Nosotros no estamos llamados a apegarnos a las cosas materiales sino a aficionarnos a las espirituales.

Muchas veces no seguimos a Cristo con convencimiento ni con alegría por una única razón: Porque en realidad no le conocemos. El pueblo Israelita era numeroso, y muchos se enardecían de formar parte de ese pueblo elegido por Dios. La Thorá, la Ley judía se la sabrían de memoria y asistirían a todos los ‘sabat’ y fiestas hebreas, sin embargo, a pesar de todo eso, no llegaron a conocer quién es en realidad Dios. Pero, en medio de todo ese pueblo hebreo, residía el auténtico ‘resto de Israel’. En medio del tumulto había un grupo muy pequeño, un grupo que pasaba totalmente desapercibido en medio de esa multitud, pero que conservaba el amor puro en Dios. Dios se regocijaba, se alegraba, gozaba en ese pequeño grupo, en ese ‘resto de Israel’. De tal modo que ese pequeño ‘resto de Israel’ era el auténtico pueblo de Israel. Y como lanza que despunta en medio de ese pequeño ‘resto de Israel’ surge, como rayo de sol en medio de las nubes, una mujer, una criatura, que hace que los ojos de Dios se enternezcan: Santa María. Ella tenía la vista muy clara, la mente muy despejada y el corazón ardiendo porque sabía por propia experiencia que sólo en Dios se haya el amor; solo Dios, todo para Dios y únicamente Dios.

Nosotros formamos parte del Pueblo de la Nueva Alianza, sin embargo, aún perteneciendo no llegamos a vibrar con Jesucristo porque nos hemos acostumbrado a nuestras cosas y costumbres, y no nos dejamos deslumbrar por la novedad que Él mismo nos trae. Ojala que este nuevo año 2011 sea para nosotros un avance importante en el redescubrimiento de la persona y mensaje de Jesucristo. Así sea.

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