DOMINGO DE
San Pablo, cuando escribe a la comunidad de Roma les exhorta con estas palabras: «No os acomodéis a los criterios de este mundo» (Rom 12,2). Dicho con otras palabras: no os dejéis confundir con ideas ajenas a las cristianas; que no os “den gato por liebre”, aceptar las ideas que procedan de Cristo y desechar las que procedan del mundo. Hay corrientes de pensamiento moderno que exaltan
Hoy se oye una cosa llamada “ideología de género”. Ahora, dicen, que uno puede nacer hombre o mujer, pero que uno debe de elegir si desea ser hombre o mujer, o homosexual masculino, o homosexual femenino, bisexual o transexual. Para muestra un botón: recuerden todo el auge informativo y toda la campaña propagandística que tienen en los medios de comunicación el llamado “día del orgullo gay”, o con series televisivas como “Modern Family” que presentan como familia a dos hombres casados con una niña vietnamita adoptada, o como hacen algunos maestros de primaria cuando promueven actividades en los que los niños varones jueguen con las muñecas haciendo el papel de la mamá en vez de que ese niño varón juegue con esa muñeca pero desempeñando el rol de papá, ya que es un niño y no una niña.
Todas estas doctrinas son totalmente ajenas al cristianismo y se encuentran muy lejos del ideal plantado por la ‘Sagrada Familia de Nazaret’.
Todos nosotros formamos parte del Pueblo elegido por Dios y en este Pueblo hay hombres y mujeres. El libro del Génesis nos dice: “Se unirá el hombre a la mujer y serán los dos una sola carne”. La unión de un varón y de una hembra forma parte del proyecto de Dios y no es fruto de la reflexión humana; es algo querido por el mismo Dios y que responde a lo que las cosas son en realidad.
La familia, fruto pleno del amor. El gozo que el esposo y la esposa experimentan en su mutuo amor se multiplica cuando, como padres, pueden abrazar a su hijo. En la paternidad y en la maternidad los esposos encuentran una plena realización de su amor. A través de la figura del padre y de la madre, el niño adquiere su identidad personal y sexual como hombre o mujer. En el matrimonio, Dios une a hombre y mujer para que formando “una sola carne” puedan transmitir la vida humana. Acogiendo nuevas vidas y educando a los hijos en las virtudes, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan a la obra de Dios y garantizan el futuro de la humanidad.
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