jueves, 18 de noviembre de 2010

Ante el fallecimiento de una anciana...

Dios es un raudal de ternura. Dios, con su forma de actuar, tiende a desconcertar a los hombres. Un Dios que es Todopoderoso, que es Creador, que es el Eterno, que es el Inabarcable, se hace el encontradizo en cosas tan sencillas, tan simples y tan bellas como la sonrisa de una anciana. Realmente Dios tanto nos ama que aprovecha cualquier oportunidad para estar a nuestro lado. Tal vez se estén quedando un poco desconcertados con estas palabras; pero no se preocupen, porque ésta es la dinámica y la pedagogía que emplea Dios con nosotros: Se hace pequeño entre los pequeños para llegar a todos. ¿Se podría decir que a Dios le gusta practicar el juego del ‘esconderite’ con nosotros?. Tanto como jugar al ‘esconderite’, sinceramente, no lo se. Lo que sí puedo afirmar es que Él es sumamente creativo para hacerse el encontradizo, tal y como les sucedió a los Dos Discípulos camino de Emaús o cuando se le encontraron andando sobre las aguas en aquel lago.

Si esperamos encontrar a Dios en una gran manifestación en el cielo o en un gran cataclismo en la tierra, como si se tratase de una gran epifanía con tintes apocalípticos, bien podemos olvidarnos de ello. En cambio, de los labios de Nuestro Señor Jesucristo sí que nos dijo lo siguiente: «Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me alejasteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y fuisteis a verme». Da la impresión de que Jesucristo jugase con nosotros al ‘esconderite’ o al juego de ‘los disfraces’. Ahora bien, no olvidemos que Dios se toma muy en serio al hombre, por eso, a punto y seguido, el mismo Jesucristo nos pone ‘todas las cartas sobre la mesa’, para que nadie se sienta ni engañado ni confundido. Por eso Jesucristo añade: «Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, CONMIGO LO HICISTEIS». Jesucristo se identifica con estas personas más pequeñas, se identifica con aquellos que no tienen importancia en este mundo nuestro. Y esto es un motivo más para bendecir al Creador de todo.

Hoy damos sepultura cristiana a nuestra hermana Araceli. Una mujer que en el último tramo de su peregrinaje por esta vida tuvo un desgraciado accidente al caerse rodando por las escaleras. Una mujer que, en el hospital, fue reconfortada con el sacramento de la Unción de los Enfermos, administrada por el Capellán. Una mujer que fue asistida, acompañada y reconfortada con el gran cariño de amigos así como por el de las trabajadoras de la residencia de Cevico de la Torre. A mi, como sacerdote, me alegraba el corazón cada vez que era testigo de los gestos de cariño y de preocupación que recibía Araceli por parte de todos aquellos que la querían y que ahora se comprometen a rezar por su eterno descanso en la Gloria junto a Dios Padre y en compañía de Nuestra Santísima Madre, la Virgen Santa María.

¡Dale, Señor el descanso eterno!, ¡y brille para ella la luz eterna!. Descanse en paz.

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