martes, 30 de noviembre de 2010

Homilía funeral de un hombre de 65 años de edad

HOMILÍA:

Cuando la muerte llama a las puertas de nuestras casas nos genera un dolor difícilmente descriptible con las palabras. Sentimos que algo nuestro, alguien que formaba parte de nosotros nos ha sido arrebatado. Que esa persona querida, que nos ha aportado muchas cosas, con la que hemos compartido alegrías junto con las penas ha dejado de estar en esta vida. Dentro de nosotros se da esa angustia que hay que soportar porque no queda más remedio, pero que a la vez, uno no quiere pensar que lo que está sucediendo sea real, deseando, en el fondo del alma, que este trance tan doloroso, únicamente sea una pesadilla, un mero sueño. Sin embargo es real.

Hermanos, nuestro hermano Onofre ha partido hacia la casa del Padre Eterno. Durante el transcurso de nuestra vida no le volveremos a ver, aunque sí podremos gozar de su presencia cuando todos nos reunamos allá en lo alto, en compañía de Aquel que, por amor, murió por nosotros en una Cruz.

Nosotros los cristianos no podemos caer en la desesperación ya que Jesucristo nos está esperando en aquella otra orilla. Es verdad que el dolor no nos lo ahorra; sin embargo nos ofrece la serenidad de saber que todo en la vida forma parte de un plan de salvación de Dios, ya que Él nos desea congregar a todos, junto con Él en la Gloria del Cielo.

Los hombres, muchas veces nos enfrascamos en problemas, nos llevamos berrinches por muchas cosas, pensando de un modo equivocado, que en esas pequeñeces nos jugamos la vida. No podemos negar que la realidad sea dura y que nos toque luchar, pero tampoco debemos de olvidar que el dueño de nuestra vida es Dios y que nosotros únicamente somos meros administradores y que cuando nos toque dar cuentas ante Dios únicamente deberemos decir: «Siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

El momento que ahora está atravesando nuestro hermano Onofre lo tendremos que pasar todos. Por eso es fundamental que cada cual edifique su vida sobre roca, tal y como nos indica Jesucristo. Es cierto que la vida espiritual no se puede calibrar, ni pesar, ni comprar o vender, tampoco se puede presumir de ella ni exhibirla para fines económicos… tal vez por eso la vida espiritual sea, muchas veces, poco apetecible. Sin embargo, “lo esencial es invisible a los ojos”, y lo que resulte poco apetecible o fácilmente sustituible por otras cosas, resulte la piedra angular, el punto de apoyo para poder entender la vida con la esperanza y ese gozo que únicamente Jesucristo nos puede ofrecer. Como si se tratase de una mesa de despacho repleto de papeles y de carpetas amontonadas acompañadas de un gran desorden… así es, desgraciadamente nuestra vida, los quehaceres nos absorben y no caemos en la cuenta de dar las gracias a Dios por todo lo que Él nos da y por todas las personas que Él mismo nos ha puesto en nuestro peregrinaje. Por eso damos gracias a Dios por la vida de nuestro hermano Onofre y pedimos al Creador de todo que le acoja en su Gloria.

Dale Señor el descanso eterno… y brille para él la luz perpetúa. Descanse en Paz. Así sea.

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